Cautivados por la QH

La cita reúne este sábado en el pirineo aragonés a cerca de 11.000 participantes.

Quebrantahuesos
Quebrantahuesos y Treparriscos 2013_4
JAVIER BLASCO




¿Qué mueve a 11.000 personas a enfrentarse a un reto casi insoportable? ¿Qué les empuja a mantener una encendida ilusión por participar en una cita de perfiles descomunales, de exigencias asombrosas y de esfuerzo casi inhumano? Este día 21, como cada tercer sábado de junio desde hace ya casi un cuarto de siglo, miles de enamorados de la bicicleta, cautivados por su magia, se citan en Sabiñánigo para disfrutar de una aventura admirable: un recorrido infernal de 200 kilómetros que, en singular paradigma, empuja a la gloria de la conquista de la meta.


A primera hora de la mañana, un océano de bicicletas espera con infinita paciencia -o impaciencia- el banderazo de salida para participar en una cicloturista por la que han suspirado a lo largo de un año. Sobre el asfalto, en ese suspiro previo al arranque se agolpan miles de kilómetros de entrenamientos, horas robadas en busca de la puesta a punto, empeños por arrancarle segundos al cronómetro, y méritos, y orgullos en cada convicción por desgastarle al camino una pedalada más; y otra; y otra?

Dientes de una temible sierra

Cada cabeza y cada corazón tienen grabadas las obligaciones de un recorrido por el que la inmensa mayoría ya han cabalgado. 198,97 kilómetros -según marca el rutómetro oficial- a lo largo de los que se dibujan los dientes de una temible sierra: la subida al Somport y su bajada; el ascenso al Marie Blanque; y el Portalet; y la 'tachuela' insufrible de el alto de Hoz antes de enfilar el camino hacia la meta, en Sabiñánigo, el mismo sitio que los participantes habían dejado atrás seis o siete u ocho o nueve o diez? horas atrás.


El desfile se ha iniciado a primera hora, con ese asalto descontrolado camino de Somport. Ahí, las fuerzas se despilfarran en alarde que los expertos saben que poco a poco irá pasando factura después; tal vez en el Marie Blanque, en esas rampas durísimas en busca de la primera mitad del recorrido; o seguramente en el Portalet, en ese ascenso eterno en el que el ciclista busca casi con desesperanza una cima que se hace puerta del cielo.


Desde allí, la búsqueda de una llegada en Sabiñánigo a la que aún le falta ese ascenso de Hoz que se convierte en un puerto fuera de categoría para el castigado corredor, que intenta explicarle a su propia cabeza por qué sigue dando una pedalada más, y otra, y otra?


A su vera, la Treparriscos, su hermana menor, con 85 kilómetros por entre las carreteras del Pirineo y el ascenso al Cotefablo que sirven de experiencia y de puente antes de afrontar el salto sin red que exige la participación en siempre mítica Quebrantahuesos.


Anunciaba la organización, a lo largo de las distintas presentaciones, que todo está ya listo, que nada se deja al azar del desarrollo de la prueba. Cuenta la cita con la garantía de la capacidad de organización de la Peña Edelweiss; y el respaldo de Octagon, promotores de grandes citas y eventos deportivos, que se han sumado al proyecto para darle solidez a una iniciativa asentada y consolidada a lo largo de los años.


Ya se sabe que las cifras que manejan los promotores, conforme al número de participantes, son siempre mareantes: se trata de garantizar el adecuado avituallamiento, la atención a los corredores durante la celebración de la prueba y después, la promoción del evento en la feria previa?

Preocupación por la seguridad

Aunque si hay una cuestión que rodea la puesta en marcha del evento es, sin duda, la preocupación por la seguridad. Resulta casi obsesiva la insistencia de los organizadores sobre una cuestión clave en el desarrollo de la cicloturista y, al mismo tiempo, tan compleja ante el elevadísimo número de participantes.


La búsqueda de fórmulas para evitar, en lo posible, los accidentes ha movido a los impulsores de la prueba a adoptar medidas que minimicen -en la medida de lo posible- los riesgos. Así, siguiendo la estela de lo que ya se llevó a cabo el año pasado, una gran mayoría del trazado de Quebrantahuesos (excepto el acceso de Sabiñánigo a Biescas, que se hará por un carril abierto de la N-260) y la totalidad del trazado de Treparriscos permanecerán cerradas al tráfico durante el tiempo en el que discurra el paso de los corredores.


En esta línea, al margen del trabajo que se viene realizando en los últimos años, tanto la Peña Edelweiss como Octagon han apostado por un cambio en la llegada a Sabiñánigo, circunvalando la localidad hasta llegar al mismo lugar, en Pirenarium, aunque en sentido contrario. Los impulsores creen que así se permite una mejor movilidad.


La cita, a la que el empuje y el empeño de la Peña Edelweiss han convertido en clásica, se ha hecho un hueco en el calendario del cicloturismo, se ha ganado el reconocimiento internacional y acomodo entre las mejores pruebas del panorama internacional.


Y su estela en la zona pirenaica y en todo Aragón es admirable, tanto desde el punto de vista económico como de la repercusión del desarrollo de la carrera. Porque este 21 de junio, además de las decenas de miles de personas que se concentran en el entorno de Sabiñánigo, muchos otros cientos de miles, millones, vuelven la mirada para conocer los entresijos y las novedades de una prueba cautivadora.


La trascendencia de la carrera tiene, además, un efecto llamada. Muchos exciclistas y deportistas se marcan como objetivo el reto, siempre complejo, de cumplir con nota la cicloturista. Las carreteras se adornan con la presencia de corredores admirados, que han levantado pasiones en los mismos aficionados a los que la Quebrantahuesos une. En la puesta de largo de la prueba, la organización ya esbozó una pequeña lista de inscritos, entre los que se encontraban desde Miguel Indurán hasta la montañera Edurne Pasabán o el exfutbolista David Albelda. Y han sido clásicos participantes desde el actual entrenador del Barcelona, Luis Enrique Martínez, hasta el cantante de OBK Miguel Arjona, el presentador Antonio Lobato o los exatletas Martín Fiz y Javier Moracho. Bajo el paraguas admirable de la prueba comparten asfalto participantes de todo tipo, a los que aglutina una misma pasión: su amor por la bicicleta.


Mucho antes de este sábado, los ciclistas han recorrido ya decenas de veces esas rampas admirables del Marie Blanque, la cuesta sempiterna del Portalet y han hecho real en sus sueños el reconocimiento por haber logrado el reto de llegar a meta.


Hoy, por fin, lo harán realidad en una aventura formidable: la Quebrantahuesos.