Un trabajo para toda la vida

Empezar como aprendiz y jubilarse en una misma empresa hoy es casi un sueño, pero hasta no hace mucho era posible.

Juan Carlos Mené, 40 años en Pelegrín y Tardío
Un trabajo para toda la vida

Los trabajos precarios están a la orden del día y la movilidad laboral se ha convertido en una especie de ‘mantra’ para poder tener trabajo. Hoy en día nadie se enfrenta al mercado laboral pensando en conseguir un trabajo para toda la vida, hoy se consiguen trabajos para un día, un mes o seis si se tiene suerte. No obstante, una generación de aragoneses ha conocido lo que es crecer y envejecer en una misma empresa.

"Del Gran Hotel al cielo"


José Ramón López 42 años trabajando en el Gran Hotel de Zaragoza


Trabajar casi toda la vida en un mismo lugar puede resultar monótono, pero para José Ramón ha sido de lo más gratificante. No dudó ni un segundo, aquel día de 1970, en dejar atrás la Central eléctrica de Sástago para trabajar en el que por entonces era uno de los lugares más distinguidos de toda la capital, el Gran Hotel de Zaragoza, la que sería su casa durante los 42 años siguientes. Comenzó en el departamento del economato y a base de profesionalidad y cercanía paso a "ocupar la recepción y a meter los coches al garaje".


"Ha sido mi casa", reconoce, y no solo porque comía y cenaba allí sino porque "tenía una relación muy buena con mis compañeros y con los clientes, y el horario me permitía seguir estudiando". Grandes amistades y momentos inolvidables: "También me ha dado la posibilidad de conocer gente muy importante como toreros, futbolistas...Trabajar en un sitio así, tanto tiempo no se olvida".


Tan dura fue su salida que "hasta los jefes lloraban" y todavía hoy, un año después de jubilarse, al pasar de visita "me dan las llaves y me piden que les aparque el coche, y les tengo que decir: ¡Oye que yo ya estoy jubilado!". Pero lo dice con el orgullo de haber sobrevivido a varias crisis económicas."No es la primera vez que pasamos por un mal momento, yo cuando vi venir esta pensé: de aquí al cielo".

"El que los clientes sean los que más te valoran ha sido lo mejor"

Pilar Montañés Robres, 31 años trabajando en la central del Santander


El cariño de la gente y la seguridad de un empleo en una empresa grande han ayudado a Pilar a vivir sus 31 años de ‘curranta’ con una alegría desbordante. Desde los 28 años, esta zaragozana se colocó detrás de una ventanilla de la que no ha salido hasta hace unos meses. "Cuando aprobé las oposiciones para comenzar en el banco me tocó quedarme seis años en Madrid, pero en cuanto pude volví a Zaragoza".


De vocación filóloga y en la práctica una verdadera conversadora. "Nunca me ha gustado vender y por eso me he sentido cómoda en caja, porque siempre me pareció muy gratificante el contacto con el público". Y así se reflejaba día a día en la sección de ventanilla, cuando las operaciones pasaban a un segundo plano para saber "cómo va la familia, si estás mejor de lo tuyo o ¿qué tal el fin de semana por el pueblo?". Pilar asegura que los clientes le han devuelto el cariño que siempre les ha intentado mostrar, "muchas veces en forma de regalos".


Y aunque algunos días el trabajo se hacía más cuesta arriba de lo normal, asegura que el éxito reside en encontrar aquello que realmente te hace feliz aunque no sea lo que siempre pensaste y más si sientes que "los clientes son los que más te valoran".

"Sacrificado pero apasionante, cada cliente es una nueva aventura"


Juan Carlos Tejido, 40 años trabajando en Pelegrín y Tardío


No hace falta más que un par de minutos para apreciar la fascinación que siente Juan Carlos por su trabajo. La misma que le invadía el cuerpo cuando el 16 de noviembre de 1974 comenzó de aprendiz en Pelegrín y Tardío. Con 16 años, su labor consistía en plegar las telas, aprender el trato con el cliente y limpiar. Pero no necesitó mucho tiempo para dominar un oficio en el que "cada cliente es una aventura".


Diariamente sabe que es "un auténtico privilegiado por comenzar tan joven y seguir aquí después de tantos años". Hace unos 11 que los dueños se jubilaron y tres empleados, entre ellos Juan Carlos, pasaron a ser socios de este histórico establecimiento."Podemos decir que empecé en lo más bajo y he llegado a lo más alto".


Y no se cansa de decir que su trabajo es "apasionante, porque vendemos telas pero hay que conseguir que el cliente vea en ellas una prenda terminada". Y no solo es el contacto con el público sino que "es un aprendizaje continuo" porque hay que visitar ferias y consultar nuevos muestrarios y aprender día a día..."es apasionante".



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