patrimonio

El sueño del 'paseo del Ebro' que permitía llegar en barca hasta el Pilar

En 1927 el Ayuntamiento convocó un concurso para el "embellecimiento de la ribera". Uno de los anteproyectos destacados planteaba una escalinata y multitud jardines mudéjares. 

Uno de los dibujos que Secorun Orga presentó en su memoria.
Uno de los dibujos que Secorun Orga presentó en su memoria.
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La basílica del Pilar, entonces, aún tenía una sola torre. Había numerosas cuadras y viviendas particulares pegadas a la Lonja y la visión de la ribera del Ebro no era todo lo idílica que los próceres deseaban. Así, hace casi cien años se el Ayuntamiento convocó un concurso para el "embellecimiento del paseo del Ebro", en lo que hoy se corresponde con parte del paseo de Echegaray y Caballero. ¿En qué consistía? ¿Cuánto llegó a realizarse y cuánto no?

En el Archivo Municipal del palacio de Montemuzo se conservan algunas estampas bellísimas con la firma del arquitecto Marcelino Secorun Orga. Tan especiales son estas recreaciones que, incluso, están expuestas en una vitrina de la mesa central del palacio junto a otros dibujos de la Torre Nueva o de antiguas puertas y efímeros arcos de triunfo de la ciudad.

Comparativa del proyecto y la actualidad

La urbanización de lo que entonces se llamaba "el paseo del Ebro" dio no pocos quebraderos de cabeza a los urbanistas de la época, pues sabían de la necesidad y urgencia de adecentar la zona pero, a la vez, tenían que asumir importantes expropiaciones en lo que es la trasera de la basílica del Pilar. Hay registros de cómo el arquitecto municipal Miguel Ángel Navarro había firmado el proyecto de ensanche del paseo incluyendo "la expropiación necesaria de una gran finca de propiedad privada".

"Secorun Orga elaboró propuestas de reforma para ambas orillas del Ebro, a su paso por Zaragoza", explican en el Consistorio, donde cuentan también con planos y recreaciones de cómo debían quedar los miradores al río desde el Arrabal y Macanaz. "El anteproyecto intentaba crear una zona de esparcimiento y atracción para los ciudadanos entre la fachada norte de la ciudad y el propio río, con espacio para tránsito de personas bajo arbolado, jalonado por diversos hitos arquitectónicos a modo de templetes y formas diversas que incorporaban figuras escultóricas", continúan.

Detalle de la escalinata que se planteaba para alcanzar la basílica.
Detalle de la escalinata que se planteaba para alcanzar la basílica.
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Todos estos elementos están profusamente detallados en la memoria, donde aparecen dibujos de "los aparatos de luz y los soportes de conducción aérea" -entonces todavía existían los faroleros que las prendían diariamente a mano- y de un buen número de pérgolas y balaustradas. Es curioso cómo se diseñan una suerte de jardines, con bancos de azulejos y arcos florales, que parecen tener cierta inspiración mudéjar o que recuerdan lejanamente a los de los Reales Alcázares de Sevilla. El arquitecto no deja nada al azar y de su lápiz salen también los alzados y secciones de fuentes decorativas, algunos palomares e, incluso, un banco-biblioteca.

Todo en los jardines estaba diseñado: desde los bancos hasta las fuentes.
Todo en los jardines estaba diseñado: desde los bancos hasta las fuentes.
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Lo más singular de la propuesta es, sin duda, la posibilidad de habilitar "unas escalinatas para acceder al transporte público fluvial" a las puertas de la basílica e, incluso, dársenas para pequeñas barcas. Obviamente no se entra hasta la sacristía en embarcación, pero sí que se recrean unas escalinatas, unos metros más abajo de lo que hoy sería el Náutico, que dejarían a los visitantes a pocos pasos del templo. En la "perspectiva de conjunto" que ofrece el arquitecto se adivina también el tipo de embarcación, que se parece sorpresivamente a lo que fueron los ebrobuses de la Expo. Una barca de tamaño medio con un entoldado y en la que viajan felices una veintena de pasajeros, ajenos a dragados, remolinos y demás inclemencias de las aguas.

Hay que tener en cuenta que en la época, insistimos 1927, no solo faltaban tres torres por construir aún en el Pilar sino que la zona pensada para llegar con barcas sería aproximadamente donde hoy desemboca el puente de Santiago, que se inauguró 40 años más tarde.

El corte de cómo debería quedar la ribera de la margen derecha.
El corte de cómo debería quedar la ribera de la margen izquierda.
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Detalle de los pretiles que facilitarían las vistas del río.
Detalle de los pretiles que facilitarían las vistas del río.
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Este bellísimo proyecto, para el que se convocó un concurso según informa el HERALDO del martes 4 de octubre de 1927, nunca llegó a realizarse. De hecho, la convocatoria pública en cuyo jurado figuraba -entre otros- el prestigioso arquitecto Francisco Albiñana quedó desierta. A la memoria de Secorun que ilustra este reportaje se le concedió un premio de 1.500 pesetas, "proponiéndose además una compensación a los gastos realizados por el autor". 

La siguiente información de HERALDO acerca del "embellecimiento y la urbanización del paseo de Ebro" ya llega unos pocos años después, en 1931, con un amplio reportaje en el que se explicita que "aquel concurso quedó desierto porque ninguno de los proyectos presentados se estimó realizable, pero sirvió de base obligada y estímulo para impulsar la reforma". De hecho, esta información se publica a los pocos días del estreno los arreglos en la ribera que, finalmente, fueron obra de Marcelo Carqué y se ejecutaron por un importe de 107.777,86 pesetas, bajo la contrata del constructor Marcelino López Ramos.

Página del especial del Pilar de 1931 en el que se ahonda sobre la reforma de la ribera.
Página del especial del Pilar de 1931 en el que se ahonda sobre la reforma de la ribera.
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De aquellos trabajos surgió una "moderna y limpia avenida" y "el viejo pretil tosco y polvoriento se sustituyó por una elegante barandilla de hierro que no oculta la hermosa perspectiva". Es divertido leer cómo se dice que antaño, antes de 1931, "el paseo era un lugar retirado y melancólico por donde discurrían escasas parejas de novios románticos". Ahora (hace 90 años) es una "alegre avenida predilecta del gran público", aunque se dice que es imprescindible que se vayan sustituyendo viejas edificaciones que restan lustre a la Lonja y el Pilar. 

"Es necesario que se ahuyenten los establos que allí abundan" y "que desaparezca la vieja cárcel siniestra con tufillo de ajusticiado", se lee sobre una reforma que trata de dar esplendor al paseo que fue objeto en su día del pincel de Velázquez y acogió "las fiestas, torneos y fuegos de artificio" cuando Felipe II eligió Zaragoza para las bodas de su hija con el gran duque de Saboya.

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