hostelería

Posada Arco de San Miguel: sobrevivir en un lugar por el que no pasa nadie

Ubicado en un edificio catalogado como conjunto histórico, el hotel y restaurante de Calatayud se ha adaptado a la era covid con nuevos formatos como el ‘Take away’ o el envío a domicilio.

Los hermanos Gi Atienza gestionan la Posada Arco de San Miguel.
Los hermanos Gi Atienza gestionan la Posada Arco de San Miguel.
Heraldo

Calatayud es una ciudad cuya ubicación estratégica a medio camino entre Madrid y Zaragoza la ha convertido en un lugar en el que siempre pasan muchas cosas. O al menos así era hasta la llegada de la pandemia. Una realidad que los vecinos y empresarios de la localidad han acusado mucho. Así lo explica Sergio Gil Atienza, fundador desde hace 17 años junto a su hermano Francisco de la Posada Arco de San Miguel.

Recuerdan aquel viernes, 13 de marzo de 2020, como si fuera ayer. “Teníamos el hotel lleno todos los fines de semana del mes. Venía gente de Madrid, Cataluña, Valencia… Cuando vimos la que se venía encima decidimos llamarles para cancelar”, rememora Gil. Y eso que, un año después, reconoce que jamás imaginó lo que iba a ocurrir después.

“Cerramos en marzo, cuatro meses, y de nuevo en octubre, con la cuarta ola. Le dije a mi hermano que cuando volviésemos abrir no habría un tercer cierre”, rememora Sergio. Con un aforo interior de 60 comensales y una terraza de nueve mesas, ahora al 50%, llevan desde diciembre adaptándose a la era covid.

Absolutamente enamorados del patrimonio histórico bilbilitano, Sergio y Francisco encabezan la tercera generación de hosteleros de su familia. Una historia que comenzaron sus abuelos, Isabel Sauceda y Ventura Gil, y que continuaría su padre, Juan Gil, muy conocido por su labor en el famoso restaurante Lisboa, el cual llegó a ser una de las paradas obligatorias de la Nacional II. “Todo aquel que pasaba por allí, viajando entre Madrid o Barcelona, paraba allí. Mi hermano y yo hemos nacido y vivido entre fogones. Lo llevamos en la sangre”, afirma el hostelero.

En el año 2002, tras regentar durante más de dos décadas otro establecimiento en Calatayud, decidieron rehabilitar un edificio en estado de ruina, creando un restaurante y un hotel con 7 habitaciones en las que tradición y modernidad se vuelven una. “Tratamos de respetar elementos como una serie de pinturas tardo góticas, por ejemplo, sin dejar de lado el confort actual”, admite Gil. Un proyecto familiar emprendido junto a su madre, Encarnación Atienza, cuyo objetivo principal era recuperar un rincón encantador de la ciudad.

Sergio y Francisco, junto a su madre Encarnación Atienza.
Sergio y Francisco, junto a su madre Encarnación Atienza.
Heraldo

En cuanto a la apuesta gastronómica aúna los productos típicos de la gastronomía local con una amplia oferta de pinchos, rebozados y tapas, adaptando sus platos a los paladares actuales. Una propuesta que tuvo que ser revisada tras la llegada de la pandemia ya que, a pesar de ser una idea que jamás se habían planteado, de la noche a la mañana los formatos delivery y take away pasaron a formar parte de su carta de servicios.

“Teníamos que hacer algo. Tan solo en el restaurante, nuestra facturación ha caído en un 60% con respecto a los datos que tenemos de hace un año, en cuanto al alojamiento no hemos llegado ni al 2% en comparación con el año anterior”, lamenta el empresario que asegura que la situación para el sector está siendo “muy delicada”.

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