Erradicar el sinhogarismo juvenil: "Con 19 años me vi durmiendo debajo de un puente y ahora tengo casa y trabajo"

Sercade-Centro Social San Antonio gestiona en Zaragoza cuatro pisos en los que viven 10 jóvenes en riesgo de exclusión y a los que facilita apoyo jurídico, laboral y psicológico.

Mohamed, de espaldas, con Jessi Clemente, Marcos Miguel Moro e Iris Garrabella, en las instalaciones de Sercade-Centro de San Antonio en Zaragoza
Mohamed, de espaldas, con Jessi Clemente, Marcos Miguel Moro e Iris Garrabella, en las instalaciones de Sercade-Centro Social San Antonio en Zaragoza
Guillermo Mestre

Marcos Miguel Moro, de 21 años, nació en Guinea Ecuatorial pero se considera maño. Llegó con su madre a Zaragoza con 3 años, pero cuando tenía 12 decidieron volver a su país de origen. No le gustó dejar atrás su vida y amigos y a los 14 regresó a su ciudad. Vivía con una hermana mayor, sus dos hijas y un sobrino hijo de otra hermana, pero la pandemia se cruzó en el camino de todos. La cabeza de familia perdió el empleo y acabaron desahuciándoles de la vivienda. Con 18 años casi recién cumplidos y en situación irregular no pudo entrar a vivir al piso social con los suyos.

Tras su estancia durante un año en un piso compartido de una entidad social, en Sercade-Centro Social San Antonio ha encontrado al final su hogar, gracias a un proyecto para erradicar el sinhogarismo juvenil que comenzó en 2022 y, sobre todo, a su compromiso y esfuerzo personal. “Con 19 años y sin papeles me vi durmiendo debajo de un puente. No sabía lo que iba a hacer, me encontraba súper perdido”, recuerda de esos angustiosos momentos. Respiró cuando el pasado junio tuvo en sus manos el Número de Identidad de Extranjero (NIE), con permiso de residencia y trabajo, que le ha permitido tener dos contratos desde entonces.

Moro es uno de los jóvenes que forma parte del programa Futuro&Co de Sercade que se inició a principios de 2022 financiado por el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 con fondos Next Generation. Tras finalizar el respaldo europeo el pasado diciembre, el Centro Social San Antonio ha conseguido darle continuidad con una subvención a cargo del 0,7% del IRPF destinado a proyectos sociales y un gran esfuerzo económico por su parte. 

“Las últimas estadísticas reflejan que casi el 30% de las personas en situación de calle son población joven de menos de 30 años. Esta iniciativa surgió para erradicar este problema y lo que teníamos claro es que una vez puesta en marcha, que era lo más difícil, no íbamos a dejar tirado a nadie”, explica Jessi Clemente, directora de Sercade Aragón.

Vivienda y un catálogo de servicios personalizados

En la primera fase, Futuro&Co, a través de la red Faciam (Federación de asociaciones y centros de ayuda a marginados) contaba en toda España con pisos en siete ciudades gestionados por 11 entidades por los que han pasado 230 chicos y chicas en riesgo de exclusión. Cinco viviendas con 14 plazas se encontraban en Zaragoza y acogieron a 13 chicos y 4 chicas. En esta nueva etapa, con el recorte en la financiación, los pisos se han visto reducidos a cuatro con capacidad para 10 usuarios.

Además de un hogar, Clemente pone el acento en que lo “más importante” es facilitar a los chavales una serie de apoyos personalizados de tipo jurídico, psicológico y laboral que les permitan “lograr la autonomía” y terminar con éxito el proceso a una independencia en la que se valen por sí mismos. Este 2024 ya no cuentan con el dinero que antes se les entregaba para que ellos mismos gestionaran algunas compras para la casa y su ocio y en su lugar les proporcionan la comida. Tampoco llega para organizar nuevas salidas y excursiones como las que hicieron a Salou, a la nieve o al parque de Lacuniacha. “De verdad que las echo mucho de menos, vivimos momentos inolvidables”, apostilla Moro cuando surge este tema.

