comercio

El Coaliment de Belchite: ventas extremas y esenciales "pero sin prioridad para la vacuna"

Cristina Lucía lleva esta tienda de alimentación desde hace seis años y medio. De marzo a junio de 2020 se vio desbordada por la demanda.

Cristina regenta el Coaliment de Belchite.
Cristina Lucia, en el centro, es la dueña de esta tienda de alimentación de Belchite..
Heraldo

Tras media vida dedicada a la atención al público en tiendas de alimentación y supermercados, Cristina Lucía no se había visto tan desbordada de trabajo como le sucedió durante los primeros meses del confinamiento. “De marzo a junio de 2020, cuando no se podía salir del pueblo, fue una salvajada”, asegura. Desde hace seis años y medio lleva el Coaliment de Belchite, uno de los tres establecimientos de este tipo que hay en la localidad.

Durante aquella primera etapa, la covid-19 propició que las ventas en su negocio subieran un 70% respecto al mismo período del año anterior. Algo fuera de lo común que obligó a Cristina a tener que contratar a más personal. Habitualmente, además de ella, trabajan otras dos chicas, una a jornada completa y otra, parcial. Pero entre las tres no podían asumir toda la demanda que recibieron de un pueblo del que no estaba permitido salir. “Tampoco estaban abiertos los bares y no se podía gastar el dinero en otra cosa”, añade Cristina.

En esa temporada, detrás del mostrador de su tienda observó cómo cambiaba el tipo de producto que más se demandaba. “Se vendían muchas más bebidas alcohólicas y también marisco, que de normal no tiene tanto éxito”, recuerda.

Tanto entonces como ahora, la tienda está abierta todos los días de la semana y casi nunca les falta trabajo. Durante las primeras semanas de la pandemia, a su rutina habitual se sumó un nuevo servicio: el reparto de la compra a domicilio. “Al principio lo repartíamos nosotras por las casas a la gente mayor, más como una labor social que otra cosa”, dice. Pero pronto el Ayuntamiento de Belchite puso a su disposición a varias personas que se ocupaban de estos repartos.

Los pedidos por whatsapp y teléfono también estaban a la orden del día. “Se notaba que la gente no quería estar mucho rato en la tienda. Preferían hacer los encargos, pasar a recogerlos e irse rápido”, explica Cristina. Unos encargos que, en aquellos primeros meses, ascendían en muchas ocasiones a entre 100 y 200 euros. “Hacían la compra para no tener que salir de casa ya en toda la semana”, apunta.

Pero conforme la situación se fue normalizando, tras los meses de estricto confinamiento, los pedidos volvieron a su tónica habitual, con cantidades menores y no tan frecuentes. Aun así y pese a que los belchitanos ya podían volver a desplazarse a Zaragoza, donde muchos aprovechan para pasar por el supermercado, el verano siguió siendo un éxito. “Y eso que no hubo ni fiestas de San Lorenzo ni las mayores, que son en septiembre”, matiza Cristina. En este sentido, además de notar que acudió menos gente al pueblo, la tienda también acusó la ausencia de encargos para cuadrillas grandes.

La otra cara de la moneda para los establecimientos del medio rural aragonés, como el Coaliment de Cristina, es que cuando se cierran perimetralmente las capitales, se nota y mucho. En el caso de Belchite, poder salir de Zaragoza es fundamental para que haya movimiento en el pueblo. “Los fines de semana, que era cuando más trabajábamos, esto se paró por completo”, comenta.

Ahora que las fronteras ya están abiertas, no solo las de las provincias aragonesas, sino también las de las comunidades, Cristina teme que este año la temporada de verano no sea tan buena. De hecho, los meses de mayo y junio de 2020 fueron mejores de lo que están siendo estos. “Este 2021 está más estancado porque los vecinos del pueblo se van de fin de semana fuera y los de la capital no están viniendo tanto. Se nota que la gente tiene más opciones”, asegura.

En cualquier caso, Cristina intenta pensar en positivo y confiar en que este verano, con buena parte de la población vacunada, será bueno. “Incluso cabría la posibilidad de que se celebrasen las fiestas en septiembre”, vaticina.

Y hablando de vacunas, ella tiene una queja. “En el programa de vacunación se han olvidado de nuestro colectivo. Los supermercados y tiendas de alimentación siempre hemos sido considerados un colectivo esencial pero nos están vacunando cuando nos corresponde por edad, sin darnos prioridad”, denuncia.

Tanto ella como sus compañeras han estado al pie del cañón desde el primer día, incluso cuando no había apenas material para protegerse. “Al principio no teníamos ni mascarillas ni guantes”, recuerda. En aquel momento, la solidaridad se abrió paso y voluntarias del pueblo se dedicaron a coser para ellas mascarillas con tela de sábanas viejas. Después, el Ayuntamiento suministró pantallas protectoras y la situación se fue más o menos normalizando.

Pese a estas dificultades iniciales, su experiencia de cara al público en una situación extrema como esta pandemia mundial ha sido buena. “Siempre te encuentras con gente mayor que lo de las distancias no lo respeta tanto pero en general los clientes son respetuosos”, asegura Cristina.

Tanto a los vecinos que viven habitualmente en Belchite como a quienes tienen en el pueblo su segunda residencia les pide que este año no se olviden del medio rural. “Muchas personas se confinaron aquí porque la sensación de libertad era mayor. Esperemos que este año sigan viniendo”, concluye.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión