Tribunales

Absuelven al joven acusado de violar a una menor con la que se casó por el rito gitano

La Fiscalía entendía que él se había valido de la diferencia de edad para abusar de la chica, pero la Audiencia concluye que ambos tienen una madurez similar.

El acusado, de espaldas, durante el juicio celebrado en la Audiencia Provincial.
El acusado, de espaldas, durante el juicio celebrado en la Audiencia Provincial.
Oliver Duch

Se conocían desde muy pequeños. Cuando ella cumplió los 12, él tenía ya 17, pero surgió el amor y decidieron casarse por el rito gitano. Sin embargo, un tiempo después, la chica acabó en un centro de acogida menores y su tutora legal decidió denunciar por abusos sexuales a su pareja, que para entonces ya había cumplido la mayoría de edad. La adolescente mantuvo desde el primer momento que las relaciones sexuales que mantuvo con el joven A. H. fueron siempre consentidas. Pero ello no impidió que el encausado acabara sentado en el banquillo de los acusados de la Audiencia de Zaragoza y que la Fiscalía pidiera para él una condena de 10 años de prisión.

La Sección Tercera acaba de pronunciarse. Y lo ha hecho dictando una sentencia absolutoria, ya que aunque el Código Penal proscribe y sanciona las relaciones sexuales de adultos con menores de 16 años, el tribunal entiende que en este caso el consentimiento de las relaciones no estuvo viciado. De hecho, recuerda que pese a la diferencia de edad de la pareja –el joven es cuatro años y cinco meses mayor–, el grado de desarrollo o madurez de ambos es muy similar: una de las excepciones que contempla la ley para eximir de responsabilidad penal al investigado.

La primera sesión del juicio, celebrada a finales de octubre, no estuvo exenta de contratiempos, hasta el punto de que el presidente del tribunal, el magistrado José Ruiz Ramo, se vio obligado a suspenderla. La chica declaraba aquel día por vídeoconferencia desde la casa de acogida donde continúa viviendo. Y como empezaron a escucharse voces extrañas de fondo, temiendo que la testigo pudiera no estar expresándose libremente, los jueces optaron por zanjar el interrogatorio y citarla para una segunda sesión en la que ella estuviera presente en la sala.

La joven pareja no se había visto desde hacía más de un año, pero el acusado dejó claro enseguida que continúa enamorado: «Ella va a ser mi futura mujer y la madre de mis hijos», le respondió a la fiscal cuando le preguntó si conocía a la menor. Él habló en todo momento de su relación con la chica en clave de pareja estable y normalizada. Y en ese contexto, reconoció que ambos habían practicado sexo siempre de forma consentida.

Durante la fase de instrucción, ella había dado una versión idéntica, por lo que, hasta ese momento, el juicio transcurría conforme a lo esperado. La sorpresa saltó cuando la chica empezó a declarar y se refirió al noviazgo con el encausado como una «relación tóxica», dejando entrever incluso que las últimas relaciones sexuales no habrían sido consentidas.

La representante del Ministerio Público no se esperaba este giro de guion. «¿Estás enfadada?», llegó a preguntar a la chica, extrañada por su tono apagado y gesto cabizbajo. «No», respondió ella. «Pero tú antes defendías a este chico y ahora dices otra cosa», dijo la fiscal. «Claro, porque en ese momento estaba enamorada de él y no quería decir nada en su contra», replicó la testigo.

Dudas sobre la credibilidad

A la hora de dictar sentencia, la Audiencia concluye que existió una relación afectiva de pareja y que las primeras relaciones sexuales fueron consentidas. La duda estriba, reconoce el tribunal, en saber si el último contacto íntimo entre la chica y el acusado fue también de mutuo acuerdo. Porque aunque la menor admite que se escapó para ir a ver al joven, en su última versión de lo sucedido aseguró que la drogó, la agredió y se aprovechó sexualmente de ella.

A este respecto, los magistrados no ocultan sus dudas sobre la credibilidad de la menor, lo que les lleva finalmente a pronunciar un fallo absolutorio. Porque tampoco consideran probado que A. H. empleara fuerza física con intención de lesionar a su pareja, o que este hubiera actuado consciente de la ausencia de voluntad de la chica a la hora de mantener relaciones sexuales

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