Yoyós, 'tamagochis' y otras distracciones previas a los móviles en las aulas

"Confiscado en el cajón hasta que acabe la clase". Los profesores llevan años batallando contra otros entretenimientos menos sofisticados que los 'smartphones'.

Algunos de los aparatos que han traído de cabeza a los profesores las últimas décadas.
Algunos de los aparatos que han traído de cabeza a los profesores las últimas décadas.
Heraldo

"Hay una viñeta de Francesco Tonucci, que es muy elocuente. Van dos chavales hablando por la calle hasta que entran por una puerta que pone 'escuela' y se ve que es como un túnel en la vida de un niño en donde tiene que ocuparse de las cosas que no les interesan mucho. Cuando salen de él vuelve otra vez la luz, el color y los cromos, las tabas, los tirachinas, los cochecitos, el yoyó…".

El profesor y escritor Víctor Juan, director del Museo Pedagógico de Aragón, narra esta escena para dar a entender lo que también expresa con palabras: "En los colegios está prohibido casi todo lo que a los niños más les ha interesado de cada época". Aunque parezca crudo, en pro de la educación, los maestros siempre han ‘requisado’ hasta la hora del recreo muñequitos, juguetitos y algunos aparatos de la 'era pre smart phone’ como los 'walkie-talkie', los reproductores de música, las maquinitas de marcianitos o de Donkey Kong (¿recuerdan aquellas de pantalla doble en las que hacía pizzas Super Mario?) o la consola portátil Game Boy. 

El tema de los teléfonos, no obstante, es mucho más peliagudo. Tanto, que un informe de la Unesco mantiene que los móviles en las aulas perjudican el aprendizaje, pero también dificultan la gestión de las clases por los profesores porque "son fuente de distracciones, alborotos e, incluso, instrumento para el acoso escolar". En términos semejantes se ha expresado este mes el informe PISA, que -eso sí- defiende la posibilidad del uso pedagógico en Secundaria.

Adolescentes arremolinados en torno a sus móviles durante una pausa lectiva.
Adolescentes arremolinados en torno a sus móviles durante una pausa lectiva.
L. Gimeno

Antes de la prohibición de los móviles llegó a los colegios el veto a muchas otras distracciones. El blandiblú fue una de ellas o, también, las llamadas ‘manos locas’ que servían para molestar al compañero lanzándole un saludo pegajoso. Remontando aún más en la línea del tiempo comenzarían a aparecer los cromos, los tirachinas, las canicas… "Recuerdo el ‘gua, chiva, pie, tute, retute, validar y gua’. Todos a la entrada y la salida de la escuela nos hacíamos los remolones para jugar con las canicas, los pitos, las tabas o los muñequitos de escenas bélicas de plástico. Si el maestro nos pillaba, los requisaba. Otra temporada jugábamos a tacos, un taco era el tacón de goma de los zapatos, había partidas para ver quién se quedaba más cerca de la pared o, luego, quién montaba en el del vecino", rememora Víctor Juan, que también tiene muy interiorizada la cantinela de las estampas: "Lo ten, lo ten, lo ten, no lo ten...". ¡La de fajos de cromos que han acabado en un cajón del profesor junto al parte de faltas del día! "En mi caso, que estudié en Lasalle Montemolín donde había árboles de morera, también te confiscaban hasta las hojas si llevabas", dice Juan.

La moda de los tamagochis va y viene, pero también ha causado quebraderos de cabeza en los colegios.
La moda de los tamagochis también causó quebraderos de cabeza en los colegios.
J. M. Marco

Al margen de travesuras y pequeños castigos escolares, el tema de los móviles es mucho más serio. Explican los psicólogos que "el móvil es un modo de saltarse los límites, algo que siempre está buscando el adolescente", en palabras de Silvia Élices. "Es un modo de transgredir, el poder comunicarse aquí y ahora, es algo inmediato. El móvil permite al joven demostrar que tiene contactos fuera y que no está sometido", explica la psicóloga.

El sonido de una notificación puede interferir de pronto y cambiar el estado de ánimo del alumno o turbarle y descentrarle absolutamente de lo que se está cociendo en clase. "Llevar una taba o unos cromos es algo absolutamente distinto de lo que ocurre en tu cerebro cuando estás sometido a las imágenes y el estímulo de ese aparato que es el móvil. Es increíble a cómo controla tu atención", dice el director del Museo Pedágogico, que es "pesimista” pese al anuncio del Ministerio de Educación de prohibir el uso no lectivo de los teléfonos en todos los colegios e institutos del país. "Por mucho que se haga en las escuelas, también son los padres los que tienen que enseñar y educar, y todos los días veo a niños, cada vez más pequeños e incluso en carritos, que están con un móvil en las manos -supongo- que para que no den guerra y les dejen un rato en paz". Para el autor de ‘El secreto de las pajaritas’ (Rolde, 2023), la prohibición de ir a clase con el móvil es acertada porque "necesitamos algo de reposo, volver al pensamiento, a la capacidad de expresión y de contar, que está limitada por las pantallas".

Una información de HERALDO del año 2000 en la que ya se intuían los efectos del móvil en la escuela.
Información de HERALDO del año 2000 en la que ya se advertía los efectos del móvil en las aulas.
Heraldo

Los pedagogos ya han advertido que el abuso de los móviles, que cada vez están dirigidos a usuarios de menor edad, genera problemas de concentración, socialización y comunicación. "Quienes trabajan en atención temprana ya observan retrasos en autonomía y madurez emocional en lo que era común que los niños hicieran hace diez o quince años", explican. "La causa es que los juegos que se requisaban antes implicaban participar con otros, pero ahora los críos están con la mirada secuestrada en una pantalla", apunta Juan.

El debate sobre si los móviles deben pasar o no el umbral de la escuela no es nuevo y sí dispar, de hecho, en algunas comunidades (Castilla-La Mancha y Galicia, desde 2014, y Madrid, desde 2020) ya estaban vetados antes de la decisión del Gobierno de Aragón y de la propuesta del ministerio de Pilar Alegría. En el año 2000, el escritor Ismael Grasa se preguntaba en las páginas de este diario el motivo por el que los adolescentes gastaban sus ahorros en tarjetas para enviar mensajes. Han pasado 24 años pero el problema no ha hecho sino incrementarse. "El regalo de las Navidades de 1999 fue la Playstation, pero en las del año 2000 fueron los teléfonos móviles: se vendieron dos millones de aparatos durante las fiestas", escribía Grasa. 

"El primer día de la vuelta a clase sonaron un par de teléfonos en tercero de ESO (chavales de 14 años)", los días posteriores se sumaron más y más politonos hasta generarse "un desorden total". Ya en 2000 se hablaba de lo difícil que era distinguir un móvil en las manos de un alumno "del papel de aluminio de los bocadillos, las gomas de las carpetas o las cajetillas de tabaco". 

Se destacaba -entonces como ahora- cómo el móvil era el principal enemigo para hacerse con la atención y el interés del estudiante por lo que su futuro era el mismo que el de las entonces tan de moda mascotas electrónicas (tamagochis): confiscarlos con diferentes grados de ‘condena’. Según el proceder del instituto, se guardaba en un cajón hasta final de curso o se llama a los padres del estudiante para que lo vayan a recoger. En otros centros, si el móvil sonaba durante un examen, se suspendía al propietario.

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