TERUEL

En Rudilla se escucha el 'Sí, quiero' 61 años después gracias a Carlos y Mayte

El pueblo, una pedanía de Huesa del Común, en Teruel, no celebraba un enlace desde 1962; el novio, descendiente del lugar, decidió con su pareja romper esa racha y "abrir la puerta" a otras ceremonias.

Carlos (en el centro, con gafas y camisa azul marino) y Mayte (de blanco), junto a sus hijas Mar (vestido azul a rayas) y Aina (de rosa) y sus testigos, Manuela y Francisco.
Carlos (en el centro, con gafas y camisa azul marino) y Mayte (de blanco), junto a sus hijas Mar (vestido azul a rayas) y Aina (de rosa) y sus testigos, Manuela y Francisco.
Cortesía Mayte Fernández/Carlos Blasco

El año pasado, en España se celebraron alrededor de 189.000 matrimonios según la Asociación de Profesionales de Bodas, organismo que calcula que la cifra será similar este 2023. Son muchos ‘Sí, quiero’ pronunciados en voz alta por miles de ilusionados contrayentes. Ninguno de esos votos, sin embargo, se ha escuchado en Rudilla, una pedanía de Huesa del Común, en Teruel, en plena Comarca de las Cuencas Mineras. De hecho, sus habitantes llevaban desde 1962 sin festejar el jolgorio y la explosión de emociones que traen consigo los enlaces. Entonces, llegaron Carlos y Mayte…

Un poco de contexto, antes de empezar. Rudilla pertenece a eso que se llama España vaciada. En el pueblo apenas hay censadas 12 personas, una cifra muy alejada del pico máximo de población registrado en 1910, cuando en la localidad vivían 331 vecinos. Desde entonces todo ha ido a menos. La demografía, y los servicios esenciales. La escuela está cerrada, el consultorio médico no recibe pacientes y el propio pueblo pasó en 1976 a depender administrativamente de Huesa del Común. En verano Rudilla revive, las casas se abren y ventilan, los niños corren por las calles, el bar ejerce de centro social y aglutina el tiempo de ocio de los vecinos. En invierno, solo algunas familias van a pasar los fines de semana y son muchos los días en los que allí no vive nadie.

Así que el repique de campanas, los fuegos artificiales y la comida comunitaria en la plaza marcaron con tinta indeleble una fecha en el calendario local: el 26 de agosto de 2023, día de la boda civil de Carlos y Mayte, seis décadas después de que se bendijera la última (por supuesto, por la iglesia).

Amigos de la infancia

Bueno, Carlos Blasco y Mayte Fernández, de 59 y 50 años, llevan juntos 28, viven en Barcelona y tienen dos hijas en común, Mar y Aina, de 13 y 8, respectivamente. Pero él desciende del pueblo, en el que conserva la casa de sus padres y a donde toda la familia acude de vez en cuando (de hecho, Mayte, Mar y Aina pasaron el covid allí, solas y aisladas, en enero del año pasado). Por eso les hacía especial ilusión celebrar la ceremonia en Rudilla.

“En realidad, todo fue un poco improvisado -cuenta entre risas la feliz novia-. Después de 28 años, ¿qué necesitad teníamos? Pero un día coincidimos en el bar con Tere, lo hablamos, y una cosa llevó a la otra...”. Tere es Teresa Juan, amiga de correrías infantiles de Carlos en Rudilla y actual alcaldesa del pueblo y de Huesa del Común. Todavía se le nota la alegría en la voz cuando, tres días después de la boda, cuenta “lo importante” que fue para ella casar a la pareja. Para ella, y para las gentes de la localidad. “Los más mayores lloraban de alegría y emoción”, recuerda por su parte Mayte.

A la ceremonia, celebrada en el porche del asador del pueblo, asistieron unas cincuenta personas, entre vecinos y amigos de la pareja. “Como era a finales de agosto, fue una pena que mucha gente ya se hubiera ido tras pasar unos días de descanso en Rudilla”, lamenta Mayte. Todos los que todavía seguían por allí estaban invitados al enlace y la comida posterior. La ocasión lo merecía, y nadie quiso perderse semejante acontecimiento. Porque no por civil y de aspecto informal la boda fue menos emocionante. 

Mayte Fernández: “Hemos abierto la puerta para que la gente se anime a celebrar en Rudilla. Bodas, bautizos… queremos que el pueblo tenga vida”

Para empezar, los anillos que se intercambiaron los novios pertenecían a los padres de Carlos, que se casaron en Barcelona en 1960. Mayte le entregó el de su padre y él a ella, el de su madre. Las alianzas las portaron Mar y Aina, “felices y encantadas” con todo lo que estaba pasando, y el novio no pudo evitar las lágrimas al recordar a los que ya no están, y también los tiempos felices cuando de niño vivía en Rudilla y que Tere se encargó de rememorar, compartiendo con los asistentes anécdotas compartidas de una infancia común. Por cierto, entre esos asistentes estaba Manuela, amiga de Mayte desde los 16 años y que ejerció de testigo del enlace junto a su pareja, Francisco, ambos amigos de Barcelona de los novios.

Al rico asado

Y tras el enlace, la comida. Los propios contrayentes se encargaron de comprar todo lo necesario en Teruel, y los amigos y miembros de la asociación del pueblo asaron cordero, morcillas y chorizos, impregnando de sabrosos y apetecibles aromas el limpio aire de este rincón de la provincia. También hubo ‘pica-pica’ con cecina, jamón, queso, gambas, olivas, patatas… Nadie se quedó con hambre, y después, para bajar la comida, qué menos que unos bailes.

“Hemos abierto la puerta para que la gente se anime a celebrar en Rudilla. Bodas, bautizos… queremos que el pueblo tenga vida”, desea Mayte. En ese sentido, Teresa quiere trabajar para poner “el pueblo en el mapa, que tenga su significado”. Nada le gustaría más que por sus calles volvieran a corretear los niños todo el año, como hicieron en su día Carlos y ella. Por cierto, la actual alcaldesa es la última persona inscrita en el registro de la iglesia de Rudilla. Poco después de su nacimiento, sus padres se mudaron a Zaragoza en busca de un futuro mejor para la familia. “En el pueblo no había ya escuela, ni autobuses para llevarte al colegio más cercano. Pensaron que lo mejor era marcharse, aunque yo estoy empadronada allí”, cuenta.

Ese empeño suyo de mejorar su pueblo natal pasa por ampliar lo que ya se ha ido haciendo en cuanto a alumbrado, canalizaciones de agua, mejora de calles, “para que nada se deteriore”, tampoco en Huesa del Común, “porque hay que repartir los fondos con equidad”, afirma Teresa Juan. Reabrir el consultorio médico bajo demanda para que los vecinos no tengan que desplazarse a Huesa, Muniesa o Anadón, hacer de la escuela un centro social… “Queremos que la gente joven venga, que en verano el pueblo se siga llenando y que quien viva aquí lo haga en las mejores condiciones posibles”, concluye. Y ahora que Carlos y Mayte han abierto la puerta… ¿para cuándo otra ceremonia en Rudilla?

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