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La Joyería Labastida dejará de brillar

Este comercio de la calle Don Jaime I cierra tras más seis décadas de tradición joyera en Zaragoza.

Fachada de la Joyería Labastida, que cierra tras seis décadas de tradición.
Fachada de la Joyería Labastida, que cierra tras seis décadas de tradición.
Oliver Duch

"Liquidación total por cierre". Ese cartel cuelga de la Joyería Labastida desde hace unos días, lo que supone el punto final a este comercio con 65 años de historia en Zaragoza. Los cuidados escaparates de la calle de Don Jaime I siguen deteniendo los pasos de muchos ciudadanos a día de hoy, con sus pendientes, pulseras, collares y relojes que desvelan el trabajo de Juan Labastida y Berta Pallarés.

Los padres de Juan abrieron en 1957 una pequeña joyería en San Vicente de Paúl. Unos años más tarde se trasladaron a otro local de la misma calle, en los bajos de lo que en la actualidad es la sede del Gobierno de Aragón -antiguamente el colegio de los hermanos Maristas-. "De pequeño cuando salía del colegio, iba a estudiar allí. Me ponía en la bodega que era el taller y me ayudaba el contable -recuerda Juan- y al otro lado estaban dando martillazos. En las vacaciones iba a echarles una mano". Con razón dice que ha estado "toda la vida en la joyería" y que la vocación la tenía definida.

En 1990 se mudaron a la comercial calle de Don Jaime I, al concurrido chaflán con San Jorge. "Entonces fue un 'boom' porque contamos con uno de los mejores decoradores de joyería, uno de los más famosos que había en aquel momento. Rompió un poco los esquemas", rememora tres décadas después. Al entrar llama la atención la imponente -a la par que curiosa- lámpara de lágrimas, las paredes negras duplican la modernidad del momento con la tradición del oficio.

Juan Labastida y Berta Pallarés, propietarios de la Joyería Labastida, que cerrará este año.
Juan Labastida y Berta Pallarés, propietarios de la Joyería Labastida, que cerrará este año.
Oliver Duch

"Nuestra venta mayoritaria es la piedra por un lado y, por otro, monturas", añaden. Explican cómo pasaron del trabajo artesanal a mano al prototipado con ordenador, en 3D. "Se hace la pieza, después se saca en caucho y se producen en serie para abaratar costos", expone este matrimonio. Sobre la mesa colocan un diamante de color D (el más blanco de todos) y explican al detalle cada una de sus características.

"Mis padres se dedicaban a la brillantería  y nosotros hemos continuado, pero también hemos apostado por otras cosas. Aunque en un principio éramos una platería con juegos de café, soperas de plata...", apunta Labastida. Este matrimonio asegura que se han adaptado al paso del tiempo, sumando también joyería en plata o artículos de brillantería fina. Los viajes a Italia les permitieron traer los diseños más vanguardistas del mercado. A pesar de ofertar también relojes, se consideran más joyeros. Ambos son gemólogos y Juan fue profesor de diamante durante 10 años en la Asociación Gemológica de Aragón. "Empecé con el diamante porque vi cómo lo trabajaba ya mi padre, que se formó como aprendiz en otros talleres", recuerda Lasbatida.

Del taller familiar conservan herramientas del taller, una antigua banqueta y un gran 'stock', lo que les permite jugar con precios de hace tiempo. "Podemos seguir siendo muy competitivos -señalan- y ahora con la liquidación ni te cuento". Tras la pandemia vivieron un "boom' contra todo pronóstico", al menos los primeros meses. "Al principio vendimos un montón por motivos sentimentales. Venían clientas que te contaban que lo habían pasado muy mal y que era el momento de comprarse algo", recuerda Berta. Ese ritmo frenó después del verano de 2020.

"Hay una relación muy grande con estos clientes"

A un lado del mostrador han pasado varias generaciones, pero también al otro. Los padres compraron los regalos de 18 años para sus hijos, después los anillos de pedida, las alianzas de boda, los pendientes de las hijas y después la historia se ha repetido con la siguiente generación de la misma familia. Así, padres, hijos y nietos han lucido artículos con el sello de Labastida. "Hay una relación muy grande con estos clientes", reconocen. Aragoneses anónimos, pero también algún que otro famoso que venía a actuar al Teatro Principal, como Jesús Vázquez, María Estévez, Loles León, Alfredo Kraus o Rafaela Aparicio, entre otros. Con todas las anécdotas cuentan que podían escribir un libro, pero más allá de las divertidas, prefieren las sentimentales.

La Joyería Labastida, en la calle de Don Jaime I, ha colgado el cartel de liquidación tras 65 años de comercio en la ciudad.

Se las guardan para ellos y las recordarán aunque ahora bajen la persiana. "Nos prejubilamos. Nos hemos perdido mucho de nuestros hijos, porque el problema de un comercio es que el horario es muy esclavo: trabajas los sábados, tienes vacaciones una o dos semanas… Ahora no queremos perdernos a nuestros nietos", dice Juan. No está claro cuándo será el cierre definitivo, sobre el calendario valoran agosto o diciembre. "Vamos a cerrar en el momento que más clientela joven tenemos, lo que pasa es que ha llegado nuestro momento", asegura Pallarés. "El negocio de la joyería, como lo conocemos nosotros, ya se acaba", lamentan. Ahora agradecen el gesto de clientes que al enterarse de su cierre se han acercado a comprar el último recuerdo de Labastida.

Con este anuncio también se va parte de la legado comercial de la calle de Don Jaime I, esa que ha visto cómo han ido bajando la persiana comercios como Pelegrín y Tardío, justo en la acera de enfrente, o las numerosas tiendas de vestidos de novia.

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