fIESTAS DEL PILAR

El Día del Pilar y el atavío de los sentimientos

Antaño la indumentaria distinguía la procedencia o clase social, pero ahora cada 12 de octubre es un lenguaje que une a los oferentes de camino a la Virgen del Pilar.

Mantón para un día de fiesta.
Mantón para un día de fiesta.
Francisco Jiménez

Unos motivos naturales bordados dan color a un elegante mantón de ala de mosca. Se aprecia que es antiguo. "Tendrá más de cien años", lo confirma Inés Velasco, quien lo porta sobre su espalda. Esta joven lo ha lucido en alguna Ofrenda de Flores, aunque cree que este año optará por otro. "Llevarlo es una responsabilidad, significa portar sobre tus hombros el legado del pueblo aragonés", sostiene Velasco mientras lo acaricia.

En su caso, es una herencia, por lo que la prenda adquiere todavía más valor. "Era de una vecina muy mayor que falleció sin descendencia y lo legó a mi familia", explica esta amante del folclore. A pesar de tener más de un siglo, el estado de conservación de esta pieza –que bien se puede considerar una joya– es excepcional. Cada 12 de octubre se visten prendas con esencia. Como ese mantón, unas pertenecieron a antepasados, otras fueron confeccionadas por una mañosa abuela, también pueden ser regalos o el homenaje a la tierra donde se encuentran las raíces. Así, los sentimientos también visten con el traje regional.

Mantón de ala de mosca, con detalles bordados.
Mantón de ala de mosca, con detalles bordados.
Francisco Jiménez

En muchos hogares, preparar las prendas para participar en la Ofrenda de Flores –o bien, en la de Frutos o en el Rosario de Cristal– es como una especie de ritual. Conforme se sacan, se disfruta de lo que significa cada una de ellas. Se planchan con muchísimo más mimo que cualquier camisa actual y se disponen en la habitación como si fuese un muestrario.

Cuando los oferentes bajan por la calle de Alfonso I, con las flores en la mano, es inevitable buscar con la mirada a la Virgen cuando ya casi se llega a la plaza. La frase "yo no soy religioso, pero la Virgen del Pilar tiene algo" cobra sentido en este momento. Es entonces cuando el tiempo se acelera y los segundos parecen convertirse en milésimas. El nudo de las cintas, alpargatas o pañuelos no son los únicos de este día; hay otro en la garganta.

"Mi primera ofrenda fue con 10 meses y desde entonces no he faltado a ninguna"

"El Día del Pilar es muy emocionante para mí", confiesa Iván López, otro joven amante de esta tradición. "Mi primera ofrenda fue con 10 meses y desde entonces no he faltado a ninguna, ni el año de la pandemia que me vestí y me acerqué a dejar unas flores en la fachada de la basílica", añade López mientras termina de anudarse los atapiernas a la altura de la rodilla. Estas cintas rematadas con una especie de borlilla podían llevar un mensaje incluido, normalmente de amor.

"Nosotros vamos de la zona de Fraga, un traje con características piezas como mis zaragüelles o los bobinés y peinados de picaporte de ellas", explican Iván e Inés.

Una pareja ataviada con el traje regional de la zona de Fraga.
Una pareja ataviada con el traje regional de la zona de Fraga.
Guillermo Mestre

A su lado, Carla García y Marcos Langa. "En nuestro caso, vestimos de Alcañiz y varias de las prendas llevan plisados", cuentan a la par que extiende la falda y muestran la espalda de la blusa, respectivamente, donde se aprecian. Todos juntos salen en la Ofrenda con el grupo folclórico al que pertenecen, Estampa Baturra, por lo que además de regalar su ramo a la Virgen, le brindan bailes y cantos aragoneses.

Detalle de los pliegues de la blusa masculina de Alcañiz.
Detalle de los pliegues de la blusa masculina de Alcañiz.
Guillermo Mestre

También Diego Tolosa, que podría ser un zaragozano de a pie, con su chaleco por dentro. Ainhara Peralta opta por un bobiné y Carolina Valeria hace volar su falda de seda con cualquier vuelta. Iván también enseña cómo se ponen el pañuelo en el valle de Chistau, con el nudo por delante y las puntas escondidas. En ese mismo rincón del Sobrarbe las mujeres apostaban por las cintas que, dependiendo del color, tenían una intención u otra, como las que cuelgan del otro conjunto de Carla.

Noelia Ranchal viste de trabajo, a diferencia del resto de sus compañeros. Podría ser para ir al campo, por lo que luce la falda remangada para no mancharla. Esta táctica deja al descubierto el interior de los trajes, lo que se oculta. Delicadas enaguas con vainicas y encajes de bolillos, finos calzoncillos, bordadas camisas...

El grupo de jóvenes de Estampa Baturra.
El grupo de jóvenes de Estampa Baturra.
Guillermo Mestre

La mayoría son reproducciones, ya que pocos tienen la suerte de lucir piezas antiguas, ya sean heredadas o compradas. En baúles de las casas de pueblos se conservaron un día y, tiempo después se volvieron a abrir. Esos arcones se convirtieron en cofres con verdaderos tesoros en su interior, cápsulas que han detenido las décadas. "Este testimonio se repite mucho en la provincia de Huesca, donde el primogénito heredaba la casa", explica Carmen López, directora del grupo Estampa Baturra y su asesora en indumentaria. Esta variedad de trajes y prendas solo es una pequeña muestra del rico legado textil que sale a las calles de la capital aragonesa cada mes de octubre.

