Adiós a Soconusco: pena "por laminería y por nostalgia a partes iguales"

La noticia del cese del negocio ha generado numerosos comentarios lamentando no solo quedarse sin trufas y palmeras favoritas, sino también sin un trocito de la infancia.

María Luisa Calvo, este viernes, con dos cajas de trufas de Soconusco.
María Luisa Calvo, este viernes, con dos cajas de trufas de Soconusco.
A. U.

Si usted es ZTV (de Zaragoza de toda la vida) o como si lo fuera, seguramente sabrá ya a estas alturas del cierre de Soconusco, la bombonería que, inasequible a los vaivenes de las modas y la voracidad de las nuevas formas de consumo, ha logrado mantenerse en el paseo de la Independencia con la puerta abierta y prácticamente inalterada.

El cese del negocio tras 80 años de trayectoria tiene a media ciudad llorando por sus trufas y sus palmeras de chocolate, con la noticia corriendo por grupos de whatsapp y otras redes sociales.

En realidad, la tristeza va algo más allá de la de no volver a probar sus productos estrella. Son muchos los que asocian este local, superviviente hasta hoy entre franquicias y tiendas de carcasas, a bonitos recuerdos de su infancia. Se recibe como un aviso más del fin de una era.

Este viernes, tras publicarse la noticia en el HERALDO, la dueña de Soconusco, Pilar Val, estaba algo desbordada material y emocionalmente. "Ahora es tiempo de despedirnos de los clientes, tenemos muchos encargos", señalaba mientras se metía, muy atareada, en la trastienda.

"A mi nieto que tiene 6 años le encantan, así que vendré cada fin de semana a comprar un par de cajas hasta que cierren y así mantener el saborcillo"

No son pocos los que se acercaron con la intención de hacer todo el acopio posible de trufas en el congelador, el lugar donde, los habituales ya lo saben, DEBEN IR las trufas de Soconusco si no se van a comer en el momento.

"Mantener el saborcillo"

"Lo he leído esta mañana y mi hija me ha dicho: 'Mamá, acércate y coge un par de cajas de trufas", dice María Luisa Calvo, de 71 años, a la salida de la tienda. Fue su suegro el que les aficionó y cada domingo es el postre familiar que hace las delicias también de las nuevas generaciones: "A mi nieto que tiene 6 años le encantan, así que vendré cada fin de semana a comprar un par de cajas hasta que cierren y así mantener el saborcillo".

"No me he echado a llorar en la oficina por vergüenza. Me recuerda a mi abuelo, me compraba las trufas sueltas al salir del cole"

"Mi pena es por laminería y nostalgia a partes iguales", dice Laura Albert, una de los muchos fans que ha ido atesorando la tienda a lo largo de estas ocho décadas. "No me he echado a llorar en la oficina por vergüenza", añade esta zaragozana de 49 años, que guarda entrañables recuerdos en torno a Soconusco: "Me recuerda a mi abuelo, me compraba las trufas sueltas en paqueticos de papel cuando salía del cole". "No soy muy dulcera, pero me muero por esas trufas", asegura.

Una receta, por cierto, que desaparecerá con el negocio. "Mañana me voy a por un palet de trufas y las congelo", se propone Belén Camacho, paisana y de la misma edad que Laura. Para Belén, Soconusco y, sobre todo, sus trufas son también una suerte de magdalena de Proust: "¡Ay, qué llorera, las veces que mi madre me venía a buscar al cole y nos comprábamos un paquetito pequeño para ir comiendo mientras íbamos hacia casa", rememora.

"¡¡¡No puede ser!!! Voy a tener que hacer acopio de palmeras de chocolate y trufas heladas. Una parte de mi infancia morirá el día que cierre", escribía este viernes en Facebook el ciéntifico Alberto J. Schuhmacher.  Ya de viva voz al otro lado del teléfono, el investigador aragonés trae al presente aquellas experiencias infantiles: "En mi casa somos muy lamineros. Vivíamos en San Vicente Mártir y los domingos mi padre nos compraba a los tres hermanos un saquito de trufas que nos comíamos por el 'tontódromo', como se conocía al paseo. ¡Las trufas no llegaban nunca a la plaza de España!". Y eso que, señala, "eran de las pocas que entonces se podían comer congeladas". "Recuerdo que a veces estaban demasiado duras y había que esperar un poco para comerlas", dice. Como tantos otros aficionados a estas trufas, Alberto también se hará con unas cuantas cajas para alargar así el disfrute unas semanas. Hay tiempo hasta después de las Fiestas del Pilar.

Mientras, ya hay quien da ideas en las redes sociales para que no se pierda la receta con llamamientos a otras empresas aragonesas especializadas en el mundo del dulce para que mantengan viva la receta.

Schuhmacher lo tiene claro, su consuelo serán "la trenza de Almudévar y el ruso de Ascaso".

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