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50 años del incendio de Tapicerías Bonafonte: "Mi padre sufrió heridas tan graves que le guardaban un nicho en Torrero junto a las otras víctimas"

La hija de uno de los cinco heridos que se salvaron el 11 de enero de 1973 relata cómo su padre afrontó la vida después de aquel suceso.

Merche Aranda, hija de Jesús Aranda, uno de los cinco heridos del incendio de Tapicerías Bonafonte, ocurrido el 11 de diciembre de 1973, que provocó 23 muertos.
Merche Aranda, hija de Jesús Aranda, uno de los cinco heridos del incendio de Tapicerías Bonafonte, ocurrido el 11 de diciembre de 1973, que provocó 23 muertos.
José Miguel Marco

Yo no habría nacido si mi padre no se hubiera salvado de la tragedia de Tapicerías Bonafonte”. Así se presenta Merche Aranda, de 47 años, a las puertas de que se celebre el 50 aniversario de aquella tragedia, que tuvo lugar el 11 de diciembre de 1973, en los últimos coletazos de la dictadura de Franco. 

Aquel suceso ha sido uno de los peores accidentes laborales vividos en la capital aragonesa en el último siglo: 23 personas murieron y solo se pudieron salvar 5: Jesús Aranda de Luis, Luis Guillén Ibáñez, Juan Ángel Andrea, Miguel Rodríguez Hurtado y María Luz Malo de la Concepción. 

Merche es la cuarta hija de su padre, quien se salvó de milagro al sacarlo los bomberos por la claraboya de cristal, aunque sufrió cortes por todo el cuerpo. “Al limpiarle la cara, lo reconoció un tío suyo que era bombero (Ismael Aranda) cuando lo metieron en la ambulancia”, recuerda su hija.

La mayoría de los empleados de la tapicería murieron al intentar salir por la persiana del local en la calle Rodrigo Rebolledo, pero fue una trampa para ellos. “Primero intentó salir por la persiana, pero no pudo. Se cruzó con una compañera que estaba embarazada y la dejó pasar para que se salvara, pero ella falleció. Al final, a mi padre lo rescataron por el techo, al sacarlo por el tragaluz. Llevaba todos los brazos con cortes, se le veían las venas y el humo se le metió por dentro”, señala.

Los bomberos de Zaragoza tuvieron que salvar a los heridos por el tragaluz al no poder abrir la puerta de la empresa Tapicerías Bonafonte, en la calle Rodrigo Rebolledo.
Los bomberos de Zaragoza tuvieron que salvar a los heridos por el tragaluz al no poder abrir la puerta de la empresa Tapicerías Bonafonte, en la calle Rodrigo Rebolledo.
Luis Mompel

Estuvo ingresado desde el 11 al 22 de diciembre, el día de la Lotería le dieron el alta. Fue uno de los heridos más graves, junto a María Luz Malo (salió unos días después). “Los dos tenían un nicho reservado en el cementerio de Torrero junto al resto de compañeros fallecidos porque estuvieron muy cerca de morir. A todos los enterraron en el mismo sitio. Pero finalmente, se salvaron, y así nací yo tres años después”, agrega la hija de la víctima del incendio de tapicerías Bonafonte.

La magnitud del suceso trajo a un ministro  

El suceso tuvo tal repercusión nacional que fue a visitar a los heridos el ministro de Trabajo en aquel momento, Licinio de la Fuente, en el Hospital Miguel Servet (entonces conocido como la Ciudad Sanitaria José Antonio), y habló con ellos para que al recuperarse se pusieran en contacto con él para proporcionarles un puesto de trabajo.

Al salir del hospital, cada uno de los supervivientes se puso en contacto con el alcalde de Zaragoza, Mariano Horno Liria. Desde el Ayuntamiento les preguntaron dónde querían trabajar. “Mi padre fue el primero en contestar: ‘Quiero un trabajo donde me han salvado la vida’. A él le siguieron los trabajadores María Luz, Ángel y Miguel, que también se reconvirtieron en celadores, mientras Luis se fue a una sociedad de autobuses”, señala Merche Aranda.

Su padre vivió 22 años más después del suceso pero en todo ese tiempo sufrió problemas respiratorios como consecuencia del incendio. 

La hija quiere recordar que los propietarios de Tapicerías Buenafonte se declararon "insolventes" en el juicio para no tener que indemnizar a las víctimas. Así lo muestran los documentos que guarda en una caja de puros, refugio de esta historia. “Uno de los dueños fue al hospital y les echó un sobre en una cama para pagarles, les daba mil pesetas”, lamenta. 

