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Regreso a Canfranc 79 años después: "Mi padre escoltó los camiones del oro"

Un aragonés hijo de un guardia civil que custodiaba el paso del oro por Canfranc celebró su cumpleaños en el nuevo hotel con sus familiares y repasó este episodio de la historia de la II Guerra Mundial.  

El guardia civil Ramón Sarasa con su mujer, Gregoria Ortiz, y sus hijos Eugenia María del Carmen, los mellizos Ángeles y Ángel, y el más pequeño Ramón, en Canfranc durante 1945.
El guardia civil Ramón Sarasa con su mujer, Gregoria Ortiz, y sus hijos Eugenia María del Carmen, los mellizos Ángeles y Ángel, y el más pequeño Ramón, en Canfranc durante 1945.
Familia Sarasa

Ramón Sarasa Ortiz nació en Canfranc hace 79 años, el 17 de diciembre de 1944en plena Segunda Guerra Mundial, y regresó a su localidad natal el mismo día que su madre le dio a luz para celebrar su cumpleaños en las recientes Navidades. Aunque es aragonés, como sus cuatro hermanos y sus padres, ha pasado toda una vida en Cataluña, donde ha ejercido la docencia en colegios de Hospitalet de Llobregat y Badalona. Su familia decidió sorprenderle por su cumpleaños con un regalo muy especial: regresar a su pueblo y rescatar su pasado volviendo a la Estación de Canfranc, convertida ahora en el Royal Hideaway Hotel. Ramón Sarasa ha accedido a contar sus recuerdos a HERALDO.

Como hijo de guardia civil (antes carabinero), Ramón Sarasa supo cuando tenía 11 años que su padre había participado como escolta de los camiones suizos que llevaban lingotes de oro con los que el Gobierno alemán de Adolf Hitler pagó a España y Portugal, a los dictadores Francisco Franco y Antonio de Oliveira Salazar, por el apoyo de haberle vendido wolframio de sus minas para blindar sus tanques.

Mi padre me contó que iban dos guardias civiles de escoltas en cada uno de esos camiones y a él le tocaba ir desde Canfranc y Madrid (hasta el Banco de España, donde depositaban los lingotes de oro). Eran miembros de un servicio especial creado por la Guardia Civil y les dijeron que les iba la vida en esos viajes porque no podían cogerlos dormidos, ya que podían fusilarlos”, desvela Ramón Sarasa, quien reconoce que era muy difícil haber hecho fotografías de esos viajes secretos para el Gobierno español.

Asimismo, el guardia civil explicó a su familia que los efectivos de las tropas alemanas destinadas en Canfranc desde septiembre de 1943 hasta el final del conflicto mundial “controlaban todo tipo de mercancías que cargaban de arriba abajo”, desde los trenes hasta los camiones suizos trasladados al punto fronterizo. “Me contaban que esos vehículos eran muy fuertes y cómodos. Unos iban a Madrid y otros a Lisboa”, añade.

El hijo del agente destaca que “en la ida no podían dormirse y esos viajes eran muy duros” porque a su padre le gustaba bastante descansar. “Tenía que mantener la vigilancia del camión constantemente y el viaje solía durar un día y medio. Estaban en alerta cuando llevaban el convoy. Para no quedarse dormido caminaba con el mosquetón entre las piernas, aunque a veces estaba somnoliento”, cuenta.

Solo les permitían descansar al llegar a Madrid, después de depositar los lingotes en el Banco de España situado en la plaza de Cibeles. Podían salir del camión en las paradas que hacían “para estirar las piernas”. Al día siguiente regresaban a Canfranc más tranquilos y “entonces sí que podían dormir”.

"Cobraba un sueldo de 125 pesetas, ni un duro más" 

Al hacer la visita organizada por el Ayuntamiento de Canfranc escuchó un comentario respecto a que a los guardia civiles que participaron en esos controles de seguridad les habían llegado a abonar una paga extra de 5.000 pesetas por esos trabajos y Ramón Sarasa precisó que a su padre, como a la mayoría, “no le pagaron ni un duro” por esos viajes. “Más que miedo pasó hambre, sueño y frío en esos viajes”, describe.

Familiares de Ramón Sarasa Ortiz, junto a él, delante del túnel del Somport el pasado 17 de diciembre.
Familiares de Ramón Sarasa Ortiz, junto a él, delante del túnel del Somport el pasado 17 de diciembre.
Familia Sarasa

Mi padre escoltó los camiones del oro y no le pagaron nada. Seguía cobrando su sueldo de 125 pesetas de sueldo al mes y las pasábamos canutas porque entonces éramos cuatro hijos. Otra cosa es que ese dinero llegara a otros niveles porque con esos viajes que hizo se hubiera hecho millonario o solo con un pellizquito y no fue así”, precisa el hijo, que se llama como su progenitor.

