Las epidemias y las enfermedades han sido una constante en la historia de la humanidad. Algunas han sido tan famosas que han dado alas a la literatura y al cine, como las epidemias de peste que asolaron Europa durante la Edad Media y que también afectaron a nuestro territorio. De hecho, la última peste de la que tenemos constancia tuvo lugar en Zaragoza en 1820.

Hace apenas 4 años padecimos una pandemia mundial. La covid redefinió el comportamiento de estas patologías, por la rapidez con la que se extendió y por su total globalización. La comunidad aragonesa padeció sus efectos al igual que el resto del planeta. Pero, aunque es la más reciente y una de las más mortíferas -más de 5.000 personas fallecieron de covid en Aragón- no es la única epidemia mortal que hemos conocido en los últimos años.

Quienes nacieron en la década de los 50 y 60 todavía lo recuerdan. En el verano de 1971, aparecieron en Épila y Rueda, varios casos de cólera. En concreto, 7 personas fueron afectadas por esta enfermedad bacteriana y, aunque cursó con síntomas leves, fue suficiente para movilizar a autoridades de nuestro territorio y de extranjero, ante el peligro de que estos casos solo fuesen el comienzo de una epidemia que llevaba causando estragos en nuestro continente desde mediados del siglo XIX.

Fue el 20 de julio de 1971 cuando HERALDO se hizo eco de unos acontecimientos que ya corrían como la pólvora entre los vecinos de los municipios afectados. Este diario publicó que "en varios municipios de la cuenca del Jalón se había producido una mayor incidencia de procesos diarreicos estivales que los habituales en la época”. Pero aunque no se llegaba a nombrar, era vox populi que se trataba de cólera.

Toda la población de Zaragoza, vacunada

La capital aragonesa tenía todavía el recuerdo fresco de la anterior epidemia de cólera que había sufrido, en 1885, y que acabó con la vida de cerca de 1.400 personas, por lo que las autoridades hicieron un llamamiento a la vacunación de todos sus habitantes. En tan solo dos días se vacunaron en Zaragoza y en su provincia 429.000 personas y se organizaron largas colas de ciudadanos a las puertas de los centros de vacunación, esperando su turno. 

Archivo Heraldo de Aragón

“Toda la población de Zaragoza se halla prácticamente vacunada y se han cubierto enteramente vastas zonas de la provincia, dedicando especial atención a la zona del Jalón y a la cuenca del Ebro, hasta Caspe”, puede leerse en la portada de HERALDO del día 23 de julio.

El miedo a una epidemia de cólera en el corazón de España atrajo la atención de autoridades nacionales y extranjeras, que siguieron el estudio de los casos diagnosticados. Las conclusiones fueron positivas y la autoridades sanitarias declararon que, aunque existía un brote diarreico de carácter epidémico en la cuenca del Jalón, “está perfectamente localizado en esa zona y no afecta en absoluto al resto de la provincia ni de España”. 

En este sentido, la Organización Mundial de la Salud emitió un comunicado explicando que “los casos fueron clínicamente leves sin que se hayan producido defunciones. No se han señalado nuevos casos”, afirmaban, además de concluir que se mantendría la vigilancia en la zona y que no se había encontrado el origen del brote. La apertura de HERALDO ese día 23 de julio era el reflejo del temor existente en el país: “No existe riesgo de epidemia en España”.

El precedente de 1885

El cólera llegó a Europa desde la India en 1830 aunque a la Península Ibérica tardó algunos años más. En 1835 entraba por Vigo, de la mano de un buque británico y de su tripulación. Desde entonces, fue haciendo acto de presencia por todo el país hasta que en 1885 le llegó el turno a Zaragoza y a muchos de los pueblos de la provincia, que también se vieron afectados. 

Archivo Heraldo de Aragón

El día 30 de junio se anunciaba que el cólera afectaba a varios pueblos de la cuenca del Jalón y que había ya una treintena de defunciones: “El cólera se ha mostrado por fin en Aragón y ha hecho presa en los pueblos ribereños del Jalón”, recordaba HERALDO un 12 de octubre, día del Pilar, de 1971, apenas un mes después de concluir la amenaza de los 7 casos de Rueda y Épila. 

En esa ocasión, el cólera no tardó en llegar a la capital y la ciudad se volcó en la lucha contra la epidemia. Se crearon juntas de barrio y centros médicos a modo de casas de socorro y se pidió a la población que no comiese vegetales crudos. Se temió incluso que el agua del Canal, de la que bebía la ciudad, estuviese contaminada aunque, tras los análisis, se desestimó. 

Tres meses después, el 24 de septiembre se daba por extinguida la epidemia que causó más de 14.600 infectados en una población de 91.000 almas. Murieron 1.396 personas, casi el 10% de los que enfermaron. 

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Zaragoza, 'Muy Benéfica'

Al año siguiente, la reina regente María Cristina, “tomando en consideración los sentimientos humanitarios de caridad cristiana, de inagotable filantropía y de varonil entereza de que ha dado relevantes e inequívocas pruebas el vecindario de la provincia de la Muy Noble, Muy Leal, Heroica y Siempre Heroica ciudad de Zaragoza durante la invasión de la epidemia colérica”, autorizaba que el Ayuntamiento y la Diputación unieran a sus títulos ‘Muy benéfica’, con la que fueron igualmente condecorados los zaragozanos y sus descendientes, recordaba el periodista de HERALDO José V. Lasierra en 1971.