Una quedada de adolescentes en Zaragoza para hacer botellón termina en una presunta violación

La menor denuncia que uno de los chicos la agredió tras quedarse dormida por efecto del alcohol.

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Edificio Fueros de Aragón de la Ciudad de la Justicia
Francisco Jiménez

Una noche de escapada y fiesta de adolescentes con abundante alcohol ha terminado ante un tribunal de menores con uno de ellos acusado de violación. El hecho no es aislado ni mucho menos, pues los datos revelan que los delitos contra la libertad sexual aumentaron un 18,2% en Aragón en 2023, parte de ellos cometidos por menores.

Los escenarios suelen ser parecidos, como el del siguiente relato: una noche de sábado cuatro amigas, adolescentes de entre 13 y 14 años, quedan para salir. Primero piensan cenar en algún sitio, pero cambian de planes y deciden ir a beber en el parque de Pignatelli de Zaragoza. El alcohol, vodka y ron, se lo compra en un supermercado un adulto al que no conocen de nada, pero le piden el favor y él se lo hace. Sobre las 21.30 una de ellas se va a casa. El resto decide llamar a dos amigos, uno de 17 años y otro de 15, a los que unas conocen de vista y otras solo por Instagram. Los invitan a sumarse a la fiesta porque dan por descontado que les van a sobrar bebidas.

Los dos chicos aceptan y están con ellas en el parque hasta que, entre las 23.00 y las 24.00, uno propone ir a su casa, ya que esa noche está solo. Todos acceden, incluida la menor de 13 años, la cual tenía que estar en su domicilio a las 21.30, pero no cumple y, además, apaga el teléfono para que no la localicen sus padres. Estos, preocupados, acabarán yendo esa misma noche a una comisaría para denunciar su desaparición. Es la primera vez que no vuelve a casa a su hora y sus progenitores están angustiados.

Mientras, en el piso del amigo, entonces de 17 años, la fiesta va bien. Incluso bajan a un chino a comprar más alcohol. Las bebidas empiezan a hacerles efecto y las chicas, que han consumido más, están mareadas. La adolescente de 13 años va al baño y el de 17 la acompaña. Allí se empiezan a besar y tienen relaciones sexuales consentidas, completas y sin preservativo. Terminan y se unen al grupo para seguir bebiendo.

Cuando el cansancio les vence, los cinco se van a una habitación y es ahí cuando se complica la cosa. Al final, no quedará claro quién se acuesta en el colchón y quién en el suelo. La cuestión es que la chica de 13 años asegura que el de 17, aprovechando que se quedó dormida fruto del cansancio y la ingesta de alcohol, se puso sobre ella en la cama y la volvió a penetrar vaginalmente. La adolescente no recuerda haberle dicho nada en ese momento al joven, pero sus dos amigas le contaron luego la oyeron decir «que no» varias veces. Tampoco se acuerda de haberle dado su consentimiento. Lo que sí sabe es que cuando por fin volvió a casa se lo contó a su madre, quien trató de convencerla para denunciarlo, lo que hizo el 23 de septiembre.

El menor niega haber tenido más relaciones sexuales con ella que las que mantuvieron voluntariamente en el baño. Afirma que cuando se fueron al dormitorio estuvieron hablando y, como era tarde, sugirieron que los chicos dormían en el suelo y las tres chicas, en la cama. Además, al poco, dos de ellas empezaron a vomitar. Él y su amigo lo limpiaron y dieron la vuelta al colchón, según explicó, y luego, como las dos estaban mareadas, se quedaron en el suelo y ellos, en la cama. Cuando se despertaron el día siguiente, la joven estuvo normal y no hizo mención a ninguna agresión sexual.

El examen psicológico concluyó que su relato tiene "elementos compatibles con un testimonio creíble" y su estado emocional -depresivo y con ideaciones suicidas- es congruente y compatible con los hechos denunciados "caso de ser hallados ciertos". Mientras, el análisis psicológico del joven revela que es introvertido, tranquilo y reservado. En su declaración afirmó que no sabe por qué la chica dice lo que dice.

Sin embargo, la Fiscalía, con todo lo anterior, mantiene que el joven es autor de un delito de agresión sexual y se le debe imponer una medida de tres años de internamiento en un centro cerrado, seguida de otros tres de libertad vigilada. La abogada de la denunciante, Rocío Notivoli, sostiene lo mismo pero eleva la pena a cinco años. Por su parte, el letrado del investigado, Fernando Rodríguez Burgués, defiende la inocencia de su cliente y pide la absolución.

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