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Grupos de jóvenes de Zaragoza alquilan pisos turísticos para beber los fines de semana

Varias reuniones han acabado con los chavales expulsados de los pisos turísticos o denunciados. Los propietarios admiten las dificultades para impedirlas si no superan el aforo o hacen ruido.

Pepe Juste, director de Apartamentos Zaragoza, en un piso turístico del Coso.
Pepe Juste, director de Apartamentos Zaragoza, en un piso turístico del Coso.
Guillermo Mestre

Con los bares cerrados y el botellón vetado, algunos jóvenes se buscan la vida para juntarse los fines de semana en Zaragoza. En plena pandemia, los apartamentos turísticos se han convertido en un punto de encuentro para grupos de chavales que se quieren reunir en torno a un par de copas. En algunos casos, el alquiler deriva en fiestas en toda regla que acaba en denuncia; en otros, la mayoría, la reunión finaliza sin dejar rastro. En todos ellos, el riesgo de contagio -en el punto álgido de la segunda ola- resulta evidente.

El fenómeno eclosionó a finales de septiembre y principios de octubre, con las ‘no fiestas’ del Pilar, cuando la vigilancia de la Policía destapó celebraciones ilegales en pisos. El 26 de septiembre, por ejemplo, la Policía desmanteló una reunión en un apartamento turístico sin mantener la distancia ni utilizar la mascarilla obligatoria. Había 19 personas.

Pero el problema no se ha circunscrito a los días de ‘no fiestas’ y empieza a crecer en un contexto de endurecimiento de las restricciones por la pandemia, como confirman algunos propietarios de estos establecimientos, que lamentan las escasas herramientas de las que disponen para evitar situaciones de riesgo. En la capital aragonesa es posible alquilar un piso o apartamento turístico para una noche de sábado por apenas 40 euros, o incluso por algo menos. Así, si se juntan varios jóvenes, resulta una opción barata.

Salvo que generen problemas de ruido o superen el aforo permitido, los propietarios de los establecimientos poco pueden hacer, más allá de advertir a los jóvenes a la entrada. La Policía, por su parte, tiene un problema similar, ya que el interior de un apartamento es como un domicilio en el que, salvo que se generen grandes ruidos que se puedan medir desde los domicilios cercanos, tienen un margen limitado de actuación.

"Muchos vienen con las bebidas metidas en las maletas para disimular"

En Apartamentos Zaragoza, en el Coso, confirman que este fenómeno se da "todos los fines de semana". "El problema existe, lo hemos detectado y lo intentamos atajar", cuenta Pepe Juste, director del establecimiento. Según cuenta, generalmente uno de los jóvenes cierra el alquiler el mismo sábado y, después, poco a poco van entrando el resto de amigos. "Muchos vienen con las bebidas metidas en las maletas para disimular", apunta.

Si no superan el aforo que marca la habitación, él solo puede "avisarles de que estaremos pendientes de que no monten follón". "Tenemos que hacer un poco de policías, pasamos cada hora para comprobar que todo va bien. Pero si es un apartamento para seis y están seis personas sin meter ruido, poco se puede hacer", señala el propietario de este céntrico establecimiento.

Ese es, precisamente, el número máximo permitido para hacer reuniones en Aragón. Además, el toque de queda prohíbe estar en la calle a partir de las 23.00, pero no obliga a que cada vecino esté en su domicilio, por lo que se puede pasar la noche fuera de casa. Así, estas reuniones son casi imposibles de evitar, más allá de las recomendaciones que han hecho las autoridades de limitar los contactos sociales. Solo se detectan las fiestas que se descontrolan. En Apartamentos Zaragoza, Pepe Juste ha tenido que echar a al menos dos grupos, uno de doce personas y otro de ocho que tenían "la música muy alta y salían a bailar al balcón".

En el Casco Histórico, donde proliferan los pisos turísticos, los vecinos han detectado fiestas de este tipo. En estos casos, el control es aún más complicado, ya que son viviendas sueltas desperdigadas por los barrios. Una vecina del Casco señala que ya ha habido "varios fines de semana" en los que ha sufrido las consecuencias de estas reuniones en forma de ruidos a altas horas de la madrugada.

"Si es un apartamento para seis y están seis personas sin meter ruido, poco se puede hacer"

Desde Alojamientos Zaragoza, empresa que regenta una veintena de pisos en este barrio, mantienen que solo han tenido "una vez" un problema de este tipo. Laura Lardiés, su gerente, dice que esto es algo que generalmente ocurre "en establecimientos que no están legalizados". Según asegura, ante la previsión de que haya grupos que quieran alquilar un piso para hacer una fiesta, entregan a los inquilinos "una normativa" en la que se establecen las reglas.

Trabajadores de fuera y parejas de la ciudad 

Con Zaragoza cerrada, el turismo ha desaparecido en la ciudad. Así, la mayoría de los hoteles han tenido que cerrar sus puertas, mientras que los pisos de alquiler también sufren una caída importante de clientes. Sin turistas, sobreviven a base de trabajadores que vienen de fuera y que van a pasar varios días en la ciudad y de parejas de jóvenes de Zaragoza que buscan un rato de intimidad.

Laura Lardiés, gerente de Alojamientos Zaragoza, señala que la ocupación estos días es de en torno al 50%, unas cifras aceptables teniendo en cuenta la incidencia de la pandemia en el sector. "Vienen sobre todo trabajadores que entran en Zaragoza con justificación, porque turistas no hay desde marzo", apunta. Según señala, son trabajadores "que ya habían estado con nosotros" y que pasan por la ciudad para hacer trabajos que duran varios días. Además, en los últimos meses también han proliferado "las parejas de aquí" que "tienen ganas de juntarse".

"Hay parejas que simplemente pasan el día, comen en el apartamento y luego por la noche cada uno se va a su casa"

Pepe Juste, de Apartamentos Zaragoza, cuenta que se trata de parejas de novios "que no pueden viajar para pasar el fin de semana fuera" por el confinamiento perimetral, y que buscan "tener un rato de intimidad". "A veces simplemente pasan el día, comen en el apartamento y luego por la noche cada uno se va a su casa". En su caso, también recibe como inquilinos a trabajadores de diversos sectores.

No obstante, entre ambos perfiles de clientes no logran compensar la caída tremenda de turistas que sufre como consecuencia de la pandemia. Estos fines de semana calcula que la ocupación estará en torno al 20% o 30%, cuando habitualmente están prácticamente llenos. "Subsistimos porque llevamos trabajando siete meses seguidos 24 horas al día", apunta. "Para tener un mínimo rendimiento hay que hacer un esfuerzo personal demoledor", lamenta.

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