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Adiós a El Poeta Eléctrico, otro mítico de la noche zaragozana

Desde su apertura en 2011, el Gin Club se convirtió en refugio recurrente de todo tipo de personajes públicos como Pablo Alborán, Ernesto Sevilla o Najwa Nimri, entre otros.

Óscar Vicente, propietario de El Poeta Eléctrico.
Óscar Vicente, propietario de El Poeta Eléctrico.
C.I.

Poco a poco el inicio de la crisis sanitaria comienza a vislumbrarse lejano. Sin embargo, las consecuencias de la pandemia continúan cobrando víctimas, como es el caso de otro local mítico de la noche zaragozana: El Poeta Eléctrico. El Gin Club ubicado en el número 1 de Residencial Paraíso, en un bajo; cierra sus puertas definitivamente en el momento en el que habría cumplido 10 años.

Regentado por el zaragozano Óscar Vicente Lázaro (45), dueño de la sala Viva la vida y el restaurante Mandanga de la buena -todavía cerrado-, asegura que ha sido una decisión difícil y precipitada por la llegada de la crisis sanitaria. “Abrimos en 2011 como el primer Gin Club de la ciudad y con el objetivo de convertirnos en una sala de conciertos alternativa, en la que se encontrasen desde artistas de primera línea hasta recientes creadores en busca de una oportunidad”, rememora.

En casi una década, en su interior se han llevado a cabo más de 600 conciertos, convirtiéndose en un lugar de referencia para el mundo de la cultura, así como -debido a su curiosa ubicación- en un refugio recurrente para todo tipo de personajes públicos como el cantante Pablo Alborán, los humoristas Raúl Cimas, J.J. Vaquero o Ernesto Sevilla o actores y actrices como Najwa Nimri o José Luis Gil.

Amaral, sobre el tigre de El Poeta Eléctrico.
Amaral, sobre el tigre de El Poeta Eléctrico.
Heraldo

“En nuestro local también se presentaron varios discos, como ‘Gato negro, Dragón rojo’, de Amaral o Live in Germany de Héroes del Silencio”, recuerda el zaragozano. Un espacio en el que la decoración también dotaba al local de una personalidad muy marcada. Como explica su propio fundador, El Poeta Eléctrico era un lugar excéntrico, fuera de la norma. Algo que era completamente buscado: “Todo lo que fuera normal no lo queríamos, no cabía dentro”.

“Nuestra idea era hacer algo diferente en la ciudad en un momento en el que la noche se estaba volviendo muy aburrida”, afirma Vicente. Así, el día que se toparon con este pequeño local prácticamente escondido y fuera de los lugares típicos de marcha de la capital, no lo dudaron. “Nos cuadró por zona, por dimensiones, por espacio y por el hecho de que no llamase la atención. Queríamos crear un lugar en el que cupiera todo el mundo. Como un oasis en el que perderse en medio de la noche zaragozana”, añade.

Sin embargo, en marzo de 2020, tras casi una década abriendo de martes a domingo por la tarde, se vieron obligados a cerrar “como todo el mundo”. “Como pasó a casi todo el mundo, recuerdo la inseguridad y la incertidumbre. Y hoy ha pasado más de un año y medio y seguimos cerrados y sin saber lo que va a pasar mañana”, asevera el zaragozano. Y es que, aunque poco a poco la nueva normalidad se va instalando en nuestras calles, Vicente no descarta que pueda producirse un nuevo cierre en el momento menos pensado: “Si hay algo que nos ha enseñado la pandemia es a no dar nada por sentado. Cualquier cosa es posible, hay que estar preparados”.

No obstante, más que nostalgia, el zaragozano asegura sentirse preparado para lo que venga. “Para mí es una etapa más. Un cambio”, señala. Eso sí, asegura que no le importaría que el legado y la filosofía de El Poeta Eléctrico siguiera adelante, estando él o no incluido. “Abrir un bar no es subir la persiana y ya está, poner en marcha un proyecto de estas características conlleva un esfuerzo tremendo”, explica.

En tiempos de crisis: licencia para arriesgar

Entre los detalles y recuerdos que El Poeta Eléctrico ha dejado como parte de su legado, se encuentra el tigre tamaño real que tenían sobre el escenario, que se convirtió en el emblema del local y en un photocall improvisado: “Todo el mundo que venía se hacía una foto con él”.

También su completa carta de ginebras, donde se podían encontrar más de 40 variedades, entre ellas la Nolet`s Dry Gin, The Reserve, la ginebra más cara del mundo, llegando a convertirse en el único establecimiento de Europa que contaba con una botella. ¿El precio de la copa? Ascendía a 50 euros.

“Creo que de las mayores crisis surgen las mejores oportunidades porque aparecen ideas geniales que en cualquier otro momento pueden ser consideradas locuras. En estos momentos dejan de serlo y hay licencia para arriesgar”, explica Vicente. Por eso, él prefiere tomarse la pandemia como un recordatorio que nos ha permitido aprender a valorar lo que realmente importa: “Todavía estamos en un proceso de adaptación. Nadie sabe lo que va a pasar. Por ahora, lo más inteligente va a ser ir pasito a pasito y, simplemente, esperar”. 

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