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Fernando San Agustín, exespía aragonés: "La vida de los agentes secretos no se valora lo suficiente"

Acaba de publicar 'La trastienda de los servicios de Inteligencia', una novela basada en hechos reales que transita por el mundo de ETA, Marruecos o los nazis en España.

Fernando San Agustín, natural de San Mateo de Gállego, en Barcelona.
Fernando San Agustín, natural de San Mateo de Gállego, en Barcelona.
Roca Editorial

En su doble vida como agente de Inteligencia utilizó muchos alias, pero hay uno muy especial: 'Aneto'. La montaña ha sido siempre una de sus grandes pasiones y de sus gentes ha aprendido las mejores definiciones de la vida. "Me gustaba pasar unos días con los pastores del Pirineo; dicen grandes verdades con un sentido común extraordinario", comenta Fernando San Agustín, natural de la localidad zaragozana de San Mateo de Gállego y que acaba de publicar 'La trastienda de los servicios de Inteligencia' (en Rocaeditorial).

A sus 84 años ha querido escribir una novela -basada en hechos reales- en la que relata las operaciones en la lucha contra ETA en las que participó. Cómo se infiltró para conseguir información de "alto nivel" y evitar atentados o cómo formó parte en una operación en el Vaticano contra la corrupción de algunos miembros de la Iglesia católica, entre otros capítulos de sus 12 años como espía (de 1968 a 1979). En su prólogo confiesa que al escribirla ha sentido vergüenza por algunos hechos, aunque es "una vergüenza liberadora". "De lo único que estoy orgulloso es de haber servido a mi país. Por lo demás, es una sensación nada agradable. Ser un agente secreto te enfrenta a problemas personales y morales: te obliga a engañar, falsificar, estafar, tener 'amigos' de conveniencia...", apunta San Agustín, afincado desde hace años en Cataluña

También hay otro motivo para escribirla: ensalzar la labor que realizan. El revulsivo fue el asesinato de ocho agentes secretos españoles del Centro Nacional de Inteligencia en 2003 en Iraq, en una emboscada de la insurgencia en Latifiya. No entiende la poca repercusión que tuvo sus muertes y considera que enviarlos allí fue "un capricho" del Gobierno (de José María Aznar). "El CNI es un servicio del Estado, no de un ejecutivo", subraya y añade: "La vida de los agentes secretos no se valora lo suficiente. Es un trabajo lento y silencioso que te desgasta mucho. Arriesgan su vida personal y familiar y vivir dos o tres personalidades produce una alteración psíquica. Llega un día en que definitivamente o te cansas o se cansan de ti. En mi caso, yo me cansé".

San Agustín, que ingresó en la Academia General Militar de Zaragoza y después se trasladó a Barcelona para cursar estudios superiores, fue reclutado para formar parte del naciente servicio de Inteligencia cuando tenía 29 años y estaba en una compañía de esquiadores-escaladores de montaña en Estella (Navarra). A partir de ahí, trabajó en Europa, Rusia, África y Oriente Medio bajo distintas tapaderas. "Donde me mandaban", subraya. Nunca fue descubierto y lo que más temió fue fracasar en las operaciones encomendadas. "Miedo (por su vida) no tuve; tal vez porque tienes una mentalidad militar. Sin embargo, el miedo al fracaso es preponderante. Es tirar un penalti a la puerta: cabe la posibilidad de que aciertes o no. El fallar es importante", observa.

Una pequeña marioneta

En este punto, advierte de que la imagen que proyectan las películas de los espías es pura mentira. "Eso de coches de lujo, mujeres, pistolas, martinis... que llega a un sitio y resuelve las cosas. Es justo lo contrario: el trabajo dura semanas, meses o a lo mejor años. Colaboras en operaciones en las que hay mucha más gente. Eres un grano de arena y nunca protagonista de nada. Una pequeña marioneta que te dirigen y lo haces lo mejor posible", remarca.

De su conocimiento de la trastienda de los espías, San Agustín asegura que los servicios secretos que mejor funcionan son los del Vaticano. "Tiene agentes en todas las aldeas y pueblos. Sabe el estado de ánimo de casi todo el mundo", cuenta. También los de Israel ("todos los judíos se consideran en deuda con la patria") y, hasta hace poco, los de Rusia. "Tenían muchos y muy fieles. Eran capaces de tener un agente dormido durante años y, luego, despertarlo. Ahora creo que (Vladimir) Putin ha perdido un poco el control sobre la KGB con (la guerra) Ucrania", apunta. En el lado contrario, sitúa a la CIA ("unos chapuzas, que compran información y solo se dedican a escribir. Eso no da resultado")  y al servicio británico -el famoso MI5-. "Durante años han estado como un queso gruyere; sus propios agentes eran espías de Rusia. La información que le llega al Gobierno británico es sobre todo del excelente servicio diplomático que tiene", recuerda.

"El servicio de Inteligencia del Vaticano es el número uno. Tiene agentes en todos los pueblos y sabe el estado de ánimo de casi todo el mundo"
"Desde Mohamed V Marruecos tiene el complejo de ser un imperio. Todo el mundo conoce su ambición sobre Ceuta y Melilla. Y España es el niño que sufre 'bullying' e intenta hacerse el simpático con el acosador" 

Asimismo, considera que hay que admirar a la diplomacia marroquí por su habilidad y constancia. "Nunca olvidan un objetivo y están seguros que consiguen poco a poco lo que quieren", indica. Precisamente, nuestro vecino africano tiene un capítulo en su libro: 'Operación Marruecos 2030'. "Desde Mohamed V tiene el complejo de ser un imperio. Es un sueño porque nunca lo ha sido. Todo el mundo conoce su ambición sobre Ceuta y Melilla y la evolución que tiene desde hace años por Canarias porque ahí están los pozos petrolíferos", observa. Y habla de "dejación" cuando se le pregunta por el cambio del Gobierno de Pedro Sánchez al aceptar una autonomía para el Sáhara Occidental, en línea con los deseos de Rabat. "Los ejecutivos españoles siempre han tenido mucho miedo a que hubiera una ofensiva contra Ceuta y Melilla. Para nosotros, es difícil de defender territorialmente. Además, nuestras Fuerzas Armadas son pocas y peor equipadas que las marroquíes. Lo importante es durar y todos los presidentes han procurado pasar por alto. España es el niño que sufre 'bullying' e intenta hacerse el simpático con el acosador. A ello se suma que no tenemos un amigo al otro lado de Marruecos y este campa a sus anchas", opina.

En cuanto al País Vasco, San Agustín cuenta que en los años setenta ETA era "un colectivo muy importante" pero con poca gente dispuesta "a apretar el gatillo". "Es lo que llamo psicópatas. Lo que les iba era matar, aunque cada vez había menos y creo que se desaprovechó la oportunidad", opina. Y recuerda que quienes acabaron con la banda terrorista fueron la Guardia Civil, la Policía Nacional, las víctimas ("que renunciaron a las venganzas personales") y la sociedad civil. "No un presidente del Gobierno (en alusión a José Luis Rodríguez Zapatero)", subraya. Y reclama como "deber" -en línea con el ahínco de la Inteligencia israelí en su búsqueda de nazis por todo el mundo desde hace años- que se siga trabajando por los 379 asesinatos aún sin resolver.

Son algunas de las reflexiones de un catalán-aragonés con una vida nada convencional bajo la apariencia de un ciudadano normal. Y, como quien no quiere la cosa, deja caer: "Todos estamos rodeados de espías".

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