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El sueño de siete urbanitas de tener una vida rural en colectivo se materializa en El Frago

El Colectivo Baladí lo forman seis adultos y un bebé que salieron de Zaragoza hace varios años para vivir juntos en un pueblo.

Los integrantes del Colectivo Baladí llevan varios años de pueblo en pueblo, hasta que han encontrado su sitio en El Frago
Los integrantes del Colectivo Baladí llevan varios años de pueblo en pueblo, hasta que han encontrado su sitio en El Frago
Colectivo Baladí

“La vida nos está diciendo que este es el sitio”. Elsa Navarra lo tiene claro. El Frago es el pueblo donde el colectivo del que forma parte tiene que asentarse y desarrollar el proyecto de vida que les une. Son seis adultos y un bebé y se llaman Colectivo Baladí. En común tienen que todos vivían en Zaragoza, donde los movimientos sociales les unieron. También que apuestan por una  vida rural y en comunidad. Por eso, hace varios años salieron de la ciudad para poder estar más cerca de la naturaleza y vivir de acuerdo a la forma en la que conciben el mundo. 

Desde noviembre de 2021 viven todos juntos en una casa no demasiado grande de El Frago, en las Altas Cinco Villas. Son Elsa, Jaime, Óscar, Mónica, Sandra, Arthur y Manou, un bebé que va a cumplir dos años. Antes de llegar a su actual lugar de residencia vivieron en Aguarón (Campo de Cariñena), en El Campito, una finca ecosostenible. Un año después, se mudaron a Sieso de Jaca, donde estuvieron cinco meses, y de allí pasaron a San Vicente, en el mismo valle de Caldearenas. Por diversos motivos, ninguno de estos destinos terminaba de encajar con lo buscaban y estos primeros meses se los tomaron como una prueba.

"La convivencia no es fácil porque además no tenemos mucho espacio, pero parte del proyecto es también aprender a convivir en la diversidad, habitar en el conflicto y saber vivir y construir en común aunque no pensemos lo mismo"

“Ninguna de nosotras, excepto Arthur, habíamos vivido antes en un pueblo y tampoco juntas. La convivencia no es fácil porque además no tenemos mucho espacio, pero parte del proyecto es también aprender a convivir en la diversidad, habitar en el conflicto y saber vivir y construir en común aunque no pensemos lo mismo. Este es el verdadero reto social”, señala Elsa.

Ella es psicóloga y tiene la consulta en Zaragoza, a donde se desplaza cada 15 días para tratar a sus pacientes. También organiza talleres y participa en acompañamiento de grupos junto con Jaime, otro de los miembros del colectivo que también es psicólogo. Las profesiones del resto de integrantes son dispares. Hay una artista que estudió Bellas Artes, un abogado, una ingeniera agrónoma y otra persona se dedica a temas de mantenimiento y mecánica. “En esta diversidad vemos el potencial”, explica Elsa. 

Los integrantes del colectivo Baladí han decidido asentarse en El Frago.
Los integrantes del colectivo Baladí han decidido asentarse en El Frago.
Heraldo

Actualmente, cada uno desarrolla su trabajo de forma independiente pero el plan como colectivo es poder, tarde o temprano, impulsar un proyecto juntos. En El Frago han encontrado un edificio propiedad de la Diputación Provincial de Zaragoza (DPZ) que está en desuso desde hace ocho años y donde les gustaría crear una comunidad terapéutica. “Disponer de estas instalaciones y la buena acogida de los vecinos han sido claves para querer asentarnos definitivamente en El Frago”. Aunque, como dice Elsa, “el sueño es el sueño pero solo de eso no se puede vivir”. Por eso son conscientes de que esto solo es el principio de un largo camino. 

"Hemos abordado el proyecto desde la perspectiva ecológica, trayendo producto de cercanía e intentando plantear un modelo sostenible donde no hay plásticos y todo es a granel"

Por el momento, en el año y medio que llevan en este pequeño pueblo de las Altas Cinco Villas, ya han conseguido dinamizar a la población, que incluso ha aumentado. “Ahora somos unos 70 vecinos y después de muchos años se ha vuelto a abrir la escuela, porque hay siete niños”, asegura Elsa. Además de ellos, en los últimos meses, a El Frago han llegado varias familias ucranianas y otra que es la que lleva el bar del pueblo. Por otro lado, en este tiempo, el Colectivo Baladí se ha hecho cargo de una tienda multiservicio gracias a una subvención de fondos europeos obtenida por los ayuntamientos de El Frago y de Biel.

“Hemos abordado el proyecto desde la perspectiva ecológica, trayendo producto de cercanía e intentando plantear un modelo sostenible donde no hay plásticos y todo es a granel. Queríamos generar un espacio de consumo responsable”, explica Elsa. Habla en pasado porque los fondos recibidos se acaban en abril y, más allá, mantener la tienda abierta no es rentable como negocio, así que el servicio, que ahora nutre a unos 270 habitantes de dos municipios, desaparecerá.

Y es que en El Frago no andan sobrados de servicios. El médico y el botiquín van una vez por semana, hay bar y ahora el colegio, pero para la mayoría de gestiones hay que desplazarse a Ejea de los Caballeros. Esto, teniendo en cuenta que muchos vecinos son personas mayores que ya no conducen, es un problema. Para tratar de solucionarlo, el Colectivo Baladí ha conseguido en este tiempo que diversos profesionales que prestan servicios de peluquería, podología o fisioterapia, se desplacen hasta el pueblo. 

“Nos sentimos abandonados. Cuando se habla de repoblación dotar de recursos a los pueblos es fundamental porque sin eso no es fácil venirse a vivir aquí”

Esta carencia de servicios es el principal argumento con el que el colectivo intenta convencer a las instituciones de que reactivar el edificio abandonado para establecer en él una comunidad terapéutica, con la salud comunitaria como base, es tan importante. “Haríamos talleres, sería un espacio para ofrecer terapias alternativas y, en el exterior, impulsaríamos un proyecto de agroecología y producción de alimentos”, explica Elsa, consciente de que es un camino que están empezando. “Es difícil pero es nuestra apuesta vital”, añade. De momento, el apoyo del Ayuntamiento de El Frago lo tienen pero la institución a la que reclaman ayuda y recursos es a la DPZ. “Nos sentimos abandonados. Cuando se habla de repoblación dotar de recursos a los pueblos es fundamental porque sin eso no es fácil venirse a vivir aquí”, señala Elsa. 

Mientras sigue en su lucha, el Colectivo Baladí siente el cariño y la buena acogida de los vecinos de El Frago, que desde que llegaron han hecho más fácil su adaptación. Ahora, están en búsqueda o bien de una casa más grande o bien de dos inmuebles para disponer de más espacio. “Sobre todo porque Manou va creciendo, tiene casi dos años, y lo necesita”. Elsa reconoce que no está siendo sencillo ya que, como sucede en todo el medio rural, la falta de vivienda es uno de los principales problemas para el asentamiento de población. “Hay muchas casas de segunda residencia pero pocas ganas de ponerlas en alquiler o venta”, asegura. Un motivo más que lleva al grupo a insistir en que las instituciones apoyen y destinen recursos a que la vida en los pueblos sea posible y sostenible.

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