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El comercio en Torrero: "Los que quedamos vendemos porque nuestra competencia local ha ido cerrando"

Los establecimientos tradicionales que siguen abiertos conviven con los nuevos negocios, muchos de ellos regentados por población extranjera que ha emprendido en este barrio zaragozano.

Arriba, a la izquierda, Olivia Azuaga y, a la derecha, Isabel Blasco. En el centro, los hermanos Estefanía y Héctor Magen. Abajo, a la izquierda, David Sánchez y, a la derecha, Marimar Villuendas
Arriba, a la izquierda, Olivia Azuaga y, a la derecha, Isabel Blasco. En el centro, los hermanos Estefanía y Héctor Magen. Abajo, a la izquierda, David Sánchez y, a la derecha, Marimar Villuendas
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Olivia Azuaga siempre comenta que algún día su establecimiento se llamará 'punto de encuentro' en lugar de Alimentación Azuaga. "En mi tienda coinciden personas que hace años no se habían visto. Tenemos clientes que vienen incluso desde Parque Goya", apunta, poniendo en valor lo que representa el comercio de proximidad en Zaragoza, con su atención personalizada. "Un negocio tradicional se mantiene a puro de mucho tesión", subraya.

Su negocio -especializado en bacalao y congrio y ubicado en la avenida de América- es uno de los más antiguos del barrio de Torrero. Lo inauguró su padre hace casi 60 años y en sus inicios la tienda era la casa. "Lo hemos ido ampliando poco a poco y ahora tenemos encurtidos, charcutería.... y, sobre todo, panadería. Buscamos que todos los productos sean artesanales y de la tierra. La tienda pequeña es necesaria y, a raíz de la pandemia, los jóvenes se han dado cuenta de que es valiosa. En nuestro caso estamos bien (aludiendo al nivel de ventas)", afirma.

También David Sánchez, dueño de Moya Charcutería (en la misma vía comercial), conoce muy bien el barrio; tal y como recuerda, empezó a los 16 años sin nada y se ha hecho a sí mismo. "Ser autónomo de un negocio supone estar todo el día renovándote para hacer las cosas mejor y ser competitivo. Este oficio conlleva horas y riesgos (impuestos, trabas, pocas ayudas...) y la gente lo que quiere es trabajar con un sueldo y arriesgarse muy poco", dice David, que reconoce que su establecimiento marcha viento y popa.

"Ser autónomo de un negocio supone estar todo el día renovándote para hacer las cosas mejor y ser competitivo"

Ambos tenderos coinciden en que el comercio en Torrero está "vivo", al igual que destaca el presidente de la Asociación de Empresarios del Sector Comercial Torrero, Chema Lozano (de Bodegas Lozano, abierta hace 80 años). "Prácticamente se puede comprar de todo sin ser necesario cruzar el canal. Menos tiendas de vino -que solo estoy yo- hay todo tipo de negocios; es muy variopinto. No he echado en falta que hayan cerrado muchos comercios tras la covid; según cierra un local, al poco tiempo está otra vez ocupado", remarca.

Olivia Azuaga, dueña de Alimentación Azuaga, especializada en bacalao y congrio.
Olivia Azuaga, dueña de Alimentación Azuaga, especializada en bacalao y congrio.
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No obstante, David Sánchez pone el acento en el que el barrio comercialmente ha cambiado, en consonancia con la evolución de Torrero, que ha visto crecer el número de población extranjera que ha ido a vivir ahí y ha dado el paso de emprender. Apunta que hace cinco años había dos mercadillos abiertos en la avenida de América y hoy no queda ninguno, entre otros cierres. "Puedes comprar de todo, pero no hay tantas opciones como antes. Los que quedamos vendemos porque nuestra competencia local ha ido cerrando; además de que intentamos hacer las cosas mejor. El 80% de los locales que han cerrado los han cogido pakistanies, chinos... que abren sobre todo bazares, fruterías, carnicerías musulmanas y puestos de telefonía. No por eso es malo sino que ha cambiado la gente. Los que somos de un oficio no tenemos competencia de fuera y los negocios cierran por falta de relevo generacional (tras la jubilación de sus propietarios). ¿A quién formas de aprendiz?", se pregunta. A su lado, su mujer Yolanda Monge critica la falta de limpieza que sufre el barrio y la ausencia de contenedores de reciclaje en "toda la avenida América".

