El espejo de Escribá: su Elche de los récords, campeón hace 11 años

El entrenador del Real Zaragoza ha empezado a clonar con su inicio impecable de la liga 23-24 lo que ya capitaneó en el club ilicitano en el torneo 12-13.

Fran Escribá, con gesto de satisfacción, el lunes en el entrenamiento a la vuelta de Tenerife.
Fran Escribá, con gesto de satisfacción, el lunes en el entrenamiento a la vuelta de Tenerife.
Toni Galán

Fran Escribá ha sido campeón de Segunda División y ha ascendido a Primera a través de una temporada de matrícula de honor. El entrenador del actual Real Zaragoza está registrado con letras de oro en los anales de la categoría desde que lo bordó en la campaña 12-13 al frente del Elche. Importante detalle este, que fue tenido muy en cuenta por Raúl Sanllehí, director general de Real Zaragoza, cuando se decidió por su fichaje para cortar de cuajo el fallido proyecto (suyo también) de Juan Carlos Carcedo, en noviembre del año pasado.

Escribá sabe lo que es ganar esta carrera de fondo, llena de pedregales y trialeras que solventar durante nueve meses, que es la Segunda División española. Ha pasado ya por este camino, se lo conoce al dedillo y adivina dónde están las trampas, lee con celeridad los indicios de problemas o beneficios en cada jornada y maneja jurisprudecia vivida en su propia persona para saber cómo actuar en cada caso, cuando surge. Su diploma lo colgó en la pared del salón de casa en el verano de 2013, hace 11 años.

Es decir, que Escribá estaba eyectando al Elche hacia Primera de un modo estelar justo a la vez que el Real Zaragoza describía sus últimos tumbos en la máxima categoría y se despeñaba al infierno... hasta hoy, hasta que alguien lo saque de aquí con argumentos deportivos y futbolísticos. Aquel Elche campeón de Escribá se cruzó en el funicular con el Zaragoza aquel año. Uno subía y el otro bajaba. Por eso, por tierras zaragozanas no se tiene demasiada noción de aquel logro de los ilicitanos, pues ese episodio quedó a desmano del zaragocismo de entonces.

Cuando Escribá habla, cuando lanza mensajes y lemas públicamente, lo hace desde el empirismo. La propia experiencia envuelve su día a día. Aquel año con el Elche, imborrable, espectacular, es su leitmotiv, su estrella Polar. Cuando uno logra un éxito supremo en la vida, sabe cómo lo ha hecho y, si es preciso, conoce los mecanismos para tratar de volver a repetirlo. Este es el modo de trabajar de Escribá en el Real Zaragoza de este curso 23-24.

El año pasado vino como flotador, como parche de máxima urgencia, a reparar el fiasco de proyecto que habían puesto en marcha Miguel Torrecilla y Juan Carlos Carcedo en la sala de mandos del vestuario zaragocista. No le cuenta a Escribá como tutor máximo de aquello. Hizo su labor, solucionó en entuerto y pasó a diseñar, con Juan Carlos Cordero, un plan que pueda asemejarse a aquella maravillosa liga con el Elche.

Esta temporada que acaba de empezar es la segunda en su trayectoria como primer entrenador que afronta de manera completa en Segunda. Antes, solo lo había hecho en Elche, en la referida que se desarrolló de un modo tan soberbio. Durante la década siguiente (la anterior a venir hace 10 meses a Zaragoza), su espacio fue siempre en la élite, en Elche (dos etapas), Getafe, Celta y Villarreal.

Un libro de ruta dorado propio

De entrada, 41 años después de la última vez por estos lares, Escribá ha logrado que el Real Zaragoza inicie el curso con tres victorias en las tres primeras jornadas. En Elche enlazó hasta cinco triunfos seguidos de partida. En la jornada 9 sumaba 8 victorias y un empate. O sea, a mitad de octubre, su equipo estaba disparado en el liderato, escapado con 5 puntos sobre el segundo y 7 más que el tercero.

En la primera vuelta hizo 49 puntos. Es récord vigente absoluto en la historia de la división. Les llevaba 11 a sus primeros perseguidores. Tenía el ascenso ya reservado, escriturado a falta del lacre. El equipo de Escribá ganó 15 de los primeros 21 partidos de aquel curso. Solo perdió dos antes del cambio de vuelta, a mitad de enero, con 4 empates. Un cañón de equipo que se permitió levantar ligeramente el pedal del acelerador en el segundo tramo de la campaña (’solo’ hizo 33 puntos ahí).

Fran Escribá armó un bloque ganador, eficaz, solvente, que fue ganando aplomo, moral y confianza según iban llegando los resultados y la clasificación los ubicaba cada siete días en la cima. Dinero llama a dinero, éxito llama a éxito.

Acabó el Elche con 54 goles a favor, cifra no muy alta. Pero sobró rentabilidad por los cuatro costados gracias a que solo encajó 27 tantos en las 42 jornadas. Su portero, Manu Herrera (que poco después sería zaragocista con nulo acierto, estigmatizado y despedido tras el raro oprobio del 6-2 de Llagostera), fue el Zamora aquel año. Por eso, Escribá resalta en cuanto puede que "un equipo que tiene al Pichichi muchas veces no asciende, pero sí lo hace normalmente el que posee el Zamora". Es su experiencia en Elche. Su obsesión por "la seguridad defensiva como punto de partida" tiene su sostén en aquella vivencia.

Fue casi infalible como local (15 victorias), firmó 21 partidos con su portería a cero... y tuvo a Generelo como capitán en el campo. Hoy es su ayudante. Otro dato clave.

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