"Vine a pedir ayuda a la parroquia del Carmen y ahora trabajo con ellos, he tenido mucha suerte"

Alexander Proenza-Jorge fue usuario del comedor del Carmen de Zaragoza, ha vivido un año en un piso de acogida y lleva 7 meses trabajando en el mantenimiento de las instalaciones de la obra social.

Alexander lleva siete meses trabajando en el equipo de mantenimiento de la obra social de la parroquia del Carmen
Alexander lleva siete meses trabajando en el equipo de mantenimiento de la obra social de la parroquia del Carmen
Guillermo Mestre

La vida de Alexander Proenza-Jorge, un cubano de 52 años que aterrizó hace 19 en Valencia donde ya residía su hermana, ha dado muchas vueltas. Pero lo que tiene claro ahora es que de Zaragoza, donde lleva 6 años y ha vivido algunos de los momentos más felices y también más amargos, no se mueve. Tras un viaje de pocos meses a Estados Unidos entre 2016 y 2017 "a probar suerte" regresó y la falta de trabajo le llevó a la obra social de la parroquia del Carmen. En aquel momento fue usuario del comedor y hoy, tiempo después, lleva siete meses en el equipo de mantenimiento de las instalaciones.

"Vine a pedir ayuda a la parroquia del Carmen y ahora trabajo con ellos, he tenido mucha suerte con la oportunidad que me han dado", asegura echando la vista atrás. En el comedor social conoció "historias mucho más duras" que la suya. Menciona al trabajador social, Alfonso, que entonces le echó una mano y le ayudó a reconducir sus pasos. Acostumbrado a "sacarse las castañas" y ser un "fuerte luchador", cuenta, estuvo empleado en varias cocinas, los fogones le gustan y tiene experiencia porque a ello se dedicaron sus padres en Cuba, y también en pescaderías tras hacer un curso en Mercazaragoza.

Durante un año ha residido en una vivienda de acogida de la parroquia junto a otros dos hombres y hace una semana dio el salto a compartir un piso de alquiler en el barrio de Delicias. Reconoce que la "convivencia" puede ser "complicada" en algunos momentos, "pero es lo que toca". Las tareas de mantenimiento le gustan, "siempre he sido un manitas, de niño me encantaba arreglar los coches de juguete que caían en mis manos". "Nos toca desde recoger por las mañanas la ayuda del Mercadona a pintar los pisos, ir un día a la semana a la Casa de Acogida, de aquí para allá, no nos aburrimos no", cuenta con satisfacción.

Ahora su sueño es ahorrar dinero suficiente para traer "legalmente" a su hija de 22 años a España y que ella pueda cursar algo de Enfermería, ya que en su país natal ha tenido que abandonar los estudios. "En Cuba no hay futuro, la gente tiene que pensar en lo que va a comer cada día, no tiene expectativas de futuro. No pienso en volver, en absoluto, para que Cuba levante tendrá que pasar otros 50 años", concluye con algo de tristeza.

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