Eva Bach, pedagoga: "Se asocia lo emocional a la debilidad y vulnerables somos todos"

La experta en educación emocional en la infancia y juventud participó en Zaragoza en un curso organizado por FAIM y la Universidad San Jorge.

Eva Bach, pedagoga y escritora.
Eva Bach, pedagoga y escritora.
Oliver Duch

Eva Bach (Manresa, 1963) es pedagoga y maestra, experta en la introducción de la educación emocional en los ámbitos educativo y familiar en España. Recientemente impartió en Zaragoza un curso de comunicación afectiva y efectiva con adolescentes, en la sede del Grupo San Valero. Se trata de una iniciativa impulsada por la FAIM, Fundación para la Atención Integral del Menor y la Universidad San Jorge.

En su faceta de escritora cuenta con obras como 'Madres y padres influencers', con 50 herramientas para entender a los adolescentes; 'Educar para amar la vida' y 'Adolescentes, qué maravilla'.

Su campo es la pedagogía en niños y adolescentes. ¿Cómo era Eva Bach en su infancia?

Era una niña que hacía preguntas y me las hacía. Me cuestionaba. Era muy observadora y muy curiosa y me preguntaba cosas. Me preguntaba el porqué, para qué, pero entonces, a finales de los años sesenta, había una falta de respuesta del mundo adulto a la infancia.

¿No la tomaban en serio?

Todo lo que sucedía causaba un impacto emocional fuerte ya fueran enfermedades, muertes, rupturas, conflictos familiares, pero tenías que limitarte a ser mera observadora. No había ningún tipo de acompañamiento. Me di cuenta de que las niñas nos quedábamos solas ante algo que era inmenso y que no sabías por dónde coger. No te ayudaban a transitar.

"Al final culpamos a la gente triste de su tristeza, porque no es suficientemente capaz de manejarse con su vida o sus emociones. O porque no es suficientemente agradecida y no mira lo bueno, sino que se recrea en lo malo. Esto no tiene ninguna consistencia porque puede ver lo bueno pero tener una tristeza muy grande"

¿La situación emocionalmente era peor en los niños?

Sí. Para los niños era peor porque con las niñas todavía se utiliza el lenguaje emocional, pero está la cuestión de que se asocia lo emocional a la debilidad, cuando vulnerables somos todos. Vulnerabilidad es, etimológicamente, la posibilidad de ser herida y podemos serlo todos. Ahora va habiendo un giro, pero lento. Queda mucho por hacer. Lo que estoy constatando es que subsisten muchos malentendidos y se nos cuelan de forman automática. Hay que hacer un trabajo de cambio y solo se puede hacer desde la práctica. Hay que poder expresar la tristeza, pero a la mínima que un niño llora le decimos que no llore. La tristeza tiene que ser acompañada, es un impulso instintivo, necesita dar tiempo y escucha.

¿Cuesta reconocer que se está mal?

Hay un poco de todo. Al final culpamos a la gente triste de su tristeza, porque no es suficientemente capaz de manejarse con su vida o sus emociones. O porque no es suficientemente agradecida y no mira lo bueno, sino que se recrea en lo malo. Esto no tiene ninguna consistencia porque puede ver lo bueno pero tener una tristeza muy grande. Si siento tristeza me hago una persona más humana y soy mucho más cercana, puedo sintonizar más fácilmente con las personas y conectar con las tristezas de otras personas y del mundo.

Suele haber cierto pudor también y se tiende a ocultar.

Si escondo la tristeza, no solo va a crecer en la sombra y me va a dar otros síntomas y desajustes, sino que me va a producir una desconexión de mi y lógicamente de las otras personas. Estamos tan lejos o tan cerca de las otras personas como de nuestras emociones.

¿La pandemia nos ha ayudado a ganar en empatía?