Los cuatro protagonista de este reportaje, Mohamed (de espaldas), Clemente, Moro y Garrabella, a las puertas del centro de Sercade en Zaragoza
Los cuatro protagonista de este reportaje, Mohamed (de espaldas), Clemente, Moro y Garrabella, a las puertas del centro de Sercade en Zaragoza
Guillermo Mestre

La experiencia de dos años demuestra que los resultados son positivos y el 80% de los chavales se han independizado. El próximo 14 de mayo se celebrará una jornada en Zaragoza en la que se presentarán los logros que se han alcanzado y un estudio de las herramientas aplicadas que se ha elaborado en colaboración con el Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación de la Universidad Complutense de Madrid.

"Más plazas que hubiera se llenarían"

Ahora estos domicilios están dirigidos a jóvenes extutelados de la administración que cuando cumplen 18 años no tienen dónde ir y a los que salen del sistema de protección de menores y del de reforma (en el que cumplen las penas impuestas por delinquir). Da la casualidad de que en estos momentos todos los usuarios son chicos y “más plazas que hubiera se llenarían”, hace notar la responsable de Sercade. Los programas de tránsito a la vida adulta dependientes de las administraciones se quedan cortos para el número de chavales tutelados que si no son seleccionados para proseguir en ellos hasta los 21 años suelen acabar en situaciones de riesgo de exclusión y en la calle si no cuentan con algún tipo de apoyo.

Un acuerdo de colaboración con el colectivo saharaui Lefrig facilita el asesoramiento jurídico y acompañamiento y otro con la fundación Adcara, el apoyo psicológico y terapéutico, que refuerza la propia responsable de Sercade. Todos los martes y jueves los chavales asisten en las instalaciones de la entidad a sesiones de asesoramiento laboral con una técnico de empleo y la trabajadora social los visita en los pisos, está en contacto con ellos para hacerles un seguimiento y organizar en talleres y asambleas grupales. 

"Las últimas estadísticas reflejan que casi el 30% de las personas en situación de calle son población joven de menos de 30 años"

“Cada mes preparamos uno o dos talleres en los que tratamos cuestiones que son básicas para que aprendan a ser autónomos, como gastos y gestiones del hogar, trámites y documentación, porque salen de los centros con una carpeta debajo del brazo con sus papeles pero sin saber dónde ir, y cuestiones de salud para las que hemos creado los mapas del alma, con los que se identifican frustraciones y otros sentimientos”, comenta Iris Garrabella, la trabajadora social. Parte del éxito cree que radica en que el trato es de “persona a persona” y se dejan de lado las “jerarquías profesionales”. La entidad ha impulsado una liguilla de fútbol que juegan todos los sábados por la mañana.

Sueños personales de futuro

Moro es uno de los jóvenes que ha seguido en el nuevo programa. Mohamed, un argelino de 20 años, llamó hace dos meses a las puertas de Sercade. Su historia es similar a la de muchos menores migrantes que llegan solos. Relata con timidez que una patera le dejó en las islas Baleares cuando tenía 17 años y, tras pasar por el alojamiento de menores, residió dos años en Ibiza, donde compartió piso y trabajó en una empresa de repartidor. Todo se complicó cuando acabó perdiendo sus papeles ya que estaba empleado como falso autónomo. El pasado septiembre llegó a Zaragoza y estuvo de alquiler en una habitación hasta que se le agotaron sus pocos ahorros.

"Es una oportunidad poder acompañarles porque son personas que tienen una gran capacidad de resiliencia y de fortaleza. Viven en condiciones de desigualdad y se merecen una oportunidad, son el futuro"

Los dos hablan de sus proyectos de futuro. Moro está ilusionado, tiene el NIE y en junio del año que viene pedirá la nacionalidad española por reagrupación familiar. Ha trabajado en el montaje de escenarios y ahora en el sector de la limpieza. Finalizó los estudios de Secundaria y quiere prepararse para la prueba de acceso a un ciclo de técnico superior en Integración social. "Estas -dice sonriendo en referencia a la responsable de Sercade y la trabajadora social- me están convenciendo y creo que seguiré sus consejos para poder mejorar".

Para Mohamed, que también tiene estudios de la ESO, lo más importante ahora es regularizar su situación para después intentar encontrar un empleo en la jardinería, la construcción o "donde salga", recalca. "Es una oportunidad poder acompañarles porque son personas que tienen una gran capacidad de resiliencia y de fortaleza. Viven en condiciones de desigualdad y se merecen una oportunidad, son el futuro y hay que apostar por ellos", concluye Clemente.

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