Uno de los detalles más singulares que confirma Ramón Sarasa es que su padre le contó que “los lingotes eran de distintas nacionalidades porque se les veía en los emblemas”. Lo sabe porque su progenitor era uno de los elegidos que podían entrar al camión y los veía, aunque no sabe si podía tocarlos. De hecho, el oro era robado por las tropas nazis en los bancos centrales de los países que ocupaban y fue utilizado en la compra del wolframio.

Una familia delante de un camión suizo en Canfranc
Una familia delante de un camión suizo en Canfranc
FAMILIA VILLANOVA

Guarda en sus albumes de fotos que su padre fue carabinero entre 1940 y 1943, pero luego ya se convirtió en guardia civil. “Estuvo destinado en Canfranc tres años, desde 1943 a 1946, y pasó poco más de un año haciendo esos viajes desde Canfranc hasta Madrid, cuando fueron más intensos en 1944 como refuerzo. Mientras otros compañeros iban hasta Lisboa”, precisó.

Al conocer esta parte trasera y ocultada de la Segunda Guerra Mundial, del oro y el wolframio, el guardia civil transmitía a sus hijos que “hay una parte de mentira” en el conflicto que “lo organizan” y “encima sacan tajada económica”. “El oro que pasó por sus manos fue el testigo claro de la hipocresía por el comercio que tienen las guerras entre alemanes, rusos, americanos y franceses, y los suizos que siempre han ganado como país neutral”, apunta de acuerdo a lo que le contó su padre.

Documentos desclasificados de EE. UU. 

El testimonio de Ramón Sarasa confirma que el hallazgo de los documentos oficiales que hizo el conductor de autobús Jonathan Díaz en 2001 en una nave de la estación de Canfranc, sobre el paso de 86 toneladas de oro, entre los años 1942 y 1943, fue una parte de todo ese tráfico de los lingotes. 

De hecho, el Departamento de Guerra de Estados Unidos que investigó en 1946 el tráfico de oro nazi durante la Segunda Guerra Mundial con compañías de transporte suizas por la frontera aragonesa concluyó que entre enero de 1942 hasta febrero de 1944 se llevaron alrededor de 154 toneladas de oro hacia los bancos centrales de España y Portugal. Esta información fue desclasificada en 2020 por el Gobierno de EE.UU. y HERALDO adelantó las conclusiones de estos 138 viajes detectados.

Familia de Ramón Sarasa comienzo en el Royal Hideaway Hotel de Canfranc el pasado 17 de diciembre.
Familia de Ramón Sarasa comiendo en el Royal Hideaway Hotel de Canfranc el pasado 17 de diciembre.
Familia Sarasa

El recuerdo apasado de su padre guardia civil y su nacimiento en Canfranc hace 79 años les envolvió hace unos días a un grupo de 17 familiares, entre ellos sus dos hijas y tres nietos, llegados desde Barcelona, donde él se ganó la vida como maestro en colegios de Hospitalet de Llobregat y Badalona, y otros de su mujer (fallecida en 2016) que residen en Huesca. “La casualidad quiso que cuando nació el 17 de diciembre era domingo, como este año, cuando nos reunimos en el nuevo hotel de Canfranc para conocerlo”, explica, el día después de haber pasado por el Balneario de Panticosa, otro lugar de referencia que conoció con su mujer.

De Tardienta a Canfranc, carabinero a guardia civil

El viaje de Ramón Sarasa hasta el corazón del Pirineo aragonés fue una revisión del recuerdo hacia el pasado. Relata que cuando nació su hermana mayor (Eugenia María del Carmen) en 1942 aún estaban en Tardienta y su padre todavía era entonces carabinero. Luego vinieron los mellizos, Angeles y Ángel, en 1943 cuando ya estaban en los Arañones, cuando ya era guardia civil, y al año siguiente llegó él (el quinto nació en 1952 en Ballobar, Huesca).

Su padre, Ramón Sarasa Sarasa, nació en Ayerbe en 1909 (falleció en 1986, en Huesca) y en la casa de su abuela no tenían posibles para que se pudieran quedar allí después de la Guerra Civil (1936-1939). Se casó con su mujer, la oscense Gregoria Ortiz, en 1941.

Viajamos por toda España ya que en la Guardia Civil siempre les trasladaban cuando ascendían”, relata el hijo, que enumera la ruta que hizo la familia: Tardienta, Canfranc, Alcubierre y Ballobar, en la provincia de Huesca, Solana del Pino y Almodóvar del Campo (Ciudad Real), Borjas Blancas o Juneda (Lérida) y, al jubilarse en 1960, se retiraron en Huesca.                  

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