zaragoza

El bellísimo Ayuntamiento que nunca fue

En 1924 el arquitecto Miguel Ángel Navarro concibió un palacio como nueva Casa Consistorial para Zaragoza. El proyecto previsto en la antigua huerta de Santa Engracia nunca llegó a fructificar.

La gran fachada, de 160 metros, daría a la plaza de Castelar, hoy rebautizada como de los Sitios.
La gran fachada, de 160 metros, daría a la plaza de Castelar, hoy rebautizada como de los Sitios.
Heraldo

Desde el siglo XII ya existía la que iba a ser la primera Casa Consistorial de Zaragoza: era la conocida como ‘Casa del Puente’, estaba situada entre la Lonja y el puente de Piedra, y fue sede oficial del concejo desde la Edad Media y hasta su derribo a comienzos del siglo XX. En 1912 el Ayuntamiento se trasladó al antiguo convento de Predicadores, en la plaza de Santo Domingo, de forma provisional. El arquitecto municipal Miguel Ángel Navarro –hijo del afamado Félix Navarro– recibió en 1924 el encargo de diseñar una nueva Casa Consistorial y, según se lee en el proyecto que lleva su firma, su "osadía" se limitó "a bosquejar la portada de este gran edificio, como ensayo de enlace de nuestra tradición artística con las actuales orientaciones y necesidades".

Imaginó Navarro un palacio bellísimo, con una portada evocadora de las construcciones "del Renacimiento hispano-árabe" y "un balcón sostenido por cariátides representativas de la agricultura y de la industria". Calculaba que podría hacerse en cuatro años y que costaría unos cuatro millones de pesetas de la época, si bien especulaba con solicitar al Estado la enajenación de diversos inmuebles para abaratar la obra.

Este impresionante Ayuntamiento fue objeto de planos, alzados y recreaciones varias, nunca dio el salto del papel. Corrían unos convulsos años 30 y el proyecto se antojaba «poco realista», con lo que una vez iniciada la Guerra Civil ya nadie se acordó de él. Con el paso de los años cayó en el olvido hasta que en 1965 se inauguró el nuevo, sobrio y austero Ayuntamiento de la plaza del Pilar que hoy todos conocemos. No obstante, la ensoñación de Navarro puede consultarse en el archivo municipal, en un expediente que conserva sus reflexiones y sus pretensiones, como la de recuperar las estructuras torreadas y los coronamientos almenados «semejantes al de los campanarios del Salvador y de San Martín de Teruel».

Tracerías neomudéjares

En los ejemplares de HERALDO de hace ahora un siglo y un año se lee cómo "en sesión del 21 de diciembre de 1921 el Ayuntamiento aprueba por unanimidad la construcción de una nueva Casa Consistorial en los solares de la antigua huerta de Santa Engracia". Aquel fue el primer impulso a un proyecto, del que poco se vuelve a saber hasta 1924 cuando se hace el encargo al arquitecto municipal Miguel Ángel Navarro. La ubicación del palacio dio mucho de lo que hablar en la época, pues se discutieron posibles emplazamientos como los de la plaza de la Constitución (hoy de España) e, incluso, el Teatro Principal, pero ambos se desecharon como «soluciones impracticables». Otras posibilidades que se plantearon a comienzos del siglo pasado fue el de instalar las dependencias municipales en La Caridad (previa permuta con la Academia Militar) o en el Museo Provincial, pero finalmente se optó por ubicarse en la plaza de Castelar (hoy de los Sitios), en la zona de la antigua huerta de Santa Engracia que hoy limita con el paseo de la Mina.

Recreación de uno de los interiores, que se conserva en el expediente.
Recreación de uno de los interiores, que se conserva en el expediente.
Sipca

En 1924 se aprueba el proyecto, si bien se dice que «la disposición de dependencias se acepta con carácter provisional puesto que cuando la Casa se haga habrá de acoplarse a las necesidades que entonces rija». La andadura comienza con polémica pues, por ejemplo, desde la Cámara de Comercio se dice que no es el momento de "grandes proyectos y palacios suntuosos", "cuando no están debidamente atendidos servicios municipales como la pavimentación de las rondas". En el debate, el entonces alcalde Juan Fabiani asegura que no trata de "promover nada que se pueda soportar" sino de "iniciar grandes obras que quienes nos sucedan continuarán oportunamente". En las crónicas de la época se justifica que "desde 1876 se siente el deseo o prurito de tener una Casa Consistorial digna de Zaragoza". Se dice, además, que "se aproxima la apertura del Canfranc" y la ciudad, "con todo su abolengo", apenas ha disfrutado hasta la fecha de alojamientos humildes. Mucho se discute sobre la "oportunidad del momento", pero poco sobre "un proyecto magnífico", que debería "aprovechar la piedra acopiada en la exhuerta de Santa Engracia" para su cimentación.

Según la idea de Navarro, la fachada principal del edificio tendría unos 160 metros de longitud y fascinaría por sus tracerías neomudéjares. Confiaba el arquitecto en el cubrimiento del Huerva para lograr "un hermoso bulevar de 60 metros de anchura", junto a un solar de 5.205,14 metros cuadrados en los que se preveía la construcción. El enorme edificio pretendía alojar en su interior servicios como los de "la Casa de Socorro, el laboratorio municipal o los parques de limpieza e incendios", así como "salones indispensables a la vida de relación de la ciudad". Tendría cuatro pisos de altura, comunicados por cuatro escaleras de acceso, de las que una sería majestuosa para peatones y carruajes. Al margen de numerosas «galerías circundantes», destaca el propio arquitecto "la torre o campanario, símbolo de las libertades (...) y representación genuina del poder comunal". En la planta principal estaría el salón de sesiones, "con su fumadero o jardín de invierno", las tribunas públicas, los salones de fiestas y el despacho del alcalde. El conjunto tendría "inimitables detalles arábigos propios de las torres aragonesas" y pórticos según "la tradición de origen italiano de los antiguos mercados que se alojaban en las casas consistoriales".

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