Tengo mis dudas, por lo que veo, aunque pensábamos que sí. Quizás nos ha ayudado a salir del armario en cuanto a emociones que asociamos con la debilidad como la ansiedad, la tristeza, la depresión, el miedo… Han salido muchas más personas referentes, en el ámbito de la música, etc, que han manifestado estar en proceso de depresión y ansiedad y esto sí que lo ha facilitado la pandemia. El impacto emocional ha sido fuerte para todas las personas.

"Hace falta una apuesta muy seria de país por la salud emocional porque tiene que ver con la mental. Estamos hablando de un crecimiento de problemas salud emocional y es un pilar de la mental"

"Cuando una persona está mal emocionalmente tiene más conflictos. Hay somatizaciones y enfermedades con origen claramente emocional"

Sin embargo, la salud mental se ha incorporado a las conversaciones y a la lista de ámbitos que necesitan reforzarse.

Se ha visibilizado, sí, pero hoy en día quien puede abordar estas cuestiones cuando le superen, estas emociones ingratas -no me gusta el término negativo-, quien puede buscar ayuda cuando las emociones le desbordan es la persona que tiene recursos económicos porque la sanidad pública no llega a todos. Está colapsada. Hace falta una apuesta muy seria de país por la salud emocional porque tiene que ver con la mental. Estamos hablando de un crecimiento de problemas salud emocional y es un pilar de la mental. Una desatención continua o atencion inadecuada si hay un trauma en la infancia, puede acabar derivando en trastornos mentales en la adultez. 

¿Qué puede traumatizar más a los niños?

Por trauma se entiende el hecho de que no solo haya una desgracia sino la negligencia emocional. Tratar a nuestros niños de formas emocionalmente negligentes si se da de manera continua puede acabar causando trastornos mentales. Cuando una persona está mal emocionalmente tiene más conflictos. Hay somatizaciones y enfermedades con origen claramente emocional.

¿La pandemia ha afectado más a la generación de niños y adolescentes?

Hay casos que ya estaban y la pandemia los ha visibilizado. Están los casos que la pandemia ha acentuado, que estaban pero en menor medida. Hay niños que han nacido con las mascarillas, encerrados en casa sin poder ver a la familia, hay una generación de niños así. En la adolescencia se ha interrumpido no solo sus vidas sino su proceso psicoevolutivo. Una cantidad de cuestiones que necesitan para proseguir con su madurez quedaron interrumpidas, como la socialización, la distancia del adulto física y emocional. Y luego están los trastornos que la propia pandemia ha originado.

¿Las pantallas o el exceso de ellas ha sido un factor negativo?

Se ha disparado el uso y abuso, no solo por la pandemia. Con las pantallas ahora nos estamos empezando a dar cuenta de las sombras, de su parte difícil, como dice el psicólogo José Manuel Ubieto. Hasta ahora habíamos visto solo las ventajas de un artilugio adicional a nuestras vidas, pero en la pandemia ha jugado un papel esencial para que se convierta en nuestras vidas porque solo podíamos contactar con la familia a través pantallas o en la educación misma.

"Lo que hay que hacer es poner normas, regular, para que las pantallas no sean intrusos en nuestras vidas que se cuelan y nos manejan"

"Ayudarles a ver su lado oscuro, las comparaciones, la autoestima... Hay que ayudarles a saber escoger para que no escoja por ti el algoritmo".​

En este mundo digital, ¿cómo tendemos puentes con esa generación de jóvenes?

Primero hay que asumir que tenemos una generación de adolescentes que han crecido en otro contexto. Para educar tenemos que mirar el mundo con ojos de este siglo, no de una realidad de la que venimos nosotros. Cómo ayudarlos. Se debe mirar la realidad de las pantallas con ojos actuales, darse cuenta de que estar conectado es sinónimo de que existo, que me estoy perdiendo cosas con el fenómeno FOMO ('Fear of missing out'), de que si me pierdo algo se me va a marginar y me voy a quedar fuera. Ser conscientes de que es una identidad híbrida, somos lo que somos también en lo virtual.

¿No se trata de prohibir el uso de pantallas o de las redes sociales?

