historia

California rememora la emigración turolense de hace un siglo

La revista de historia de la Universidad del California publica un estudio sobre los 151 emigrantes llegados desde Teruel en las dos primeras décadas del siglo XX.

Marcelino Mateo, emigrado de Camarena de la Sierra, fotografiado en California.
Marcelino Mateo, un emigrado de Camarena de la Sierra, fotografiado en California.
Foto cedida por Mariano Mateo.

El estado de California fue uno de los preferidos de los turolenses a la hora de emigrar a los Estados Unidos durante los primeros 20 años del siglo XX en busca de una vida mejor. Un estudio que acaba publicar la revista de historia de la Universidad de California ‘Southern California Quaterly’ señala que, entre 1909 y 1920, 927 personas emigraron desde Teruel a los EE. UU., de las cuales 151 tuvieron un destino californiano y en su práctica totalidad eran originarias de la comarca de Gúdar-Javalambre. La Puebla de Valverde fue el principal pueblo emisor, con el 46% del total.

Los expatriados dejaban atrás el subempleo, trabajos precarios como jornaleros y un país atrasado para buscar una nación industrializada con necesidad de mano de obra, sobre todo durante la I Guerra Mundial. Las referencias que propiciaron las primeras partidas procedían de oleadas previas de emigrantes vascos, cuyas haciendas fueron uno de los primeros destinos de los emigrados de la provincia de Teruel.

El trabajo ‘Emigración de Teruel a California a principios del siglo XX’, de Raúl Ibáñez, experto en el éxodo turolense a los Estados Unidos, indica que las relaciones familiares y de amistad entre vecinos de poblaciones cercanas crearon "cadenas de emigración" a partir de la salida de "pioneros" que atraían a parientes y amigos. La llegada turolense alcanzó sus máximos en 1916, en plena I Guerra Mundial, pero las restricciones migratorias provocan un parón del fenómeno en 1920. El último desplazado desde la provincia en el periodo analizado fue el sacerdote José María Gargallo, de Samper de Calanda y que fue a reunirse con el obispo de Los Ángeles.

Los hermanos Vicente, Bernabé y Demetrio Mínguez Ballester, emigrados desde La Puebla de Valverde a California entre 1009 y 1019, hicieron fortuna en suelo californiano tras algún fracaso previo –montaron una fábrica de zapatos en el vecino México que resultó ruinosa–. Ganaron dinero con negocios inmobiliarios y montaron un supermercado en Santa Ana. En una nota remitida por Ricardo, hijo de uno de los Mínguez Ballester, remitida a su familia en La Puebla de Valverde en el reverso de una foto del establecimiento –en la imagen– presume de que la suya «es una de las tiendas más modernas y bonitas de California». El escrito se dirige a una prima «para que vea» el negocio que la familia ha puesto en marcha al otro lado del Atlántico.
Los hermanos Vicente, Bernabé y Demetrio Mínguez Ballester, emigrados desde La Puebla de Valverde a California entre 1009 y 1019, hicieron fortuna en suelo californiano tras algún fracaso previo –montaron una fábrica de zapatos en el vecino México que resultó ruinosa–. Ganaron dinero con negocios inmobiliarios y montaron un supermercado en Santa Ana. En una nota remitida por Ricardo, hijo de uno de los Mínguez Ballester, remitida a su familia en La Puebla de Valverde en el reverso de una foto del establecimiento –en la imagen– presume de que la suya «es una de las tiendas más modernas y bonitas de California». El escrito se dirige a una prima «para que vea» el negocio que la familia ha puesto en marcha al otro lado del Atlántico.
Foto cedida por Fernando Novella.

El retrato del emigrante tipo que dibuja Ibáñez es el de un varón, soltero, de entre 16 y 30 años y jornalero de profesión. Las mujeres solo representan el 4% del total. El investigador señala que, en contra de lo que se cree, la gran mayoría de los emigrados turolenses sabían leer y escribir y solo el 13% eran analfabetos.

Las partidas, que se realizaron principalmente desde el puerto de Valencia –el más cercano a Gúdar-Javalambre–, coinciden con las temporadas en las que el trabajo en el campo era más escaso. Las salidas otoñales arrancaban cuanto terminaba la cosecha del cereal, el principal cultivo de la comarca emisora. Los campesinos se marchaban, salvo contadas excepciones, con el objetivo de ahorrar dinero durante tres o cuatro años para volver a casa y poder comprar tierras para ganarse la vida.

Los emigrantes partían en grupos de amigos o vecinos y solo se registra la salida de tres familias al completo. Una vez en Nueva York, el puerto de entrada, se alojaban en modestas fondas o casas de huéspedes propiedad de españoles, como La Valenciana o Santa Lucía, que operaban como "agencias de colocación" buscando trabajo y ofreciendo un refugio de cultura española en medio de la sociedad anglosajona.

Algunos empleadores americanos acudían a estos lugares a buscar trabajadores, particularmente pastores, un oficio en el que los turolenses tenían "buena reputación". Además del cuidado del ganado, otros oficios habituales entre la colonia emigrada a California fueron los de obrero del campo o industrial y minero.

El coste del viaje, unas 300 pesetas, obligaba a ahorrar los jornales de todo un año para afrontar el pago. En ocasiones, los emigrantes o sus familias vendían sus posesiones para pagar el pasaje, que en el caso de tener como destino California, obligaba a cruzar el país de costa a costa en tren, con un coste añadido "considerable" para personas con recursos muy limitados. También recurrían a los préstamos de amigos y familiares para costear el desplazamiento.

La travesía, de 24 días, se realizaba en buques –muchos de los emigrantes nunca antes habían visto ni barcos ni el mar– con "poca higiene y malas condiciones sanitarias". Al llegar, los campesinos turolenses se encontraban inmersos en una "enorme ciudad cuyos habitantes hablaban una lengua que no entendían", lo que acentuaba la angustia del viaje.

Tras el penoso periplo trasatlántico, muchos de los recién llegados se sentían indispuestos y las enfermedades infecciones se extendían entre ellos. Al llegar al puerto neoyorquino, eran sometidos en la isla de Ellis a revisiones de su estado de salud física y mental. También tenían que declarar el dinero con que contaban para subsistir hasta encontrar un trabajo. Los turolenses con destino a California llevaban una media de 71,5 dólares en sus bolsillos –frente a los 58,5 del conjunto de los españoles– para pagarse la manutención y el tren hasta su destino en la costa oeste. Afrontaban entonces la última etapa de su largo viaje de 10.000 kilómetros desde Teruel cruzando el océano Atlántico y el continente americano.

"Eran emprendedores y, aunque lo pasaron mal, salieron adelante"

"Lo pasaron mal al llegar, pero eran emprendedores y, al final, les fue bien y se asentaron en California". Fernando Novella resume así la vivencia de sus tres tíos abuelos de La Puebla de Valverde emigrados al próspero estado de la costa oeste a comienzos del siglo XX: Vicente, Demetrio y Bernabé Mínguez. 

Vicente dejó testimonio de su peripecia en un libro de memorias inédito que trasluce "mucha añoranza", según cuenta Novella. Partió con 17 años, fue declarado prófugo al eludir el servicio militar y nunca regresó a su pueblo natal. En su libro de recuerdos, muestra su "dolor de corazón" por no haber podido reencontrarse con su madre. Los tres hermanos pasaron por distintos oficios hasta que, al calor de la expansión de la ciudad de Los Ángeles, hicieron fortuna con el negocio inmobiliario y "dieron el pelotazo".

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