Tras nueve años compartiendo piso en Zaragoza, Pilar Muñoz, una joven de 27 años natural de Fuentespalda, en el Matarraña, decidió dar el paso a vivir sola. Pero no lo tuvo fácil. "Tardé tres meses en encontrarlo, los pisos pequeños están muy buscados, volaban en seguida. Hasta fui a poner una vela al Pilar", recuerda desde su nueva vivienda, un apartamento de 44 metros cuadrados en la calle de Las Armas de la capital aragonesa. Paga 490 euros y, de momento, está "encantada".

"Compartiendo piso he estado muy a gusto, pero este año me planteé irme sola. Tenía ahorros y estabilidad laboral, era el momento", relata. A la hora de buscar, priorizó las buenas comunicaciones, "estar cerca del río", y sobre todo, el precio. Con esos criterios, la exploración del mercado inmobiliario de la capital aragonesa se alargó más de lo previsto. "Fue muy difícil, hay mucha demanda de pisos pequeños", reconoce.

Finalmente, encontró su actual vivienda. "Estaba muy nerviosa, como me habían quitado tantos, me lo quedé al momento", explica. Su caso es el más habitual. De los 31.703 hogares aragoneses que viven en menos de 45 metros cuadrados, 14.255 son unipersonales, sobre todo jóvenes o jubilados.

Para ella, vivir en un piso pequeño tiene sus pros y sus contras. "Me gusta que huela toda la casa a café, pero cuando haces pescado... tengo que coordinar las coladas con lo que cocino porque tiendo dentro", señala esta graduada en Relaciones Laborales.

Por otro lado, celebra que "en una hora limpias el piso", y además "los vecinos son muy majos y la finca es muy nueva, está bien aislada, con aire acondicionado y un balcón pequeñito". El salón, el comedor y la cocina son todo uno, pero está equipado al completo, salvo el lavavajillas.

Eso sí, reconoce que si en algún momento tiene que vivir con otra persona, buscaría algo más amplio. "En un piso tan pequeño te ves demasiado la cara, no tienes espacio para ti", comenta. Lo mismo en el caso de una mascota. "Me gustan los perros, pero aquí uno se ahogaría", concluye.