Las tres caras del PAR

El Partido Aragonés, que acaba de echar al presidente a través de una moción de censura, intenta llegar vivo a las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2023.

Arturo Aliaga, Clemente Sánchez-Garnica y Elena Allué.
Arturo Aliaga, Clemente Sánchez-Garnica y Elena Allué.
Heraldo

El Partido Aragonés está roto. Implosiona, o lo hacen implosionar, a tres meses de las elecciones autonómicas y municipales de mayo. Arrastran hacia la irrelevancia al partido que más veces ha gobernado Aragón en 45 años de historia; en una situación inédita que emanó de un turbulento congreso en el que tan ajustada fue la victoria que vieron la posibilidad de tumbar el resultado y lo judicializaron. De aquellos barros, estos lodos.

Con zapatos relucientes sale airosa de este charco Elena Allué, entonces derrotada y ahora presidenta de Aragoneses, una plataforma que se lanza a por votantes moderados, de centro y regionalistas. Sola o coaligada. Ya se verá. A los que siguen su estela, Berta Zapater, Julio Esteban, Lucía Guillén, Javier Callizo, les piden quienes se quedan un poco de coherencia y que si se dan de baja, no olviden entregar el acta.

Por si fuera poco una escisión, cierra el PAR la semana con la primera moción de censura en su historia. No hay sitio para la reconciliación cuando la relación personal está rota. El rencor nubla la razón e impide ver que, cuando se pierde una batalla, es mejor dar un paso al lado a que se consume la derrota. Aunque duela.

Nada hacía presagiar que la X Legislatura acabaría con el PAR al borde del colapso, porque nunca 33.497 votos, el peor resultado en 40 años, dieron para tanto. Y es que los aragonesistas de Arturo Aliaga fueron más que nunca el clavico del abanico, y no solo decantaron el Gobierno al centro-izquierda sino que obtuvieron la vicepresidencia y hasta un escaño en el Senado.

Las ambiciones y las cuitas internas dieron al traste con un rédito electoral que era inimaginable. Si equivocarse al elegir al personal de confianza una vez implica asomarse al abismo político, volver a tropezar con la misma piedra revela poca destreza y te sitúa en un camino sin retorno y sin salida.

No había hablado el sábado, 24 horas después de la moción de censura, Clemente Sánchez- Garnica, el nuevo presidente del PAR, con Arturo Aliaga. Y no es una buena noticia. Tampoco lo es que ningún oficialista acudiera a la ejecutiva, y que denunciaran a su conclusión que fue un "golpe de estado". Refleja lo difícil que será coser las costuras de un partido en el que el poder orgánico va por un lado y el territorial, justo por el contrario.

Aliaga y sus afines controlan Zaragoza y Huesca; Alberto Izquierdo, que ha recuperado la vicepresidencia de la Diputación de Teruel en menos de 24 horas, el Bajo Aragón. Las bases del partido, los alcaldes y concejales de toda la vida en los que se sustentaba la implantación territorial de los aragonesistas, merecen una explicación de lo que ha pasado. Y también certezas de lo que está por llegar. Con una espada de Damocles, la Justicia, amenazando a un partido histórico que a punto está de naufragar. Con la caña de pescar esperan muchos a quienes, mareados con tanta corriente interna, prefieren saltar del barco.

A tres meses de las elecciones, y con seis cargos institucionales en juego, tranquila estará la mar.

Este lunes comienza la nueva era del PAR. De un partido con tres caras distintas, la de Allué, la de Aliaga y la de Sánchez-Garnica, que tienen en sus manos el futuro de la formación. Si la judicialización del partido les deja.

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