Juslibol-El Zorongo, unidos a la fuerza en un barrio rural, inician el camino a la segregación

Vecinos del núcleo histórico y de la urbanización privada estudian cómo separar sus caminos tras 22 años de convivencia impuesta. 

De derecha a izquierda, Pablo Sanz, de Juslibol, y Darío Navarro, de El Zorongo.
De derecha a izquierda, Pablo Sanz, de Juslibol, y Darío Navarro, de El Zorongo.
Guillermo Mestre

Lo único que tienen en común Juslibol y El Zorongo es que pertenecen al término municipal de Zaragoza y al mismo barrio rural. Ni por historia, ni por necesidades urbanísticas y sociales tienen nada que ver. Conviven, por obligación, en un mismo barrio rural, porque desde fuera se decidió en 2002 separar a la urbanización privada de San Juan de Mozarrifar, al que había quedado adscrita. Tras años de convivencia forzosa y meses de intereses encontrados, los vecinos plantean iniciar el camino hacia la segregación. Aunque será el Ayuntamiento de Zaragoza el que tendrá la última palabra, pues deberá aprobarlo en pleno.

La elección del alcalde de Juslibol-El Zorongo se vivió este año con una intensidad inusual. Los residentes de la urbanización tenían mucho interés en poder participar. Tal fue así, que fletaron un autobús para ayudar a los vecinos a recorrer los 13 kilómetros que les separaban de las urnas. Y ganaron. Javier Ortega, independiente, es el primer residente de fuera de Juslibol que 'gobierna' el barrio. El malestar estaba justificado. La gota que colmó el vaso fue el mes que pasaron los mil residentes sin agua de boca por la rotura de una tubería, un problema que ni la junta ni el Ayuntamiento solucionaron.

Ostentar la Alcaldía no garantiza tener capacidad de ordeno y mando. En la junta vecinal, con cuatro vocales del PP,  uno del PSOE y otro de Vox, hay mayoría de vecinos de Juslibol. Y todos los votos cuentan. 

La de Juslibol-El Zorongo fue la última junta vecinal que se constituyó. No conseguía Ortega cuórum suficiente, porque los vocales, por motivos médicos y personales, excusaban su participación. O directamente no acudían. Cuando al fin se logró, Pablo Sanz, presidente de la Asociación de Vecinos San Pantaleón, aprovechó el turno de ruegos y preguntas para destapar la caja de los truenos al abrir el debate sobre la segregación. Y vaya si lo consiguió.

Los rápidos movimientos de los vecinos contrastan con la lenta burocracia municipal. Para conocer los trámites a seguir, remiten al Reglamento de Participación Ciudadana. Alterar los límites territoriales de la ciudad no es frecuente. Años de pleitos tardaron los vecinos de Villamayor de Gállego en retomar su categoría de pueblo y 'escapar' de la capital. En este caso, los propósitos serían distintos, pues lo que buscan es separarse en dos barrios.

En El Zorongo intentaron en 2008 convertirse en concejo local para tener una mayor autonomía de gestión y control. Así podrían contar con un presidente, cuatro vocales y un representante de cada asociación de vecinos del núcleo (estos, con voz y sin voto) y dispondría de recursos económicos propios para su autogestión. Solo dependerían de una junta vecinal o de distrito para cuestiones administrativas cotidianas, como los empadronamientos, y serían consultados sobre las actuaciones municipales en el concejo. El PSOE lo propuso, y después lo descartó.

Los vecinos del Zorongo quieren ir más allá en esta ocasión. Así lo indican Darío Navarro, vocal de Vox, y Armando Herrero, de la junta de la comunidad, que apuestan abiertamente por la segregación. "Hasta ahora El Zorongo ha recibido 400 euros anuales de un presupuesto de 86.000 y nada de los 150.000 euros de inversión mínima por el convenio de la DPZ. Cuando se quiera repartir la tarta va a ser conflictivo. Si nos segregamos, no lo será", detalla Armando. Los dos explican que tienen la "sensación" de que los residentes de la urbanización apoyan la segregación. "Los vecinos tendrán que decidir", sostienen. Y si aceptan el proceso, que quieren completar en un año, comenzará.

Han iniciado un proceso de escucha para plantear algo que sea "real". Importa la opinión de los tres núcleos de población: Juslibol (800 residentes), El Zorongo (1.000) y Los Pinos (unos 600), separados físicamente y con problemáticas muy diferentes.

En la urbanización, los "únicos" servicios que aporta el Ayuntamiento son el autobús urbano y la recogida de basuras. Disponen, como zonas comunes, de unos locales donde están el bar, oficinas, una iglesia, la piscina, una casetas con buzones de correos y una barrera que restringe el acceso a El Zorongo.  

Pablo Sanz, de Juslibol, asegura que desde el núcleo histórico del barrio "no quieren echar a nadie". La decisión quedará, en todo caso, en manos de El Zorongo, que puede elegir entre ser concejo local, quedar adscrito a Parque Goya II o convertirse en barrio rural. Están abiertos al diálogo, porque "cada uno mira por necesidades que son totalmente distintas".  Considera que el problema de El Zorongo para ser otro barrio rural podría estar en la barrera que tiene la urbanización a la entrada y la "privacidad" del espacio.

En el Ayuntamiento de Zaragoza, siguen con atención desde Vox los pasos que dan los vecinos del Zorongo. "Si los vecinos lo piden, por la distancia y la problemática distinta que tienen, lo apoyaríamos", dice Julio Calvo, su portavoz. No tendría coste para el Ayuntamiento, aunque sí se tendrían que redistribuir los ingresos entre los barrios rurales. A la hora de iniciar los trámites la primera palabra la tienen los vecinos de El Zorongo y Juslibol. 

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