"La forma de vestirse es un reflejo de la sociedad en la que se vive. Cuentan la economía, la relaciones entre clases sociales...", sostiene Fernando Maneros, experto en indumentaria aragonesa y quien regenta una tienda que lleva su nombre. Este comercio de la calle de Matías Carrica, en pleno Casco Histórico de Zaragoza, es un ir y venir estos días. "A los oferentes les importa que van a llevar flores a la Virgen, pero cuando se habla de indumentaria se debe ser un poco coherente, por ejemplo, saber si vas de invierno o de verano -indica-. Pero lo importante es disfrutar".

Fernando Maneros, en su tienda de indumentaria de la calle de Matías Carrica de Zaragoza.
Fernando Maneros, en su tienda de indumentaria de la calle de Matías Carrica de Zaragoza.
Francisco Jiménez

Por ejemplo, en cuanto a los protocolos de los actos religiosos, cambia en función del sexo. "Los hombres deberían llevar la cabeza al descubierto, ni sombrero y en ocasiones ni pañuelo. Al contrario de ellas, que se la deberían cubrir con una mantilla o mantellina –apunta Fernando Maneros–. No hay que ser tan estrictos en la Ofrenda de Flores ya que también es un acto festivo, sin embargo, si se debería respetar en el Rosario de Cristal o cuando se accede a la basílica al final de Ofrenda de Frutos".

Los trajes regionales aragoneses también se confeccionaron con las influencias internacionales. Ocurre con los mantones de Manila y con las indianas. "Este tipo de estampados se importó de la India y llegó a Aragón a través de Francia, que era el país que marcaba las modas", menciona Maneros. Los detalles florales y otros motivos se imprimían en telas de algodón que luego se utilizaba en faldas, pañuelos, chalecos o manteletas.

Pero esta no es la única tendencia que se adoptó de los indios, también los abrigados mantones de ocho puntas. "Su tejido es 'cachemire', una lana que provenía de las cabras de la India. Este mantón era una prenda masculina que se extendió por el mundo musulmán y cuando Napoleón conquisto Egipto le regaló varias piezas a Josefina, entonces se puso de moda en toda Europa", continúa con la historia. Así, se admitió en la indumentaria tradicional, solo para las mujeres acomodadas.

Estampado indiana, en una manteleta del traje regional.
Estampado indiana, en una manteleta del traje regional.
Francisco Jiménez

Si las mujeres cubren sus hombros con este tipo de mantones, en el caso de los hombres podía ser con una capa. "Mientras que las negras eran para días de celebración, las marrones se destinaban para las frías jornadas de trabajo", cuenta el experto en indumentaria. Otras prendas del traje masculino que muestra Fernando Maneros son los chibones o elásticos, una prenda semi interior que iba encima de la camisa y debajo del chaleco. Otra son las tocineras, negras y largas para atar con nudo que vestían los tratantes de tocinos. También otras más cortas, las conocidas como mieleras en el Moncayo, ya que las llevaba una familia apicultora de la zona.

Las piernas se cubren con medias –si llevan pie- o calcillas –si terminan en el tobillo-. "Según las requisitorias del siglo XIX, las órdenes de busca y captura que describían cómo iban vestidos los delincuentes para ser identificados, las calcillas eran las más usuales, podían ser con estribo y encima se cubrían con piales", expone el experto mientras enseña unas "de muestras" procedentes de Ricla.

"Abarcas con pelo: tres días con pelo, tres sin pelo y tres con el pie en el suelo"

Para el calzado, había varias opciones. "Las alpargatas más habituales son las miñoneras, en referencia a un cuerpo de seguridad que había en el mundo rural, pero también podían ser de siete vetas o de violín", distingue Maneros. Otra alternativa eran las abarcas de cuero curtido o de pelo, aunque era más comunes las primeras. "Abarcas con pelo: tres días con pelo, tres sin pelo y tres con el pie en el suelo", pronostica entre risas. A la lista se suman los zuecos de madera del Pirineo o los abarqueros del Maestrazgo -con suela de madera y la parte de arriba de esparto-.

Alpargatas para el traje regional.
Alpargatas para el traje regional.
Francisco Jiménez

Los niños no vestían como los adultos hasta la primera comunión. "Hasta que se andaba, llevaban las envueltas, unas piezas de tela rectangulares o mantillas que les rodeaban la cintura y les cubrían hasta los tobillos. Después se les ponía una camisa y una falda, tanto a los chicos como a las chicas. Posteriormente, era una especie de vestidito o bata de algodón", enumera Maneros.

Precisamente, este 12 de octubre muchos 'zagalicos' se vestirán con el traje regional. Sin ser del todo conscientes, se convertirán en un eslabón más de ese legado indumentario que un día dejaron sus antepasados. Los 'maripís' se quedan en casa.

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