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La casa de un obispo decimonónico se cuela en el museo diocesano de Teruel

El centro, remodelado durante los meses de pandemia, quiere atraer un público más extenso mostrando cómo vivía el mitrado fray León Villuendas Polo.

Gómez Cantero muestra a las autoridades el comedor del palacio episcopal en el siglo XIX.
Gómez Cantero muestra a las autoridades el comedor del palacio episcopal en el siglo XIX.
Jorge Escudero

El hasta hace pocos días obispo de Teruel y Albarracín, ahora coadjutor en Almería, Antonio Gómez Cantero, ha conseguido hacer realidad su sueño: ampliar el Museo Diocesano de la capital turolense y abrirlo a un público mucho más extenso que el puramente especializado en arte religioso. Durante los meses de pandemia en los que el centro tuvo que permanecer cerrado, un nutrido equipo de voluntarios encabezado por el mitrado obró la transformación. Las instalaciones vuelven a recibir visitantes tras la mayor remodelación en las últimas dos décadas.

El nuevo Museo de Arte Sacro de Teruel incorpora una recreación de la vivienda del obispo turolense fray León Villuendas Polo (1885-1968). Por su realismo, el decimonónico escenario podría haber inspirado las más famosas novelas del naturalismo español surgidas de la pluma de Clarín o Galdós.

Para ello, Gómez Cantero, apasionado del diseño museístico, sacrificó varios espacios del palacio episcopal. La sala de prensa es ahora el comedor de aquel prelado de otra época, con su vajilla de la cartuja de Sevilla y sus candelabros sobre la gran mesa; la biblioteca se ha convertido en la salita de estar privada, donde monseñor Villuendas tomaba chocolate y escuchaba la radio y el tocadiscos; y el almacén de libros, en su dormitorio.

Así lo explica el director del centro artístico, Pedro Luis Hernando, quien señala que "si un museo diocesano expone solamente obras religiosas, corre el riesgo de perder visitantes, como ya ocurrió en los años 80 y 90 del siglo XX". Hernando se muestra convencido de que la recreación de la vivienda episcopal "llamará mucho la atención de los visitantes".

El museo muestra también cómo era la biblioteca de un monasterio medieval de Albarracín, donde puede verse una de las joyas del centro expositivo, un misal del siglo XV en pergamino que debe ser cerrado periódicamente para que sus frágiles páginas no se estropeen.

Obras de primer orden

Pero en el Museo de Arte Sacro de Teruel hay mucho más. El centro conserva obras de tal calidad que la población "puede sentirse muy orgullosa de ellas", subraya Hernando. Una es el Cristo de marfil filipino sobre un fondo de concha de tortuga carey, un modelo del que en España hay apenas tres o cuatro ejemplos. El director del museo confiesa que se rebela cuando otros historiadores del arte dejan caer, "como una losa", que la Guerra Civil acabó con el patrimonio turolense.

"Me enfado porque aquí tenemos obras de la misma importancia que las de otras ciudades, incluso algunas que están entre las mejores de España; hubo gente rica que encargó piezas a los artistas más destacados y personas más humildes que acudieron a otros menos conocidos", explica.

Y pone como ejemplo la tabla de siglo XV, en estilo gótico internacional, dedicada a la Virgen de la Misericordia, cuya imagen fue portada del catálogo de una exposición de ámbito europeo celebrada recientemente en Lisboa.

El museo expone obras nuevas. Una de ellas es un grabado del siglo XVIII perteneciente a una serie sobre la vida de la Virgen María que se conserva en el Louvre. Comprado en una tienda de París, estaba en el convento de Gea de Albarracín y ahora puede verse en Teruel. Las salas contraponen piezas de hace más de 500 años con otras contemporáneas para favorecer "un diálogo entre el espectador y la obra". Así ocurre con el calvario barroco traído de Sarrión, ubicado junto a la pintura actual de un cristiano crucificado en la ciudad siria de Alepo.

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