Lo que hay que hacer es poner normas, regular, para que las pantallas no sean intrusos en nuestras vidas que se cuelan y nos manejan. Es como si estás en el sofá de tu casa, te entra un mensaje y es como si tienes la puerta abierta de casa y entra alguien y dejas lo que estás haciendo sea descansar o hablar con tu familia. Retrasar el uso tampoco garantiza que cuando eduquemos, eduquemos mejor. Falta realidad, ayudar a ver su lado oscuro, la apariencia en las redes, las comparaciones, la autoestima... Hay que ayudarles a saber escoger para que no escoja por ti el algoritmo.

¿Los padres ya no son referentes, los han cambiado por 'influencers'?

Para el libro 'Madres y padres 'influencers'' que escribí con Montse Jiménez, encuestamos a 1.500 chicos y chicas. Les preguntamos si seguían a 'influencers' y el 75% los seguían, y era 2019, antes de la pandemia. Pero cuando preguntábamos a quién admiraban era a alguien cercano: padres, madres, abuelos… Admiraban a personas que les daban ejemplos de vida que eran para ellos inspiradores o contenían mensajes de cómo ser una persona que lucha por lo que quiere, que sabe ser ella misma, con sueños, etc.

Entonces, ¿hay esperanza?

Hay esperanza, claro que sí, pero siempre que vean en sus padres a una persona que sonríe, que disfruta de la vida, que está conectada.

A veces es difícil con el ritmo vida actual y el estrés del trabajo o mayor si no se encuentra. 

A algunos adolescentes al preguntarles qué era lo que menos les gustaba de los adultos, un 20% respondió que nos veían rayados, estresados y amargados. Si esos valores los encaramos con cara de amargados, van a buscar otro referente en las redes. No hay un instrumento de navegación tecnológico que tenga la belleza de un faro y no hay un 'influencer' que se nos resista si tenemos luz propia, belleza humana fuera de las pantallas.

"Los niños nacen con capacidad de observar, pero les damos una pantalla como chupete y distracción para que no molesten. Se deben crear mometnos bonitos de interacción, de descubrimiento de la naturaleza y de relaciones. Es básico que no haya pantallas antes de los tres años"

​"Para tranquilizar a los padres y madres diré que el 90% de adolescencias terminan bien, aunque en algún momento pensamos que van a terminar mal"

​"Una de las etapas en las que he crecido más como persona ha sido en la adolescencia de mis hijos"

Ahora desde niños no hay nada mejor que un móvil o una tablet.

Hay que empezar desde pequeños a tener momentos de contemplación pura. Los niños nacen con capacidad de observar, pero les damos una pantalla como chupete y distracción para que no molesten. Se deben crear mometnos bonitos de interacción, de descubrimiento de la naturaleza y de relaciones. Es básico que no haya pantallas antes de los tres años y que cuando se den sea muy poco, siempre con el adulto y tiempos delimitados.

Cuando se es madre y pedagoga, ¿resulta más fácil ver estas situaciones y corregirlas o cuesta más?

Yo he pasado por lo mismo que todos los padres. El libro ‘Adolescentes, qué maravilla’ lo escribí a raíz experiencia con mi hijo mayor. Si la escribo después del pequeño hubiera escrito más cosas (sonríe). Cada uno es distinto. Al dedicarme a lo que me dedico tuve más perspectiva y elementos de reflexión, de tranquilización y herramientas, pero emocionalmente también tuve mis preocupaciones y sufrimiento. Ahora el mayor tiene 34 años y el pequeño 31. Para tranquilizar a los padres y madres diré que el 90% de adolescencias terminan bien, aunque en algún momento pensamos que van a terminar mal. Yo pensé que igual iba a tener que retirarme si acababan mal...

¿Algún consejo que sirva para todos los adolescentes?

No juzgar, tener una mente flexible, corergir conductas, pero de forma amorosa, con determianción pero con ternura. La firmeza con amor es una de las claves. Y mantener la paciencia. Una de las etapas en las que he crecido más como persona ha sido en la adolescencia de mis hijos.

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