La Policía Local recibe la orden de velar por los indigentes en invierno

El superintendente de la Policía Local emitió una orden de servicio en previsión de las condiciones meteorológicas y posibles heladas.

Dos agentes se interesan por el estado de un indigente en Zaragoza
Dos agentes se interesan por el estado de un indigente en Zaragoza
M. Ordovás

Son casi las ocho de la mañana y todavía no ha amanecido en Zaragoza. El termómetro marca cero grados exactos y un vehículo de la Policía Local circula despacio por el paseo de la Independencia. Dentro van José Ramón Benito, oficial del sector 2 de la ciudad, y el agente Raúl Aguerri. Los dos permanecen atentos. Tienen orden de localizar e interesarse por el estado de los indigentes que han pasado la noche en la calle. 


El invierno acaba de empezar y hace unos días recibieron en comisaría una orden de servicio procedente de Jefatura. La instrucción no deja lugar a dudas: "Teniendo en cuenta las condiciones climatológicas y, en previsión de que pudieran producirse heladas en las próximas fechas en nuestra ciudad...", arranca el texto remitido a todas las unidades.


A continuación, el superintendente de la Policía Local especifica que los agentes deberán contactar con los transeúntes e indigentes que se encuentren en la vía pública y que, en caso de que éstos deseen resguardarse del frío, tendrán que facilitar su admisión e incluso su traslado al Albergue Municipal. Según el último recuento de Cruz Roja -realizado a finales de noviembre-, cada noche duermen 126 individuos en calles, plazas, parques, riberas y polígonos de la ciudad.

 



Esta labor policial se intensifica a última hora de la tarde. Cuando cae la noche y los sin techo empiezan a recolectar cartones con los que protegerse del viento y aislarse del frío suelo. A esas horas, las patrullas recorren las calles informando a los indigentes sobre los recursos asistenciales municipales que tienen a su alcance. "¿Sabes dónde está el albergue?", "¿por qué no quieres ir?", "¿has cenado?" o "¿tienes mantas?" son algunas de las preguntas que formulan los agentes tras lanzar una primera tan básica como indispensable: "¿Estás bien?".


Por la mañana la labor es diferente: asegurarse de que todos están bien, informarles de dónde pueden desayunar y evitar que sus dormitorios improvisados obstruyan los quehaceres diurnos de la ciudad. Ya son casi las 8.15 y José Ramón Benito y Raúl Aguerri se acercan a un sin techo que yace agazapado entre cartones ante un local vacío del paseo de la Independencia. "Buenos días, ¿qué tal estás?", irrumpe el oficial. Mientras Rafael saca poco a poco la cabeza de la caja en la que está metido, José Ramón prosigue: "Ya se ha hecho de día, hay que levantarse ya. ¿Vas a desayunar en el Albergue?".

Labor social y policial

Como a éste no lo conocen de otras ocasiones, le piden que se identifique. Rafael no porta consigo ninguna documentación pero da a los agentes su nombre, apellidos y número de DNI. Mientras Aguerri transmite los datos a comisaría para que los contrasten, Benito se interesa por la vida del transeúnte y se asegura de que sabe dónde conseguir ropa de abrigo.


Al cabo de dos minutos la central confirma que no existe ninguna orden de busca y captura contra Rafael y que tampoco tiene pendiente ningún requerimiento de los juzgados. El sin techo termina de contar que lleva dieciséis años en la calle y que prefiere dormir al raso para no acatar las normas del Albergue Municipal. Allí hay que recogerse a las 20.00 y él prefiere aprovechar hasta el final del día para practicar la mendicidad. Dice que a última hora de la tarde es cuando más afluencia hay de viandantes. Su emplazamiento también le permite dejar a la vista el plato por si alguien decide echar unas monedas durante la noche.


Mientras se explica aparece en escena otro compañero de desventuras que ha dormido en un cajero. Le viene a recoger para irse a desayunar a un bar cercano donde les cobran un euro por café. Mientras se despide de la patrulla, Rafael se pone el abrigo y guarda las dos mantas que le han donado los vecinos del portal de al lado. Su amigo también carga a la espalda su defensa contra el frío: un saco de dormir que dice haber comprado por tres euros en un Cash Converters.


Los agentes vuelven al vehículo y continúan su trabajo. Una labor que, tal y como explica José Ramón, ha ido evolucionando con el tiempo: "Hace treinta años era más de retirada de la vía pública, de represión. Con el paso del tiempo se fue fomentando la formación y sensibilización de los agentes y cada vez hay una mayor coordinación con los servicios sociales", expone.


Él además de policía es trabajador social. Esta tarea le permite aunar la faceta social "de cercanía y proximidad" con la puramente policial: la identificación. Su recorrido mañanero desemboca en el puente sobre el río Huerva que hay en la avenida Goya. Allí abajo hay un asentamiento semichabolista en el que pernoctan tres personas procedentes de Ghana. Cerca ya de las ocho y media sigue durmiendo uno de ellos que, por suerte, también se encuentra en buen estado. Tras las preguntas de rigor y asegurarse de que tiene comida y ropa de abrigo suficientes, los agentes se despiden recordándole que pronto tendrá que aceptar su traslado temporal al Albergue Municipal. Según explican, los trabajadores sociales del programa municipal para la erradicación del chabolismo (ASSI) detectaron ya en octubre este asentamiento y tratan de encontrar una posible solución para quienes viven allí.

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