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Kamal revive su pesadilla: "Me tiró el ácido y corrió; fue un segundo, pero cambió mi vida"

El joven al que desfiguraron el rostro en Caspe con ácido sulfúrico relata ante el tribunal el cruel ataque que lo marcó para siempre. El sicario que perpetró la emboscada calla y la cuñada del chaval niega haber ofrecido 500€ o droga por el 'trabajo'.

Juicio este lunes en la Audiencia de Zaragoza
Los acusados, con el presunto autor material del ataque inclinado hacia adelante.
Guillermo Mestre

Nunca es fácil enfrentarse al pasado. Pero aún menos cuando allí habitan los demonios que obraron para hacer de tu vida una pesadilla. Sin embargo, eso es lo que hizo ayer Kamal Mouloudi. Casi cuatro años después de ser desfigurado con una botella de ácido, con una entereza y un coraje encomiables, el chaval –que por entonces tenía 17 años– subió al estrado de la Audiencia Provincial para revivir el mal sueño del que «poco a poco» empieza a despertar. Porque, como quedó patente en la sala de vistas, el tratamiento psiquiátrico y psicológico, pero sobre todo el cariño y los cuidados de su familia y amigos, están siendo la mejor cura para suturar las cicatrices.

«A las 14.30 salí del instituto. Seguí el camino de siempre. Al llegar a mi calle, me encontré con un amigo y hablamos un rato. Quedamos en vernos después en el gimnasio», recordó Kamal. Aún no sabía que ni ese día ni en muchos otros volvería a ver a su colega, porque unos metros más adelante le aguardaba una encerrona que pudo ser mortal y por la que ahora la Fiscalía pide casi 60 años de cárcel para sus presuntos autores

«Cuando hablaba con mi amigo, vi pasar al autor material, llevaba una braga subida por encima de la nariz y una capucha. No sabía quién era, pasó de lo largo y pensé que se iba. Después, al subir las escaleras hacia casa, se abalanzó sobre mí, me tiró el ácido y salió corriendo. Fue solo un segundo, pero cambió por completo mi vida», confesó Kamal con un hilo de voz. En un acto reflejo,  puso los brazos para que el contenido de la botella no le alcanzara el rostro, sin lograr evitarlo. 

«Estaba a unos 20 metros de casa, así que salí corriendo y empecé a dar patadas a la puerta», contó. Además de su madre, allí se encontraban dos de sus hermanos. Uno de ellos, Ayoub, rememoraba ante el tribunal cuán terribles fueron aquellos minutos. «Los gritos de Kamal eran horrorosos. Yo estaba escuchando música con los auriculares y aún así pude escucharlos. Hamid –su otro hermano– y yo bajamos corriendo», narró.

Al ver el estado en el que se encontraba el benjamín de la familia –tenía ya el rostro y parte del cuerpo quemado, la ropa desintegrada...–, lo metieron enseguida bajo la ducha. Tal era la cantidad de ácido corrosivo que llevaba Kamal, que,«solo de tocarlo» sus dos hermanos también se quemaron. Uno de ellos salió en busca del agresor, pero este ya había huido. Kamal fue trasladado en helicóptero a la Unidad de Quemados del Hospital Miguel Servet de Zaragoza. Estuvo 63 días hospitalizados, varios de ellos en la uci, y tras un sinfín de operaciones, sigue pendiente de volver a pasar por el quirófano.

Sabían quién había sido

Los Mouloudi intuyeron desde el primer momento quién estaba detrás del cobarde ataque. «Sabíamos que eran los Giménez Clavería al cien por cien. Ya nos habían amenazado. Y eran los únicos en el pueblo con quienes teníamos problemas», explicaron tanto Ayoub como Hamid.

Kamal y sus dos hermanos recordaron que días antes de los hechos incendiaron la puerta de su casa cuando dormían. «Nunca se pudo demostrar que fueran ellos, pero no pudo ser nadie más», declararon. Ytodo porque Sara Giménez Clavería no aceptaba que su marido, Yahya Mouloudi –hermano de los otros tres– hubiera decidido poner fin a su matrimonio y marcharse de España sin dar explicaciones. Al menos, esa es la conclusión a la que llega la familia de Kamal.

Por estos hechos, ocurridos el 3 de mayo de 2019, se sientan en el banquillo seis acusados. El hombre al que la Guardia Civil detuvo como presunto brazo ejecutor, Aitor Gordillo Grimal, consiguió retrasar un día el comienzo del juicio al renunciar el lunes in extremis a su abogado. Cuando ayer el presidente de la Sección Sexta, Francisco Picazo, le preguntó si quería declarar, fue breve: «No voy a responder a nada».

