Teruel

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La infancia negada a Rosalía

Fue premiada por las serias responsabilidades familiares que asumió de niña en el difícil medio rural turolense de los 70. 40 años después, rememora aquel episodio.

Rosalía Montolío, en la actualidad, recordando el premio a través de fotografías.
Jorge Escudero

“Me tocó a mí, como podría haberle tocado a cualquiera". Rosalía Montolío no cree haber sido una heroína al tener que asumir de niña una serie de responsabilidades familiares impensables hoy en día. Vivía en Monteagudo del Castillo con sus padres y cuatro hermanos afectados por problemas de movilidad que también sufría la madre. Otra hermana, que como ella no heredó la enfermedad, trabajaba en otro pueblo. Desde bien pequeña, se levantó a las seis de la mañana para ordeñar las vacas. A las ocho preparaba el desayuno a sus hermanos, luego, se cambiaba de ropa e iba a la escuela. A mediodía ayudaba a su madre a hacer la comida. De tres a cinco de la tarde iba al colegio. A las seis ordeñaba de nuevo y, por último, hacía los deberes, cenaba y, a dormir. En verano, a estas tareas sumaba la de ayudar a su padre a segar el cereal. Ella sola iba al campo subida en el carro guiado por un mulo. "Envidiaba a los demás niños, no tuve tiempo de jugar", rememora.

Otros, en cambio, sí consideraron que el trabajo de Rosalía era excepcional. En 1976, con 12 años, fue premiada por el jurado de la llamada Operación Plus Ultra, una campaña de la Cadena SER, Iberia y la Confederación Española de Cajas de Ahorros que reconocía el heroísmo y las virtudes de abnegación y sacrificio en los niños. Recibió una beca para estudiar, su familia percibió 5.000 pesetas y ella disfrutó, junto con otros 15 niños, de un viaje por Estados Unidos, Roma y Palma de Mallorca. Tras el periplo, fueron recibidos por los reyes Juan Carlos y Sofía. Ya en Teruel, Rosalía fue homenajeada por la Diputación Provincial en presencia del gobernador civil y otras autoridades.

Rosalía ordeña una vaca con 12 años de edad.
Archivo fotográfico del Instituto de estudios turolenses

Cuarenta años después, Rosalía recuerda en su casa de Teruel, donde vive, las luces y sombras de aquel episodio que cambió su vida "por completo". Cuenta que sintió una gran emoción en la recepción que el papa Pablo VI hizo al grupo en El Vaticano, a donde los niños llegaron en un autobús al que la Policía italiana abría paso por las calles de Roma. No le ocurrió lo mismo en las atracciones de Disneylandia, en Orlando (Florida), donde aquellos enormes muñecos que reproducían personajes de dibujos animados le agobiaron. "Eran desconocidos para mí porque en Monteagudo solo había una televisión en el salón social y nunca tuve tiempo de mirarla", comenta. "En cambio –relata–, acostumbrada a una bombilla de 50 vatios en casa, los escaparates de Nueva York y sus rascacielos me deslumbraron y lo mismo el puente de San Francisco".

La beca permitió a Rosalía estudiar en el internado del colegio Teresianas de Teruel y dejar, siquiera en invierno –en verano regresaba a casa–, el durísimo medio rural de la provincia de Teruel de los años 70. Pero tampoco fue un camino de rosas. "Llevaba una base educativa muy mala y me costó coger el ritmo; no pude aprovechar las enseñanzas como hubiera querido", dice. No obstante, estar con niñas de su edad tras aprender en el colegio unitario de Monteagudo, donde la despoblación ya hacía mella, la hizo "feliz". Estudió Administración y la vida la llevó al sector laboral de la hostelería.

"Necesitábamos recursos"

Ahora, con la distancia que da el tiempo, Rosalía opina que aquella Operación Plus Ultra y los honores que recibió no solucionaron la crítica situación de su familia. "No teníamos una casa adaptada a la minusvalía de mis hermanos, la sanidad en el pueblo era muy precaria y nadie estudió nuestro problema genético", lamenta. "Me hicieron protagonista, pero lo que necesitábamos era recursos".

El caso de Rosalía ha vuelto a la actualidad con el último número de la revista cultural ‘Turolenses’ que edita el Instituto de Estudios Turolenses, en la que el historiador Fernando Burillo rescata para sus páginas aquel fragmento de la España rural en los momentos póstumos al franquismo.

"Menos héroes y más ayudas", clama Burillo, para quien la situación de Rosalía era fruto "de una falta de justicia social". "Habría que haber dado una vida digna a esos niños, y no convertirlos en ídolos", sostiene, dicho lo cual, confiesa su admiración por la proeza de la niña de Monteagudo.

Para Rosalía, su vida fue "tan dura", que ahora ve excesivos los cuidados que se profesan a los más pequeños. "No fue bueno lo que yo viví, pero tampoco lo de ahora; los niños no tienen autonomía y son incapaces de asumir una mínima responsabilidad", afirma. Aunque tres de sus hermanos con problemas de movilidad están atendidos en residencias y el otro ha logrado vivir de forma autónoma en su casa, Rosalía no ha dejado de ocuparse de ellos.