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Muere José Luis Violeta, el León de Torrero

El exjugador zaragocista ha fallecido víctima de un cáncer en Zaragoza. Fue el último de los Magníficos que se retiró.

José Luis Violeta, en una imagen de hace unos meses.
José Luis Violeta, en una imagen de hace unos meses.
Heraldo

Muere el Rey León. “Se ha ido Violeta, me he quedado solo”, acertaba a articular Xavi Aguado en medio del llanto. 473 lágrimas emocionadas como los 473 partidos oficiales en que uno y otro defendieron la camiseta del equipo aragonés. Así se despedía del León de Torrero, de José Luis Violeta (Zaragoza, 1941), símbolo eterno de un Real Zaragoza al que dejó huérfano este jueves, víctima de un cáncer detectado hace apenas unas semanas. Ha fallecido en hospial Miguel Servet, donde permanecía desde el pasado lunes.

Uno y otro, otro y uno, coincidieron hace apenas dos meses en ese reportaje, en esa foto para el 18 de marzo, fecha de la fundación del club, que sintetizaba como ningún otro daguerrotipo los 90 años de vida del Real Zaragoza. Gestos, palabras, instantes únicos para entender por qué el Zaragoza no morirá jamás. Jamás es jamás. Paseando por Independencia rumbo a la plaza de España, hacia el escenario en que se festejaban los triunfos de antaño, Violeta y Aguado esgrimían argumentos para siempre valederos. Mucho más ahora mismo, en este instante del adiós. “Antes de que me lleven definitivamente a mi barrio (Torrero era el barrio Violeta, además de camposanto zaragozano), quiero ver al Zaragoza en Primera”, dijo Violeta. Ciertamente, su último deseo lo verá desde el cielo.

Violeta estaba hablador esa mañana. Xavi Aguado escuchaba con respeto y cariño, con la devoción que profesaba y profesará por siempre hacia el Rey León. Y allí contó Violeta que se incorporó al Real Zaragoza desde su equipo filial, el Juventud, cuando lo fichó Paco Cubero. Y que fue futbolista por casualidad, pues no jugó desde los 14 a los 18 años. También se le daba bien a la bici, pero en 1960 pasó a entrenar con el primer equipo zaragocista. Allí inició un itinerario sin parangón de fidelidad absoluta a Zaragoza y al Real Zaragoza, club al que regresó tras ser cedido en 1962 al Calvo Sotelo de Puertollano junto a Chema Encontra.

José Luis Violeta, junto a Xavi Aguado, en una imagen tomada el pasado mes de marzo.
José Luis Violeta, junto a Xavi Aguado, en una imagen tomada el pasado mes de marzo.
Heraldo

A su vuelta a La Romareda, narró cómo Carlos Lapetra se le acercó un día y le dijo que le hiciera caso, que iba a ser futbolista y de los ‘barbis’, de los buenos, que le sobraban condiciones físicas y técnicas para triunfar en el fútbol. Le hizo caso Violeta. Acertó Lapetra. Así se incorporó Violeta como centrocampista a ese Real Zaragoza que enseñó a España y Europa entera cómo se juega a esto del pelotón, al Zaragoza de Los Magníficos. Y consideró que, aunque digan que los magníficos eran cinco, en verdad eran muchos más. Y que gozó como nunca jugando con esos genios que danzaban con los ojos cerrados, independientemente de quién fuera el entrenador. Y que lloró como un niño cuando llegaron las primeras copas, en 1964 ante el Atlético de Madrid (2-1) y en 1966 ante el Athletic de Bilbao (2-0), cuando dieron una lección de fútbol en Leeds. También, el día que fue citado por primera vez por la selección española absoluta en 1966. Incluso consideró que con más magníficos, con más jugadores del Real Zaragoza, España habría liado una gorda en el Mundial de Inglaterra de 1966.

Pero por encima incluso de los años de gloria, Violeta se sentía especialmente orgulloso de no haber abandonado el Real Zaragoza jamás. Periclitada la Era Magnífica (con adecuadas mayúsculas), llegaron años de vacas flacas. En ese instante, el Real Madrid de Santiago Bernabéu intentó ficharle. Pero Violeta dijo que no, siendo el puente junto a Manolo González sobre el que se edificaría el segundo gran equipo del Real Zaragoza, el de Los Zaraguayos, donde haría raya atrás como defensa. Del deleite de mover el balón como nadie junto a Marcelino, Santos, Villa, Canario y Lapetra, a crear un equipo ganador junto a Cacho Blanco, Javier Planas, García Castany, Nino Arrúa y Lobo Diarte. Pero sobre todo, citándolo una y otra vez, reiterándolo hasta la saciedad, su necesidad de pertenencia al Real Zaragoza. Además, 14 presencias en el equipo nacional, 14 internacionalidades que serían equivalentes, entre amistosos y bolos varios, a más de medio centenar de hoy.

Referente indiscutible de una época, trozo esencial de un sentimiento. Igual que el gran amigo que encontró en la selección española, José Ángel Iríbar. A los dos les gustaba la ensalada con poco aceite y sal... Iríbar, el mejor portero del mundo, solo quiso jugar en el Athletic de Bilbao, y solo jugó en el equipo de su tierra, en el Athletic Bilbao. Igual que Violeta, que pudo jugar donde le hubiera dado la gana, hasta en el Real Madrid, y solo jugó en el equipo de su tierra, en el Real Zaragoza. Todo eso llora hoy el zaragocismo. Llora por el jugador que en más ocasiones ha defendido su camiseta, por el futbolista que solo entendió el fútbol desde el Real Zaragoza, por futbolista que por encima incluso del mismo fútbol amaba al Real Zaragoza.

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