zaragoza

Dos hermanas vuelven a Carenas para coger el bar, salir del paro y dar servicio

Mapi y Sandra vivían en Zaragoza y no tenían empleo cuando supieron que el anterior dueño se jubilaba. Ahora viven en el pueblo y desde el 1 de octubre no han parado de trabajar.

Mapi, a la izquierda, y Sandra Sala son las hermanas que desde el 1 de octubre llevan el único bar de Carenas.
Mapi, a la izquierda, y Sandra Sala son las hermanas que desde el 1 de octubre llevan el único bar de Carenas.
Heraldo

Carenas no se queda sin bar. Los vecinos de este pueblo zaragozano, situado a 20 kilómetros de Calatayud y 10 de Ateca, vieron cómo peligraba un servicio indispensable, al anunciar su anterior dueño que se jubilaba. Era el único establecimiento así de la localidad, que en invierno cuenta con apenas 80 personas viviendo, aunque censados son 170 y en verano la población se multiplica por cuatro. Cuando se corrió la voz del inminente cierre, el Ayuntamiento, para dar facilidades, trasladó su sede a otro espacio para ceder las dependencias municipales de la plaza como bar. Sacó a concurso la gestión del negocio y se presentaron dos candidatos. Las hermanas Mapi y Sandra Sala lo ganaron y ahora son ellas quienes llevar el bar, para alegría de sus vecinos.

Tienen 35 y 32 años respectivamente, y cuando decidieron optar al bar de su pueblo vivían en Zaragoza y no tenían empleo. Anteriormente no habían trabajado en hostelería pero sí de cara al público. “A mí me gusta cocinar y siempre lo he hecho para los de casa, o cuando salía con amigos con la caravana. Además, cuando supimos que íbamos a llevar el bar, mi hermana hizo un curso de cocina, que nos ayudó a cocinar de cara a la hostelería”, explica Mapi. En su caso, no se ha mudado sola al pueblo. La acompañan sus dos hijas, de 5 y 8 años, que ahora son las dos únicas niñas del pueblo. No porque el resto sean todo chicos, sino porque no hay nadie más de su edad. “Van al colegio a Ateca, que está a 12 minutos en coche, una distancia que en Zaragoza la harías para ir a cualquier sitio”.

Las tres viven en la casa de los abuelos, que Mapi ha rehabilitado para tener su espacio y sus horarios. En el pueblo también tienen casas sus padres, que desde la pandemia viven allí con la bisabuela, enferma de alzhéimer. “Se vinieron aquí para poder tener más libertad y no hacer tanto uso de la mascarilla, porque con mi abuela era complicado”, recuerda Mapi. Ahora, su hermana Sandra vive con ellos que, teniendo a sus nietas e hijas en Carenas, han decidido que no tiene sentido volver a Zaragoza.

"Se han alegrado mucho, no solo de no perder este servicio, sino de que lo cogiera alguien de pueblo"

Así, que las hermanas Sala hayan cogido el bar de Carenas ha hecho no solo que el pueblo no se quede sin este servicio, sino también que tres familias se hayan asentado allí. “La pareja de mi hermana va y viene a Zaragoza por motivos laborales pero su idea es vivir aquí en cuanto pueda”.

Abierto todos los días

Es el único bar del pueblo así que, siendo dos personas, que nos podemos coordinar, no queremos cerrar ningún día”, explica Mapi, consciente de que cuando se tiene un negocio así muchas decisiones se toman por el servicio, más que por el dinero. El bar Sala lleva abierto apenas dos meses, desde el 1 de octubre, y todavía no les ha dado tiempo ni a tener una carta fija. “De momento vamos un poco sobre la marcha. Damos raciones, comidas y cenas, y también preparamos encargos para llevar”. El vermú es la hora punta, cuando más clientes tienen, sobre todo el fin de semana. En el bar anterior solo se servían bebidas por lo que los vecinos han notado un cambio a mejor. “La patatas bravas caseras es de lo que más triunfa y también tenemos chorizo a la sidra, rabas o nachos. De tapeo, vamos variando para que no se aburran, pero la tapa de bacalao rebozado y el huevo gamba las mantenemos, porque son las que más se piden”. Además de los vecinos, buena parte de la clientela del bar de Carenas son los grupos o familias que se alojan en las tres casas rurales que tiene el pueblo. Si se les avisa con antelación, preparan encargos para llevar bastante personalizados.

Aunque llevan pocas semanas en funcionamiento, las hermanas Sala están gratamente sorprendidas de la acogida que ha tenido su vuelta al pueblo. “Una peña nos regaló un cartel de madera con el nombre del bar, también nos han traído flores y, en general, se han alegrado mucho no solo de no perder este servicio, sino de que lo cogiera alguien del pueblo”, asegura Mapi. Aunque todavía no han vivido el duro, largo y frío invierno, que en el medio rural es especialmente complicado por la despoblación, a esta cardelina no le asusta. “En verano hay tanto jaleo que seguro que no van mal unos meses de descanso. Además, yo ya acostumbraba a venir a Carenas los fines de semana en busca de ese espacio para perderme y estar sola”, confiesa. Como reza la placa de su puerta, “no hay bar que por bien no venga” y aquí está el ejemplo de uno que es un revulsivo para el pueblo y que ha servido para fijar población en el medio rural.

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