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La triste historia del 'Partenoncito', el templo más efímero de Zaragoza

Durante cinco años una extraña construcción neoclásica dio la bienvenida a los turistas en la plaza el Pilar. Polémica desde el primer día, se derribó en 1991 para construir el párquin subterráneo.

Dos imágenes del exterior del templete de la plaza del Pilar allá por 1986.
Dos imágenes del exterior del templete de la plaza del Pilar allá por 1986.
Heraldo

El Ayuntamiento de Zaragoza tiene planes de abrir un ambicioso ‘centro de visitantes’ en los locales comerciales de la ‘manzana de oro’ que dan a la plaza del Pilar. Eso hará que desaparezca la actual oficina de Turismo, ubicada en una suerte de cubo acristalado frente a la Delegación del Gobierno, por la que pasan al día cientos de turistas solicitando planos e información sobre rincones de Zaragoza. Lo hacen allí desde 1991, cuando se levantó esta estructura que vino a sustituir a una de las construcciones con más críticas y peor suerte de la historia reciente de la ciudad: un templete neoclásico que inopinadamente se levantó en los años 80 en la plaza del Pilar.

Quienes ya peinen canas recordarán cómo antaño la oficina de Turismo se ubicaba en una suerte de construcción pseudo-romana en mitad de un enorme aparcamiento y rodeada de árboles y mástiles para el izado de banderas. Se construyó en 1986 y fue una idea de lo más osada, pues el mini-edificio ni siquiera respetaba los cánones clásicos y, por ejemplo, el número de columnas de sus fachadas eran impares. Corrieron ríos de tinta en la época sobre aquel templete que fue conocido popularmente como ‘el Partenón enano o el Partenoncito’ y cuya estética e, incluso, legalidad de construcción (adjudicación directa sin concurso) se puso en entredicho.

La polémica surgió incluso antes de estar concluida la obra.
La controversia surgió incluso antes de estar concluida la obra.
Heraldo

Si hoy en día parece que los políticos no tienen pelos en la lengua, los concejales de hace cuatro décadas, aunque con más elegancia, tampoco se quedaban cortos. Había a quienes el pabellón les recodaba un urinario público y otros que pedían que se “salvaguardaran las retinas de los ciudadanos”. Se sugirió, incluso, grabar de modo paródico algunas escenas de romanos en torno al templete para un programa de burlesco en el que se denunciara el delirante pastiche estético de la plaza.

Pero, ¿cómo y por qué se levantó aquel pabellón? A mitad de la década de 1980 comenzaba a despuntar el turismo en la ciudad y ya entonces se decía que “para cazar congresos” había que dedicar más dinero al patronato de Turismo. Se decidió reforzar la atención turística, que se llevaba a cabo en el Torreón de la Zuda, con un nuevo punto de información aún más céntrico.

La entonces concejalía de Relaciones Municipales, incluso sin el visto bueno de Patrimonio, apostó por diseñar una nueva oficina que “a unos les parece horrible pero a otros entusiasma”, decía en 1985 el edil Dionisio López Muñoz, delegado del alcalde socialista Ramón Sainz de Varanda. Incluso durante su construcción se llegó a pedir por parte del PCE y del PAR la paralización de las obras porque no habían cumplido ninguno de los trámites legalmente exigidos. Además, en un primer momento se dijo que sería un “pabellón móvil, fácilmente desmontable”, pero en cuanto se vio trabajar a los operarios con bloques de hormigón se percibió que la realidad era bien distinta.

El templete costó cerca de cinco millones de pesetas (hoy son unos 30.000 euros, sin contar obviamente la inflación) y aunque se construyó a la velocidad del rayo, una vez finalizado estuvo más de dos meses sin abrir. El autor del templete fue el arquitecto Fernando Fernández, que en varias declaraciones a HERALDO destacaba las bondades y singularidades de la propuesta. El padre de la criatura consideraba una “respuesta valiente a un entorno peculiar” este templete, que surgía como “elemento de síntesis urbanística del emplazamiento”. Así, las columnas eran un motivo extraído del palacio de la Lonja, mientras que la cubierta tenía los mismos colores del Pilar y la puerta de entrada era una copia de las del Ayuntamiento.

En 1990 se puso fin a la loca aventura del templete neoclásico.
En 1990 se puso fin a la loca aventura del templete neoclásico.
Heraldo

Finalmente, en febrero de 1990, la gerencia de Urbanismo autorizó su derribo y descartó la posibilidad de trasladarlo a otro punto de la ciudad, como también se había planteado, dadas las “escasas posibilidades de aprovechamiento que representa su estructura de bloques de hormigón”. El pabellón, que había soportado todo tipo de críticas, no pudo con la arremetida pala excavadora que se lo llevó por delante para dar paso a la construcción de un aparcamiento subterráneo frente a Delegación del Gobierno.

Se recordaron entonces las chirigotas en torno al “engendro” y las malas lenguas propusieron que se utilizaran sus columnas como “evacuatorios para perros”. Tras la magna obra de remodelación de la plaza del Pilar de 1991 -diseñada por los arquitectos Ricardo Usón y José María Ruíz de Temiño- se recuperó una oficina turística en el mismo emplazamiento, pero esta vez de corte moderno, más ‘random’ y con menos carácter -para bien o para mal- que su antecesora. 

El cubo acristalado tiene los días contados. La intención es cerrarlo antes de fin de año.
El cubo acristalado tiene los días contados. La intención es cerrarlo antes de fin de año.
Oliver Duch

Esta es el actual cubo acristalado que aglutina las consultas de la plaza del Pilar (hasta un 80% de todas las que reciben las oficinas turísticas) y que dejará de utilizarse en unos meses. El Ayuntamiento prevé abrir antes de finales de año su nuevo ‘centro de atención de visitantes’, con una visión turística en la que se integr, en un local comercial de casi 700 metros cuadrados en el edificio de viviendas que queda unos pocos metros detrás de su emplazamiento actual.

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