Un lugar sin una placa de recuerdo

Aunque la formación Puyalon reclamó una placa de recuerdo por las víctimas en la zona donde se produjo el suceso, que ahora es un garaje, todavía no se ha instalado nada. De hecho, Merche Aranda está muy agradecida con la prensa (Aragon TV emite un documental de la productora Factoría y los Bomberos de Zaragoza realizarán una exposición en el Museo del Fuego sobre este suceso) por el apoyo que han recibido, casi tanto como el olvido de las autoridades.

“Nosotros vivimos un gran accidente laboral y fue tan importante como el atentado de la casa Cuartel de ETA. Con todos los respetos del mundo, el 11 de diciembre no solo ocurrió el atentado. Cada uno sentimos lo nuestro y los nuestros también eran muertos”, reflexiona la hija del herido. “El Ayuntamiento se entrega a un suceso y olvida al otro. Desde aquel incendio se reforzaron las medidas para evitar los accidente laborales”.

Los bomberos sacan a uno de los 23 fallecidos de la empresas Tapicería Bonafonte, en la calle Rodrigo Rebolledo.
Los bomberos sacan a uno de los 23 fallecidos de la empresas Tapicería Bonafonte, en la calle Rodrigo Rebolledo.
Luis Mompel

Una empresa situada en un garaje o ratonera

El lugar del trabajo "era una ratonera", un garaje, y algunos de los empleados lo avisaron unos día antes, ya que había unos transformadores eléctricos que daban problemas. Además aquella empresa ya sufrió un incendio anterior en otro taller situado en la calle Casta Álvarez, en el barrio del Gancho.

Las víctimas de este suceso tienen claro que “se pudo evitar” por las condiciones en las que trabajaban. La única salida de aquel taller era la persiana donde la mayoría de los trabajadores fallecieron. Los únicos supervivientes fueron los que pudieron ser rescatados por los bomberos por el techo. 

Fue un accidente laboral que forma parte de la historia de Zaragoza. Entre las víctimas no hemos tenido mucho contacto”, asume. “Los supervivientes quedaron muy tocados psicológicamente y dejaron de poder ver películas de incendios. Cuando pasó lo del Corona (1979), mi padre llamó enseguida para ir al Servet de apoyo”, recuerda Merche Aranda.

Indemnizaciones "pírricas" 

Las indemnizaciones de las familias de los 23 fallecidos fueron “pírricas” en las cantidades y, además, las que correspondían a varones fueron más elevadas que las que se pagaron por las mujeres trabajadoras. “A los cinco que sobrevivieron solo les compensaron con un trabajo”, indica la hija, “y una pequeña indemnización del gremio de la madera. No se hizo justicia con ese accidente laboral”.

Rosario Sancho Gracia, de 15 años, y su novio José González Luque, de 20, fallecieron en el incendio de Tapicerías Bonafonte.
Rosario Sancho Gracia, de 15 años, y su novio José González Luque, de 20, fallecieron en el incendio de Tapicerías Bonafonte.
Heraldo

Elena Sancho Gracia, hermana de Rosario, la chica de 15 años que falleció en el suceso, recuerda que apenas les entregaron 15.000 pesetas por cada fallecido ya que los empresarios Bonafonte se declararon insolventes.

"Mi hermana apenas llevaba veinte días trabajando allí, con su novio José González Luque, de 20 años, y los dos murieron. Era mi segunda madrecica porque yo tenía 7 años y ella me llevaba al médico ya que nuestra madre trabajaba y no podía. Ahora mis padres prefieren no hablar de todo lo que vivieron", reconoce Elena.  

Reacción de los hijos 

Ante lo sucedido, algunas familias trataron de preparar a alguno de sus hijos. Así ocurrió con el hermano mayor de Merche Aranda, que se llama Jesús, como su padre, y tiene ahora 62 años. Entonces apenas contaba con 12 y recuerda que se pusieron a prepararlo psicológicamente porque siendo un adolescente podía convertirse en el cabeza de la familia. Aquel suceso lo marcó para siempre.

Merche Aranda con su padre Jesús, quien fue uno de los cinco que se salvó del incendio en 1973 y falleció con 57 años.
Merche Aranda con su padre Jesús, quien fue uno de los cinco que se salvó del incendio en 1973 y falleció con 57 años.
Heraldo

“Mi madre (Manuela Díez, de 84 años) me ha contado toda esta historia porque se acuerda como si hubiera sido ayer el accidente. Mi padre acabó muriendo con 57 años. Los otros cuatro heridos aún están vivos, pero algunos lo pasaron tan mal que no pueden ni hablar de eso a estas alturas”, se despide Merche Aranda, muy entregada con que esta historia no se olvide para que no vuelva a repetirse.

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