Zaragoza

Medio siglo de lucha vecinal en el barrio de San José de Zaragoza

La asociación del distrito cumple medio siglo en 2023 con decenas de logros a sus espaldas y todavía fuelle más que suficiente para enfrentarse a nuevos retos.

Miguel Ezquerra, Paco Luján, Juan Carlos Crespo y Carmen Valencia, en la asociación.
Miguel Ezquerra, Paco Luján, Juan Carlos Crespo y Carmen Valencia, en la asociación.
Guillermo Mestre

El que hoy es uno de los barrios tradicionales y consolidados de Zaragoza, hace medio siglo no era más que una zona de la ciudad en pleno, y en un comienzo precario, nacimiento. Colmenas de edificios poblados por familias jóvenes, muchas de ellas llegadas del campo, en medio de calles de tierra y barro, sin rastro de asfalto y ni siquiera alumbrado. Faltaban servicios y equipamientos e incluso unas condiciones mínimas de seguridad. Al calor de esas circunstancias nació y se hizo decisiva la asociación vecinal de San José, que en 2023 cumple 50 años luchando por mejorar el distrito, pero en la actualidad con retos que son muy diferentes.

Surgió en 1973, en un primer momento bajo el nombre de asociación de cabezas de familia, porque en aquellos años, todavía bajo los últimos coletazos de la dictadura franquista, solo los hombres tenían permitido formar parte de este tipo de colectivos. Sin embargo, la actual presidenta, Carmen Valencia, asegura que en San José «siempre hubo mujeres que participaron».

Durante los primeros años de vida de la agrupación se reivindicaban, explica, «las cosas que más hacían falta». «No había guarderías, colegios, ni centros de salud», menciona. De hecho, en 1976 HERALDO informaba en sus páginas de que 6.000 niños debían salir cada día del barrio para ir a clase. Se necesitaron, recuerdan desde la entidad, «decenas de asambleas, montones de manifestaciones, tiradas de panfletos» y hasta «una plantada popular de 2.000 pequeños pinos» para que con el tiempo se fueran construyendo todos los centros educativos que existen hoy en día.

La urgencia de que cubrieran la multitud de acequias que plagaban entonces la vía pública (en Joaquín Sorolla, María Moliner, Tejar o la Travesía Puente Virrey) fue otra de sus luchas iniciales. La trágica muerte de un niño ahogado desencadenó una manifestación ilegal de más de 3.000 vecinos para protestar por el triste suceso y exigir medidas. Y con el tiempo el barrio se fue convirtiendo en lo que es ahora.

Su fuerza provenía del «masivo apoyo» de los vecinos. Y aunque con el paso de las décadas muchas cosas han cambiado, desde la entidad consideran que ese carácter reivindicativo todavía permanece en las calles de San José. Entre sus logros estrella, citan la conversión de los terrenos de la antigua fábrica textil de Pina, tras un sinfín de obstáculos y una década de espera, en el jardín de la memoria, todo un símbolo del movimiento vecinal zaragozano. Diez mil personas acudieron a la inauguración en 1992.

También evitaron que la vieja Harinera se derrumbase y renació en 2016 con un nueva vida convertido en un espacio cultural y comunitario, de carácter municipal pero gestionado por los propios vecinos. Recientemente, el barrio también ha aplaudido la prolongación de la avenida de Tenor Fleta, que ha permitido abrir una conexión directa con el Tercer Cinturón.

Pero todavía quedan muchos retos por delante. En primer lugar, cita Valencia la construcción de un nuevo centro de salud, pues consideran que el actual «se ha quedado pequeño» y carece de algunos servicios necesarios, como salud mental o fisioterapia. También piden que el Canal Imperial se convierta definitivamente en un corredor verde y que algunas calles, como la del 12 de Octubre, pasen a ser de cota cero.

Las necesidades sociales no son las mismas que hace medio siglo. Frente al barrio en crecimiento de sus inicios, ahora se trata de un distrito envejecido, y donde «a los jóvenes se les expulsa sistemáticamente» por la dificultad de acceder a una vivienda. Por eso, apuestan por la construcción de pisos públicos de alquiler en los suelos de la antigua Alumalsa.

La asociación está preparando con el colegio María Moliner una suerte de cápsula del tiempo digital con la idea de que dentro de otros 50 años vuelva a abrirse. La falta de relevo generacional es uno de los asuntos que preocupan, por lo que quieren aprovechar para lanzar un mensaje: «Seguimos aquí, vamos a seguir aquí y necesitamos gente para seguir conquistando logros para el barrio».

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