La cuñada de Kamal, Sara Giménez Clavería, a la que representa José Luis Melguizo, dijo que conoció al presunto sicario cuando su tío, José Giménez Clavería –también acusado– le encargó unas obras en una vivienda de un familiar. Trabajos que, de ser verdad que se planificaron, nunca se ejecutaron. Según esta, Aitor se quedó a vivir en una casa okupa de Caspe y entre ellos se fue forjando una relación sentimental. «Pero yo no le ofrecí ni a él ni a nadie dinero por arrojar ácido a Kamal», declaró la mujer, aunque fue desmentida por un testigo protegido que aseguró que le propuso el ‘trabajo’ por 500 € de cocaína y otros tantos en efectivo.

Lo que sí reconoció Sara Giménez es que, el día del ataque vio por la tarde a Gordillo y    tenía varias quemaduras. «Le pregunté: ¿No habrás sido tú? Y me confesó que se le había ido la cabeza al verme a mí sufrir tanto con la separación». En cualquier caso, ella niega que ideara la emboscada o amenazara a la familia Mouloudi, ni siquiera cuando fue a Alemania en busca de su marido.

El Recortao, como llaman a José Giménez, explicó que conocía al sicario porque coincidieron en la cárcel y al saber que hacía «pegotes» contactó con él para hacer unos arreglos. «En ningún momento le ofrecí dinero, droga, alojamiento o manutención por arrojar ácido a Kamal», declaró el encausado, defendido por Mariano Bonías. Este viajó también con su sobrina a Alemania para localizar a Yahya, pero igualmente rechazó cualquier tipo de amenaza hacia él o su familia. «Solo fuimos para que firmara el divorcio, dijo.

La acusada Teresa Parra López,    que cuidaba a la madre impedida del Recortao, se contradijo ayer varias veces. «Yo no sabía nada de las amenazas. Y a mí Sara o José tampoco me ofrecieron dinero ni droga por echarle ácido a Kamal», manifestó. Sin embargo, el día de los hechos, ella fue al instituto a ver a su hija, compañera de clase del menor. «Fui para que le dijera que le iban a echar ácido. Lo sabía porque se oía en el pueblo, nada más», señaló la acusada, a la que representa Antonio Fraguas. Pese a querer desmarcarse de lo sucedido, la mujer también reconoció que, la misma tarde de la agresión, fue al bar Labradores de Caspe a recoger a Aitor. «Tenía quemaduras en el ojo y la mano; explicó que Kamal había puesto la mano y le había salpicado el contenido de la botella. No quiso ir al médico y lo llevé a casa de Sara», apuntó.

Los otros dos acusados son Iván Maza Fontoba y Raúl Cortés Giraldo, a los que se considera cómplices por hacer de chóferes para Sara y su tío. Sobre el cruel ataque, los encausados, defendidos por los abogados Luis Moros y Antonio Guiu, dijeron no saber nada.

El tribunal exhibe reflejos para evitar sorpresas

La renuncia del principal acusado, Aitor Gordillo, a su abogado cogió por sorpresa el lunes al tribunal, que se vio obligado a aplazar la vista. El presidente de la Sección VI, el magistrado Francisco Picazo, dijo sospechar que aquella era una «clara maniobra» del presunto sicario para ganar tiempo e intentar salir de Zuera. Porque en mayo cumplirá 4 años en prisión provisional, el máximo que permite la ley. Para impedir una posible fuga, dado que el brazo ejecutor del ataque con ácido se enfrenta a casi 15 años de cárcel, el tribunal exhibió reflejos.

Tras contactar con los dos abogados que según Aitor Gordillo estaban dispuestos a asumir su defensa y saber por boca de ellos mismos que no era así, la sala volvió a señalar para ayer el comienzo del juicio. Nada más comenzar la sesión, Picazo explicó que, dado que el letrado que defiende al sicario es de oficio, no podía negarse a defenderlo, por más que su cliente haya renunciado a él.

Para justificar su decisión, el tribunal se apoyó en una reciente sentencia del Supremo en la que, en un caso «prácticamente idéntico», resolvía que el derecho a la defensa del acusado «no es ilimitado». «Y es una obligación moral de este tribunal frenar aquellas proposiciones que entrañen un abuso del derecho», zanjó Picazo.

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