Teruel

Teruel, el paraíso de las charangas

Hasta 21 bandas, una por peña, recorren incansables las calles de la ciudad durante la Vaquilla. Para los turolenses, sin ellas no hay fiesta

La charanga ‘Staccazzo’ recorría ayer tarde las calles de Teruel a pleno sol animando al público.
La charanga ‘Staccazzo’ recorría ayer tarde las calles de Teruel a pleno sol animando al público.
Javier Escriche

Es empezar a sonar la música de la charanga y los peñistas de El Disloque, que siestean a la sombra de unas casas en un extremo del Viaducto Nuevo, se ponen a bailar como si no hubiera un mañana. Hasta 21 de estas bandas musicales, una por cada peña, recorrían incansables este domingo las calles de Teruel llenando de pachanga la ciudad e impidiendo que alguien cayera en el aburrimiento ni siquiera un rato.

"Son el alma de las peñas. Te reviven cuando ya no te quedan fuerzas para seguir de fiesta y te llevan en volandas por toda la ciudad aunque no puedas ya ni dar un paso", afirmaba María Domingo, presidenta de El Disloque, sin dejar de llevar el ritmo de la música con sus pies.

Al instante, varias personas salían espontáneamente en apoyo a las manifestaciones de Domingo. "Una peña sin charanga es como Teruel sin Vaquilla; su música en directo es mil veces mejor que la de una discomóvil", aseguraba Miguel Ángel Pérez. Otros dos peñistas de El Disloque, Pablo Medina y Javier González, rubricaban la misma idea sin parar de bailotear: "Sin ellas no hay fiesta, nos encienden el corazón".

Entre las charangas y las peñas se crean lazos afectivos. Solo así se explica que algunas de estas orquestas que se patean las calles una y otra vez lleven casi una década acudiendo a la llamada de una misma asociación de vaquilleros.

El jefe de ‘Staccazzo’, Diego Isla, dice que sus músicos han conectado tanto con la peña El Campanico, a base de actuar en cada edición festiva, que conocen a todos sus socios. "Ya sabemos quién es el más formal y el más gamberro, el que quiere bailar y el que prefiere seguirnos al paso vaquillero", asegura.

Un trabajo «durillo»

No es fácil el trabajo del músico de charanga. "Es durillo –aclara Isla–, son muchas horas tocando al sol y a veces acabamos pasadas las dos de la madrugada, agotados y sin ganas ya de vivir por nuestra cuenta la fiesta".

Los de ‘Staccazzo’ vienen cada año desde Herencia y Villalta de San juan, en la provincia de Ciudad Real, y se sienten orgullosos de que los vaquilleros de Teruel los relacionen siempre "con su mejor momento del año, aquel en el que aparcan sus problemas y deciden disfrutar de la vida". Afirman que el público turolense "es muy charanguero y sabe apreciar nuestro espectáculo". Además, los vaquilleros "miman" a los músicos, cuidándolos a cada momento y respetando su trabajo.

Detrás de las trompetas, saxofones, platillos y tambores de ‘La Bomba Show’ desfilaban este domingo centenares de peñistas al ‘paso vaquillero’, una forma de moverse que oscila entre el baile y la marcha atlética y que permite economizar energía y aguantar así los tres intensos días que dura la Vaquilla.

"El ‘paso vaquillero’ es algo muy particular de esta fiesta, que nos caracteriza a los turolenses y que transmitimos de padres a hijos", explica María del Mar Barea. "Gracias a él recorremos las calles durante todo el día y no nos cansamos tanto", aseguraba.

En la sede de Los Bohemios descansaban tras el almuerzo de mediodía los músicos de la Charanga Valencia, fieles a las fiestas de la Vaquilla desde hace ocho años. "Teruel es el paraíso de las charangas; vienen un buen número de ellas, al menos, si se tiene en cuenta que la ciudad no es demasiado grande", relataba la jefa de esta banda musical, Patricia Rausell.

Los músicos de esta orquesta se convierten en vaquilleros cuando su trabajo les da un respiro y se lanzan entonces a disfrutar de la música de las peñas y de los toros ensogados, "una de las tradiciones que más nos gustan", afirma Rausell.

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