Los campos de césped artificial no se mueven de Aragón: las verdaderas consecuencias de la nueva normativa

Expertos y fabricantes analizan el cambio en el reglamento sobre la hierba artificial para los campos de fútbol y las consecuencias que tendrá en la Comunidad.

Campo del Fleta, en Zaragoza, uno de los últimos de la capital aragonesa que cambió la tierra por la hierba artificial.
Campo del Fleta, en Zaragoza, uno de los últimos de la capital aragonesa que cambió la tierra por la hierba artificial.
Oliver Duch

No, no será necesario volver a los campos de tierra y a los balones Mikasa. Pero las instalaciones de césped artificial deberán cambiar en los próximos años de forma obligatoria. Durante esta semana saltó una noticia que alarmó a clubes, administraciones públicas, jugadoras… Una nueva normativa europea amenazaba con poco menos que acabar con los campos de césped artificial, hoy por hoy fundamentales para la práctica del fútbol base, aficionado y regional. Al bajar el balón al suelo, nunca mejor dicho, se ha podido comprobar que esto no va a ser así. No volverán los tacos de aluminio y los charcos de barro. Pero algo va a tener que cambiar.

El origen de la noticia es un reglamento aprobado por la Comisión Europea para tratar de acabar con los microplásticos. Se trata de esas partículas sintéticas inferiores a 5 milímetros que son difícilmente biodegradables y que acaban en el medio ambiente. Dañan el ecosistema y, además, al propio ser humano, ya que muchos son ingeridos por animales que luego comemos.

¿Y en qué afecta esto al fútbol? La respuesta está en esas pequeñas bolitas negros de caucho que se esparcen en los campos de hierba artificial -y que luego acaban por todos los rincones de la casa cuando salen de la bolsa con la ropa de entrenar-. Son trocitos de caucho proveniente de neumáticos triturados que, al ser inferiores a 5 milímetros y no ser biodegradables, se consideran microplásticos. Para los campos de fútbol son fundamentales, ya que permiten que el bote del balón sea el adecuado y amortiguan los impactos de los jugadores con el suelo.

Jesús Anzano, catedrático de Química Analítica de la Universidad de Zaragoza, señala que ese caucho “tiene componentes tóxicos”, con lo cual “se debe prohibir”. “Tiene plomo, zinc, compuestos orgánicos volátiles… todo ello puede generar muchos problemas para la salud. Y no hay que perder de vista que ahí hay niños corriendo y jugando”, señala. Como todos los microplásticos, “con la lluvia o el riego pueden acabar en las aguas residuales, puede llegar a los ríos y ser contaminación importante para el medio ambiente”, por lo que Anzano aplaude la decisión de la Unión Europea.

La normativa entrará en vigor el 17 de octubre de 2031. A partir de entonces, lo que se va a prohibir es la venta de estos rellenos de caucho. Es decir, los que estén instalados no tendrán que retirarse, pero desde entonces estará prohibido comprar más para reponerlos cuando sea necesario, ya que poco a poco el relleno se va ‘escapando’ de los campos.

Los fabricantes entran ahora en una batalla contrarreloj por ver quién consigue la mejor alternativa

¿Qué pasará entonces? Los dueños de las instalaciones, administraciones públicas principalmente, deberán hacerse con rellenos que se adapten a la normativa. En el mercado ya hay alternativas, de productos orgánicos que sí que son biodegradables, o que superan los 5 milímetros de tamaño, por lo que dejan de ser considerados microplásticos. Los fabricantes entran ahora en una batalla contrarreloj por ver quién consigue la mejor alternativa -en relación calidad-precio- para la nueva necesidad que se va a abrir.

En Mondo Ibérica, multinacional italiana radicada en Aragón, son expertos en la fabricación de césped artificial. En su planta de Borja fabrican la hierba que luego instalan en los alrededor de 120 campos de fútbol y 2.500 de pádel que luego instalan por todo el mundo cada año. Desde Aragón fabrican un césped compuesto con una manta (la hierba) compuesta por filamentos de polietileno, unidos a través de una base de poliometano. Para usarse, necesita dos rellenos, una primera capa de arena de sílice, que hace de lastre para que no se mueva el campo, y una segunda de relleno técnico. Del famoso caucho.

Ignacio Mercado, director comercial de Mondo Ibérica, admite que actualmente “un elevado porcentaje” del relleno usado es de caucho, aunque apunta que en su gama de productos “también hay rellenos orgánicos, naturales, que no generan este problema”. “Hay una labor de investigación y desarrollo tremenda con corcho, fibra del coco, corazones de mazorca de maíz triturados, huesos de aceitunas… se están haciendo pruebas”, señala.

De momento, de esas primeras pruebas se están observando “rendimientos muy variados”. “Algunos no tienen suficiente peso y los desplaza el viento, otros se pierden con la lluvia… Son comportamientos diferentes, y mecánicamente el bote del balón no es igual que el caucho. En esto se está trabajando”, señala Mercado. Este responsable de Mondo lanza un mensaje de “tranquilidad”: “Los campos van a seguir funcionando y quien ha puesto este césped no tiene ningún problema en seguir usándolo. Hay una moratoria de ocho años este tipo de relleno y después, cuando tengan que recebar los campos, habrá otros materiales para hacerlo”. Eso sí, estas alternativas a día de hoy son más caras. Mercado cifra el encarecimiento en “entre un 10% y un 35%”.

Un relleno habitual en otros países

Desde Aragón, la empresa Pocana 2011 es subcontratada por empresas grandes para instalar una gran cantidad de campos de fútbol por todo el mundo. En Zaragoza ha puesto recientemente los que ha renovado el Ayuntamiento de Zaragoza y los de la Federación Aragonesa de Fútbol. Cada año instala unos cien, algunos de ellos en Estados Unidos, en casi toda Europa… Marius Simion Todica es su propietario. Cuenta que ya trabaja con materiales orgánicos, habituales en países como Alemania, Francia o Italia. Aunque en España ya ha instalado alguno, dice que aquí “vamos los últimos” en este proceso.

Según su experiencia, con los rellenos orgánicos “hace falta más mantenimiento”, y este resulta “más costoso”. “Trabajo con viruta de madera, maíz, huesos de olivas… En Navarra hemos puesto uno y cada año metemos 9.000 euros de corcho al año, cuando un campo normal requiere unos 1.200 euros de mantenimiento”, señala. Cree que los fabricantes “encontrarán una buena solución” y, mientras tanto, confía en que al césped artificial le quede “una larga vida”.

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