emigración

Del Matarraña a la Gran Manzana

Decenas de vecinos de la comarca turolense emigraron a Estados Unidos a principios del siglo XX, como cuenta el reportaje de una web estadounidense.

Ramón Segura y Matilde Ferrer con sus hijos, María y Joaquín, en Nueva York.
Ramón Segura y Matilde Ferrer con sus hijos, María y Joaquín, en Nueva York.
Bernardo Granja

La comarca del Matarraña fue el segundo foco emisor de emigrantes a los Estados Unidos desde la provincia de Teruel durante el primer tercio del siglo XX, un periodo en el que un millar de turolenses cruzaron el Atlántico en busca de un futuro mejor. Aunque la principal área de partida fueron localidades de las tierras altas, como Jabaloyas, La Puebla de Valverde y la capital provincial, la segunda zona de salida fue el nordeste de la provincia, desde donde partieron medio centenar de personas, entre ellas el que sería presidente de la Diputación Provincial de Teruel (DPT) durante la II República Ramón Segura, de Valderrobres.

El trabajo "La provincia de Teruel protagonista en el fenómeno migratorio a los Estados Unidos de América durante el primer tercio del siglo XX", que el historiador Raúl Ibáñez acaba de publicar en la revista digital Puente Atlántico, editada por la Asociación de Licenciados y Doctores Españoles en Estados Unidos (Aldeeu) en el portal www.aldeeu.es, profundiza en el conocimiento de la corriente migratoria que partió de tierras turolenses y cruzó el Atlántico en barcos que zarpaban de las costas mediterráneas y de Normandía en busca de una vida mejor en el "país de las oportunidades".

Es bien conocida la salida de cientos de turolenses de la Sierra de Albarracín y del entorno de Teruel, pero no tanto las numerosas partidas desde el Matarraña, en el extremo nordeste de la provincia. Dentro de esta comarca, la principal localidad de salida fue Valderrobres, con 28 emigrantes a los Estados Unidos, seguida de Beceite, con nueve. También hubo partidas puntuales de Mazaleón, Cretas, Valjunquera, La Fresneda, Fórnoles y Fuentespalda.

El punto de entrada en Estados Unidos fue el puerto de Nueva York, ciudad en la que se asentaron la gran mayoría de los matarrañenses. Solo hubo dos excepciones, dos emigrados que se dirigieron a los estados de Texas y Colorado. Los puertos de partida fueron Barcelona, principalmente, seguido de Le Havre y Cherbourg –ambos en Normandía– y Valencia. En un caso, el emigrante pasó previamente por Brasil y salió del Manaos rumbo a Nueva York.

Uno de los emigrados que partieron de Barcelona fue Ramón Segura, que, a su regreso, haría carrera política y sería presidente de la DPT cuando estalló la Guerra Civil. Fue encarcelado en el Seminario de Teruel y ejecutado por los sublevados en una de las sacas de presos republicanos en el verano de 1936. Segura emigró con su esposa, Matilde Ferrer, y los dos hijos de la pareja –María y Joaquín– nacieron en la emigración. Fue, también, uno de los principales contactos utilizados por otros vecinos de Valderrobres para probar suerte en la Gran Manzana durante las dos primeras décadas del siglo XX.

El fenómeno migratorio se extendió por toda la provincia, sumida en el atraso y la precariedad económica a principios del siglo XX. Ibáñez, que ha estudiado la documentación de la isla de Ellis –el principal punto de entrada en los EE. UU.–, concluye que los emigrantes turolenses partieron de 78 localidades, un tercio de todas las de la provincia. La Puebla de Valverde fue la primera localidad emisora con 162 personas, seguida de Jabaloyas con 130 y Teruel, con 95.

El primer turolense que se lanzó a la aventura estadounidense en el siglo pasado fue Manuel Vicente, de 29 años y natural de Palomar de Arroyos, que partió del puerto francés de Cherburgo en 1907 con destino a Nuevo México para trabajar en el campo. Las principales ocupaciones de los turolenses en la emigración fueron la agricultura, la ganadería, la minería y la industria. Los lugares más apetecidos como destino fueron Nueva York, California, Utah y Ohio.

Raúl Ibáñez dibuja un "perfil" típico del emigrante turolense en los EE. UU. que corresponde a un varón –solo hubo un 7% de mujeres en el cómputo total– de entre 16 y 35 años, trabajador del campo y alfabetizado. El pico de salidas tuvo lugar en 1920 para extinguirse en 1931. Las "cadenas migratorias" jugaron un papel clave al estimular las salidas, que, generalmente, se hacían con la voluntad de ahorrar para regresar al cabo de pocos años.

"Mis bisabuelos y sus dos hijos vivían en una habitación"

"Mis bisabuelos y sus dos hijos vivían en una habitación alquilada en el barrio italiano de Nueva York, como otros españoles. Pero uno de los niños se puso enfermo y se gastaron en el hospital lo que habían ahorrado. Como añoraban mucho Valderrobres, decidieron volver". Patricia Alejandre resume así la peripecia de los abuelos de su madre, una de las familias emigradas en el primer tercio del siglo XX desde el Matarraña a los Estados Unidos.

El intento de los antepasados de Patricia de ganar dinero en unos años de intenso trabajo para regresar a casa resultó decepcionante. La bisabuela, Antolina Torres, trabajó limpiando oficinas y el bisabuelo, Pedro Albiol, como cocinero. Tras su experiencia neoyorkina de siete años, decidieron hacer las maletas de vuelta a Teruel. Aunque les propusieron explotar un rancho en California, optaron por regresar a Valderrobres hartos de «"levar una vida miserable".

Pero la estancia estadounidense de la familia Albiol-Torres dejó huella en sus dos hijos, Consuelo y Luis –el abuelo de Patricia–. Consuelo, que regresó a Valderrobres con siete años, "sabía contar hasta 100 en inglés y también algunas canciones que las enfermeras le cantaban en el hospital durante su hospitalización", recuerda la sobrina-nieta. Su tía-abuela le contaba también que cuando se quedaba sola en casa le dejaban revistas y se pasaba el tiempo recortándolas sin salir de la habitación en la que vivían.

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