David Sánchez junto a su mujer Yolanda Monge (centro) y otra trabajadora de Moya Charcutería.
David Sánchez junto a su mujer Yolanda Monge (centro) y otra trabajadora de Moya Charcutería.
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En la cercana calle de Lasierra Purroy la visión de un "comercio vivo" no es tan compartida. Cecilia y Rosa, vecinas de toda la vida del barrio, empiezan a enumerar los negocios que han ido echando la persiana y no terminan: joyerías, tiendas de ropa, talleres, pastelerías, peluquerías, guarderías... "Esta calle era divina y ahora se están muriendo los comercios tradicionales", dice la primera. A lo que Rosa añade: "Antes compraba de todo en un trozo de la calle y ahora, ¿dime dónde compro? No queda nada". Mientras, otro vecino comenta rotundo: "Purroy ha muerto. Había comercios de todo tipo y los que cierran no los vuelven a abrir. Quedamos la gente mayor, envejecida".

"Hay comercio en la Avenida de América, pero el resto de las calles del barrio son tiendas que sobrevivimos con la gente mayor"

La dueña de la Floristería Ancora, Marimar Villuendas, también nació en Torrero -concretamente en la calle de La Coruña- y coincide en que el pequeño comercio está desapareciendo. "Soy realista; estoy aquí (en Lasierra Purroy) porque vendo, pero el barrio no está vivo comercialmente. La tienda tradicional está desapareciendo. Hay comercio en la Avenida de América, pero el resto de las calles del barrio son tiendas que sobrevivimos con la gente mayor. Tras los duros meses del coronavirus, abrimos todos los negocios, aunque después ha cerrado mucha gente. Los alquileres han empezado a subir", explica. 

Marimar Villuendas, dueña de la Floristería Ancora, en la calle de Lasierra Purroy.
Marimar Villuendas, dueña de la Floristería Ancora, en la calle de Lasierra Purroy.
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En su caso, enero es un mes flojo de ventas que ha coincidido con el aumento del coste de la vida y una ralentización del consumo en general. "Ha subido el precio de todo y la gente va más a sus prioridades: comida, ropa... Y las floristerías somos los últimos de la fila. También han aumentado su coste; tanto las plantas de interior como la flor de los ramos necesitan mucho calor", ahonda. También Olivia Azuaga, de Alimentación Azuaga, hace referencia a la incertidumbre económica que hace que la clientela tenga que seleccionar más lo que consume. "Los gastos de una casa son mayores (energía, hipotecas...) y eso se nota en la venta del comercio. Los sueldos no llegan para todo", dice.

"No ves más que escaparates cerrados; lo 'online' y las grandes superficies hacen daño al pequeño comercio. Estamos resistiendo"

Por su parte, Isabel Blasco, propietaria junto a su hermana Esther de Copistería Miriam (en Lasierra Purroy), indica que su negocio no está para "tirar cohetes", pero informa de que los vecinos de Torrero son bastante fieles y les gusta comprar en comercio de barrio. "Hay muchos negocios que han cerrado después de la pandemia. No ves más que escaparates cerrados; lo 'online' y las grandes superficies hacen daño al pequeño comercio. Estamos resistiendo", asegura Isabel, de natural "un poco optimista".

Isabel Blasco, dueña de Copistería Miriam junto a su hermana Esther, en la calle de Lasierra Purroy.
Isabel Blasco, dueña de Copistería Miriam junto a su hermana Esther, en la calle de Lasierra Purroy.
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Cati Bazaco, dueña de la herboristería La Colmena (en la avenida de América) junto a sus hijos Estefanía y Héctor (que es fisioterapeuta) Magen, señala que la competencia de los supermercados se nota en todos los comercios de la zona. "Nosotros no nos quejamos. El volumen de ventas no es el mismo que hace siete años, pero vamos trabajando. Estamos agradecidos a la gente del barrio, clientes fieles que vienen a comprar pese a que en otros comercios (en alusión a grandes superficies) el precio sea menor. Buscan la calidad y el trato más familiar y especializado", afirman. En cuento a la clientela, tiene un poco de todo. "No solo más mayores sino jóvenes, a los que les preocupa su alimentación. Y el servicio de fisio es muy demandado".

Estefanía y Héctor Magen, del herbolario La Colmena en la avenida de América.
Estefanía y Héctor Magen, del herbolario La Colmena en la avenida de América.
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