El nómada que recorre el mundo a pie y sin dinero a quien Sara invitó a cenar en la Ribagorza

El aventurero francés Charles Attonaty ha visitado 24 países, el último España; ha estado al borde de la muerte y ha conocido al presidente de Islandia.

Charles y Sara, la vecina de Liri que le invitó a cenar con su familia.
Charles Attonaty y Sara Luque, la zaragozana vecina de Liri que le invitó a cenar con su familia.
Charles Attonaty

Charles Attonaty tiene 30 años y hace tres se desprendió de todo lo que no cupiera en su mochila para dar la vuelta al mundo desde su Francia natal. Este nómada vaga por Europa sin dinero, a pie, confiando en las buenas intenciones y con una cuenta de TikTok donde sus experiencias encandilan a más de 40.000 seguidores.

Su casa es una tienda de campaña y su cama más cómoda una hamaca, aunque “a veces la gente del lugar al que llego me invita a su casa o me paga un hotel”, explica.

Su periplo comenzó en 2020 con un portazo. Tenía planeado un viaje a Tailandia, pero el coronavirus le impidió coger el vuelo. Estaba en casa de sus padres en Normandía cuando “frustrado, exploté y decidí coger algo de equipo, una mochila, ¡y salí dando un portazo a las 19.40!”, recuerda. Desde entonces, el 27 de julio de 2020, se ha convertido en su “segunda fecha de nacimiento”.

Hasta ahora “solo” ha visitado “24 países” y uno de los últimos en sumarse a la lista ha sido España. Este aventurero montó su tienda de campaña en los Pirineos el pasado mes de marzo, aunque es incapaz de enumerar en qué pueblos ha estado porque “para mí adonde voy no es lo importante”. Su principal objetivo es “la intensidad de cada día” de viaje.

“Soy la prueba viviente de que la humanidad sigue ahí” 

De Aragón se queda con “su gente encantadora”. En Liri, cerca de Castejón de Sos, conoció a Sara Luque Arroyo, una vecina que le ofreció cenar en su casa. “Tenía la íntima convicción de que iba a encontrarme a una persona muy especial”, explica, y su intuición se cumplió porque “esa noche conocí a una familia maravillosa”, recuerda.

Sin embargo, reconoce que no todos los momentos en sus tres años de viaje han sido buenos: “pude morir en Turquía, en Suecia, Finlandia, Islandia…”. Aunque paradójicamente afirma que “cuanto mayor es la dificultad, mayor es la recompensa” porque “en ese tipo de situaciones es cuando aprecias las pequeñas cosas de la vida”.

Su peor anécdota tuvo lugar en un paraíso invernal: en el extenso desierto helado de Laponia (Finlandia). “Ese día hacía -32ºC” -rememora Charles- y su único cobijo era su saco de dormir. “Voy a morir congelado”, se dijo a sí mismo. Sobrevivió gracias a unos calentadores corporales y al día siguiente se encontró “con un tipo de Noruega que paró su coche, me llevó a su pueblo y me invitó a comer en un restaurante”, explica y afirma: “Soy la prueba viviente de que la humanidad sigue ahí”.

Así, este viajero se desplaza gracias a la generosidad de quienes se cruzan en su trayecto y caminando mucho: “de 5 a 10 horas al día”. Aunque ha sido copiloto en vehículos tan variopintos como un tanque durante su viaje a Gales, un trineo tirado por perros en Suecia o el último barco de vapor del mundo en Escocia. “Solo hay que saber encontrar a la persona correcta”, afirma.

Independientemente del medio de transporte, este nómada siempre regresa a su hogar: “No puedo llevar encima todo mi equipo, así que cuando vuelvo lo cambio, veo a mi familia y paso al portátil las notas que guardo en mi teléfono porque estoy escribiendo un libro”.

Cuando da un nuevo portazo no sabe adónde va: “no tengo ningún plan y creo que ese es el mejor plan que tengo”, explica.

Su estilo de vida “no es para todo el mundo”, pero anima a cualquiera a “que de la vuelta al mundo” porque “no es necesario seguir mis reglas”. Charles se ha prohibido a sí mismo trabajar durante el camino y se ha desprendido de todo lo material: “Mis amigos piensan que estoy loco y mi familia a veces puede estar preocupada por todas mis reglas extremas”, confiesa.

"Soy un espíritu libre y estando solo es más fácil conocer a gente"

Viaja solo, sin dinero, sin seguro, sin internet… y dice que no tiene miedo: “No temo ni a la soledad, ni a la barrera del idioma -habla francés, inglés, español y japonés-, ni a la agresión del ser humano ni a la de un animal”. Ve el lado positivo en las debilidades: “Soy un espíritu libre y estando solo es más fácil conocer a gente, estás más abierto a conocer a las personas”.

Una sorpresa en su agenda de contactos 

Lo que más sorprende en su lista de contactos quizá sea el del presidente de Islandia, Guðni Thorlacius Jóhannesson. “Pasé tiempo con una familia islandesa y les comenté que tenía el reto de conocer a tres presidentes”. Ellos tradujeron su email al islandés y se lo enviaron al presidente: “Recibí respuesta. Estaban encantados de conocerme y me enviaron una invitación oficial a la residencia presidencial”, concluye.

El encuentro de Sara con el joven nómada

A su llegada a España por el Pirineo, Charles se encontró con Sara, una  zaragozana que vive en el valle de Benasque desde hace ocho años. Cambió el ajetreo de la ciudad por la paz de las calles vacías de Liri, un pueblo de tan solo 45 habitantes. Ahí vive con su hija Julia y su pareja Iván, con quien montó hace cinco años Ekur, una empresa de guías de montaña.

Se encontró al joven nómada francés "montando la tienda en una zona del pueblo que tenemos para hacer barbacoas" mientras paseaba a sus perros.  

"Me acerqué por curiosidad", recuerda. Charles le contó que viajaba sin dinero y que ese día no tenía nada para cenar: "Le dije que estaba haciendo la cena y se vino con nosotros".  Al día siguiente "estuvimos dando una vuelta con unos vecinos y uno de ellos le bajó hasta otro punto para que continuara con su viaje", relata Sara.

"Me costaba mucho entender su forma de viajar", confiesa. El francés le explicó que los motivos de hacerlo sin dinero se debían a que "quería ver hasta que punto la gente tenía buenas intenciones" y que, además, "era una buena forma de conocer gente". 

Aunque viaje sin ruta, como confesó a esta vecina, Liri se ha quedado grabado en el mapa de este viajero sin rumbo que subsiste gracias a las buenas intenciones de gente como Sara y los vecinos de la Ribagorza.

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