patrimonio

El parque Grande, fin de trayecto para numerosos monumentos históricos

El Ayuntamiento de Zaragoza va a restaurar el monumento a Basilio Paraíso, cuya ubicación original fue el paseo de Pamplona. Hasta el área verde llegan piezas artísticas después de un periplo por media ciudad.

Tres monumentos, en sus ubicaciones originales, antes de recalar en el parque.
Tres monumentos, en sus ubicaciones originales, antes de recalar en el parque.
Heraldo

Parece una regla no escrita del urbanismo zaragozano: cuando no sabes qué hacer con una fuente, un quiosco o un monumento… llévalo al parque Grande. Algunos de los rincones más icónicos del pulmón verde de la cuidad están engalanados con piezas que inicialmente no fueron ideadas para esta ubicación. El quiosco de la música, la fuente de Neptuno o el monumento a Basilio Paraíso de la Exposición Hispano-Francesa, tan de actualidad estos días, son algunos ejemplos.

En postales históricas y numerosas fotos de los archivos se ven monumentos en plazas y paseos del centro de la ciudad, antes de que las sucesivas reordenaciones provocaran su exilio al parque. Hay hitos, bustos, columnas, arcos, fuentes… Esta misma semana el Ayuntamiento de Zaragoza ha informado de la inminente restauración del monumento a la Exposición Hispano-Francesa de 1908, que se encuentra al final del paseo de los Bearneses. Se trata de una escultura con la que se le rinde homenaje al empresario Basilio Paraíso, que protagonizan una alegoría de Zaragoza en forma de león de bronce junto a dos angelotes en mármol. 

La fuente de Neptuno, cuando estaba en lo que hoy es la plaza de España.
La fuente de Neptuno, cuando estaba en lo que hoy es la plaza de España.
AMZ

La ubicación original de esta pieza fue el paseo de Pamplona, junto a la salida del que se llamaba en aquel momento camino de los Cubos (hoy Doctor Cerrada), frente al Paraninfo y Capitanía. En un principio se pensó ubicarla en la plaza de Santa Engracia, como marco de acceso a los terrenos donde se levantaron los pabellones efímeros que acogieron la muestra de 1908, y se barajó también la posibilidad de instalarla en la plaza de San Miguel. La presión del tráfico y la reforma del paseo de Pamplona hizo que en 1947 se desmontara de su ubicación original y, tras pasar unos años en barbecho en los almacenes, los munícipes decidieron recolocarlo en 1951 en el parque Grande. Es cierto que no está en una ubicación privilegiada y que a muchos viandantes puede pasar desapercibido, pero el monumento a Basilio Paraíso está llamado a adquirir más relevancia y ganar protagonismo en el parque.

Otro de los ejemplos paradigmáticos del cementerio de elefantes (artísticos) en el que se ha convertido el parque Grande también ha estado de actualidad en los últimos días: la estatua de Neptuno, a la que han tenido que talar las palmeras de alrededor tras el feroz ataque del picudo rojo, presidió durante años la plaza de España (antes de San Francisco y, después, de la Constitución) antes de acabar sobre la fuente de la Princesa en una glorieta del parque. Hace unos días, los responsables de la web de dinamización cultural Gozarte recordaban en sus redes sociales la historia de esta pieza que no tiene desperdicio.

Una vista del Quiosco de la Música antes de ser trasladado al parque.
Una vista del Quiosco de la Música antes de ser trasladado al parque.
AMZ

Cuentan que fue la primera fuente que existió en la ciudad y que llegó de mano de los franceses tras los Sitios de 1809, pues no concebían que en una ciudad como Zaragoza -tan habituada a los pozos en las casas- no hubiera fuentes. Se encargó el monumento para sustituir a la Cruz del Coso, un templete que indicaba -según la tradición cristiana- el lugar en el que se habían torturado a los innumerables mártires. La fuente se colocó en 1933 y se inauguró -ya con agua- en 1845, en conmemoración del juramento como princesa heredera de la futura Isabel II. No obstante, su “vocación viajera” -bromean en Gozarte- le haría pasar largas temporadas yendo de lado a lado de la ciudad. Fue en 1903 cuando se sustituyó por el actual monumento a los mártires y a Neptuno, a quien prometieron que iría a Balsas de Ebro Viejo, no le quedó más remedio que exiliarse a unos almacenes de cantería antes de volver a ver la luz unos pocos años en la ribera de Macanaz. Otra vez fue movido de la arboleda y ya en 1946 encontró acomodo definitivo en el parque.

“Fue la primera fuente de agua potable que se instaló en la ciudad -confirman fuentes municipales-. Se ubicó en lo que hoy es la plaza de España y tomaba el agua del Canal Imperial. El desagüe lo hacía a través de una alcantarilla para verter las aguas sobrantes en el Huerva”, explican.

Una vista desde el interior del quiosco de la música, en la plaza de los Sitios.
Una vista desde el interior del quiosco de la música, en la plaza de los Sitios.
AMZ

Los zaragozanos que ya peinen canas recordarán también que el Quiosco de la Música -que ahora trata de recuperarse, por ejemplo, con los conciertos de Zaragoza Florece- ha sido también de lo más itinerante. Este templete, considerado uno de los mejores ejemplos del modernismo zaragozano, fue construido también con motivo de la Exposición Hispano-Francesa en los terrenos de la antigua Huerta de Santa Engracia. Es obra de los hermanos José y Manuel Martínez de Ubago y Lizarraga, que se esforzaron en lograr una obra dinámica, elegante y en la que el hierro adquiere formas ondulantes y orgánicas. 

En 1908 se estrenó en lo que hoy sería la plaza de lo Sitios, en 1912 fue trasladado al paseo de la Independencia y, en 1924 volvió durante unos años a su ubicación primitiva, a pocos metros del Museo Provincial, también obra de la Exposición de 1908. No fue hasta la década de 1960 cuando se trasladó al parque Grande, donde ha estado un tanto fuera de contexto y bastante desaprovechado. En 2008 fue declarado Bien de Interés Cultural, si bien eso no le ha librado de asaltos, percances y actos vandálicos como el ataque que sufrió con una retroexcavadora en febrero de 2017 por parte de tres jóvenes ebrios.

Por descontado, hay muchos otros monumentos por la ciudad que han experimentado no pocas mudanzas (véase el ‘danzante’ Augusto Prima Porta o la Cruz de los Caídos, que estaba en la hoy fuente de la Hispanidad y acabó recalando en el cementerio) sin recalar en el parque. No obstante, es cierto que los recovecos y muchos metros cuadrados del área verde (hasta 280.000) lo hacen idóneo para acoger todas aquellas piezas que el Consistorio desea que permanezcan en el espacio público pero no saben muy bien dónde… Cabe reseñar que en alguna circunstancia se ha dado el ejemplo inverso, esto es, que una pieza ideada para otra zona de la ciudad se ha hecho fuerte dentro del parque. Es el caso del monumento a Fleta, que -cuentan- se encargó para que presidiera la avenida que lleva el nombre del tenor y que, desde su creación en 1979, la figura de bronce puede verse en el paseo de los Bearneses.

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