60 años de Mequinenza: “Nos hemos reconciliado con el embalse pero lo que pasó lo llevamos en el corazón”

La colosal obra del embalse de Mequinenza cumple 60 años de vida. Los municipios que lo vieron nacer acabaron sumergidos bajo sus aguas y perdieron gran parte de su historia con él.

Embalse de Mequinenza
Embalse de Mequinenza
DPZ

Corrían los años 50 del siglo pasado y la implantación y desarrollo de la energía eléctrica en nuestro país hizo que el río Ebro comenzase a resultar atractivo, no solo por ser fuente de riqueza para la agricultura, sino para quienes tenían en mente la explotación hidroeléctrica de sus aguas.

Así, durante esos años, distintas empresas comenzaron un aprovechamiento del río en la vecina Cataluña hasta que en 1957, el Instituto Nacional de Industria (INI), creado tras la Guerra Civil, encargó a la Empresa Nacional Hidroeléctrica del Ribagorzana S.A. (Enher) los proyectos de embalses de Mequinenza y Ribarroja. El primero de ellos, se proyectó en la provincia de Zaragoza, junto al municipio de Mequinenza, en el Bajo Cinca, donde se construyó la presa. El de Ribarroja se construiría entre Aragón y Cataluña, estando su presa en la localidad catalana que le da nombre, aunque sus aguas subirían Ebro arriba hacia los municipios zaragozanos de Fayón y Mequinenza.

Página de Heraldo de Aragón de 1960 donde se recoge la construcción del embalse y la presa de Mequinenza.
Página de Heraldo de Aragón de 1960 donde se recoge la construcción del embalse y la presa de Mequinenza.
H.A.

En 1964 se terminó la construcción del primero de estos pantanos, el más grande, dando lugar a una enorme masa de agua conocida en la actualidad como Mar de Aragón. De hecho, la central hidroeléctrica de Mequinenza es la mayor de la comunidad aragonesa con 7.540 hectáreas de lámina de agua y hasta 60 metros de profundidad. Está dedicado a la producción hidroeléctrica con una potencia instalada de 324 MW, lo que supone un 27% de toda la que se produce en Aragón. La construcción del de Ribarroja concluyó algunos años después.

Más de mil años bajo las aguas

Sin embargo, ambos embalses supusieron un punto de inflexión en la historia de los municipios junto a los que se proyectaron. Sendos proyectos obligaron a los vecinos de Mequinenza y Fayón a abandonar sus casas para dejarle espacio a un proyecto hidrográfico de tamaño colosal. Las aguas de sendos pantanos inundaron las casas, que tuvieron que reconstruirse en otra ubicación.

Foto de Fayón
Antiguo campanario de la iglesia de Fayón
Laura Uranga

Fayón fue cubierto por completo por el agua mientras que Mequinenza fue inundado parcialmente, aunque desapareció gran parte de su trazado urbano. Ambas localidades se reconstruyeron de nuevo a escasos kilómetros de sus matrices para alejarse de las crecientes aguas. 

Estos traumáticos hechos quedaron en la memoria y en la retina de sus habitantes que tuvieron que comenzar de nuevo y trabajar para crear una nueva historia y un nuevo proyecto de futuro. “El pueblo se quedó sin su actividad principal porque las minas quedaron bajo el agua”, dice Antonio Sanjuan, alcalde de Mequinenza. “Lo mismo pasó con la totalidad de las huertas y gran parte de los terrenos de cultivo, que fueron anegados”, añade.

En Mequinenza ese lazo con el pasado es todavía visible a través del museo en el que se han convertido las antiguas calles del pueblo viejo que no quedaron inundadas y que hoy recorren los turistas y curiosos. Todavía pueden verse los restos del que fue uno de los cines de la localidad y aún se aprecian “los hierros retorcidos que en otro tiempo sostuvieron el palco, desde donde el público mequinenzano habría visto tantos espectáculos”, explican desde el área de Turismo del Ayuntamiento de Mequinenza. También los vestigios de la plaza del antiguo Ayuntamiento, del campo de fútbol, de la iglesia de Santa Ágata o de la plaza de Armas de la localidad, donde los soldados practicaban ejercicios militares siglos atrás.

Una situación traumática

En Fayón la historia fue, si cabe, aún peor. Tras la construcción del embalse de Ribarroja y su llenado, la mayoría de los edificios fueron derribados y solo se respetó la iglesia, cuya torre, es el único vestigio de este municipio que sobresale por encima de las aguas. El desalojo de los habitantes fue dramático y fue necesaria la intervención de la Guardia Civil

Imagen de la inundación y desalojo de Fayón en 1967.
Imagen de la inundación y desalojo de Fayón en 1967.
Archivo Heraldo de Aragón

Algunos vecinos tuvieron que infiltrarse de noche en el pueblo, remando en pequeñas embarcaciones, para poder recuperar las imágenes de los santos locales porque no les había dado tiempo a rescatar las esculturas debido a la premura de su desalojo. No solo eso. “Toda la actividad quedó bajo el agua: las minas, las tierras fértiles y la estación de ferrocarril también se perdieron. Fue una situación traumática”, afirma, por su parte, Rubén Cabistany, técnico de promoción económica del Ayuntamiento de Fayón.

Una reconciliación ligada al turismo

Con el tiempo, la actividad industrial se abrió camino, la agricultura retomó el pulso y la central hidroeléctrica dio puestos de trabajo. Además, en los 70, Mequinenza abrió una nueva vía de desarrollo con el turismo del agua que promovió la actividad pesquera deportiva y el crecimiento de los deportes náuticos como el piragüismo o el remo. Con ellos, muchos negocios abrieron sus puertas para atender esta demanda y “hoy supone un pilar fundamental en nuestra economía”, sostiene el alcalde de Mequinenza. 

“La vida de nuestra localidad está vinculada al embalse y la gente se ha reconciliado con él porque muchos de los habitantes no sufrimos aquel momento traumático que vivieron algunos de nuestros vecinos más mayores de tener que dejar sus casas y abandonar un pueblo milenario”, explica Sanjuan. “Lo que pasó siempre quedará en nuestra memoria y en nuestro corazón pero los años lo han ido curando aunque esa reconciliación ha sido larga y dura”, señala.

"Lo que pasó siempre quedará en nuestra memoria y en nuestro corazón pero los años lo han ido curando"

“En Fayón todavía se puede detectar el malestar de lo que sucedió entre las personas más mayores. A ellos les cuesta más reconciliarse con el embalse y es normal", apunta Cabistany. Por por ese motivo, "todas las actividades turísticas y las visitas fluviales que realizamos para enseñar la historia de nuestro pueblo las tratamos con las máxima delicadeza y respeto posible y, siempre, manteniendo el discurso de que lo que pasó aquí no vuelva a ocurrir en otro lugar”, asevera el técnico municipal de Fayón. “Después de la desgracia lo que intentamos es sacarle el máximo partido posible al embalse para salir adelante”, concluye.

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