Jordania

Olvidar la guerra emulando a Luis Suárez o Mikel Rico

Los dos principales equipos aragoneses participan en una iniciativa de La Liga en el segundo mayor campo de refugiados del mundo, en Jordania.

Dos jóvenes 'fichajes' de los clubes aragoneses en el campo de refugiados de Za'atari.
Dos jóvenes 'fichajes' de los clubes aragoneses en el campo de refugiados de Za'atari.
HERALDO

Nada parte más vidas que una guerra. Los conflictos armados provocan la pérdida de familiares y de hogares, privan a los adultos de sus trabajos y dejan a los niños sin escuelas, parques o calles en las que jugar. Por eso, amén de buscar soluciones en busca de la paz, resulta importante que los afectados, sobre todo los más pequeños, recuperen la sonrisa. Que encuentren un oasis en tan cruel desierto y se puedan aferrar a momentos de ilusión.

Es lo que llevan haciendo desde hace meses los niños sirios que se enfundan las camisetas del Real Zaragoza, del SD Huesca y de otros clubes españoles en el segundo mayor campo de refugiados del mundo. En Za’atari, en el norte de Jordania, compiten más de 750 chavales en dos campeonatos -uno masculino y otro femenino- promovidos por La Liga española, en el que además de hacer deporte y divertirse, los peloteros y sus entrenadores adquieren formación en valores para afrontar el día de mañana.

El conjunto zaragocista en Jordania posa antes de un envite.
El conjunto zaragocista en Jordania posa antes de un envite.
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El balón echó a rodar el pasado mes de julio y la iniciativa ya está dando sus primeros frutos. “El proyecto entronca con los valores que desde La Liga queremos transmitir. Tenemos sobre el terreno a dos formadores, que además pueden expresarse sin problemas en árabe, que transmiten conocimientos futbolísticos a árbitros y entrenadores, tanto hombres como mujeres, que a su vez educan a los niños y niñas. Es una iniciativa que busca ser inclusiva, dar formación y permitir a los jóvenes tener una ocupación constructiva en su tiempo libre”, explican desde la LFP.

En los vídeos facilitados por La Liga se ve a niños y niñas de diferentes edades defender con pasión los colores de los distintos equipos (33 de los 42 que se baten el cobre entre Primera y Segunda) que han puesto su granito de arena en forma de equipaciones completas, botas, espinilleras, balones… Entre los jugadores, desde el prisma aragonés, destacan los que emulan, con el león en el pecho, a Luis Suárez, Soro o Raúl Guti, así como los que defienden la cruz de San Jorge como lo harían Okazaki, Mikel Rico o Pulido. 

El equipo oscense, en el campo de refugiados de Za'atari.
El equipo oscense, en el campo de refugiados de Za'atari.
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Algunos de los jóvenes talentos apenas conocen otro universo que el que ofrece los límites del campo de refugiados, creado en 2012 a diez kilómetros de la frontera con Siria. Lo que inicialmente comenzó como una improvisada colección de tiendas acabó por convertirse en un asentamiento urbano que sirve de hogar a más de 77.000 personas. De ellas, alrededor de un 55% son menores de 18 años y un 20% no rebasan los cinco años. En Za’atari se producen una media de 80 nacimientos semanales. 

Ese estrecho horizonte que ofrece la improvisada ciudad no impide que tengan sueños de futuro. Los hay que quieren convertirse en médicos deportivos o entrenadora de fútbol. Otros, tal y como declaran ellos mismos, son capaces de reconocer los aprendizajes recibidos entre partido y partido, como "el compañerismo y el respeto" o aprender "a relacionarnos con chicos y chicas, a querernos, a respetarnos y a tener deportividad cuando ganamos o perdemos". 

Controlar la ansiedad

La base del proyecto se sustenta sobre dos educadores, el madrileño Izzat Jandali, psicólogo de ascendencia siria, y Javier García, entrenador UEFA malagueño. Ambos estructuran las jornadas de trabajo en torno a las sesiones de entrenamiento y las competiciones, que se complementan con la formación de entrenadores y árbitros. En las clases, de carácter teórico-práctico, no solo se abordan los aspectos técnicos específicos, sino que también se trabaja la formación en valores y el rol de educador. 

Además, en los entrenamientos se incluyen técnicas con las que enseñan a los niños y niñas a controlar el estrés y la ansiedad, algo fundamental en el proceso traumático al que se enfrentan. También se busca que aumenten su capacidad de concentración, potencien su creatividad y puedan mejorar las relaciones interpersonales, para que el conflicto deje en ellos el menor número de secuelas posible. Porque lo más importante para estos pequeños no es ganar la liga, sino crecer como personas y sentar las bases de un futuro que, a buen seguro, aguarda al final de la guerra.

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