¿Cómo es el comercio zaragozano?¿Audaz y arriesgado o rancio y de provincias?

Detrás de cada mostrador hay gente muy inquieta. ‘Made in Zaragoza’ es una red que pone el acento en la creatividad y siempre hay propuestas interesantes. El mejor ejemplo se vio en la pandemia, donde todos buscaron alternativas para seguir presentes.

La pandemia sería una travesía en el desierto para muchos comerciantes.

Es un poco contradictorio lo que sucedió. Entonces quedó claro cómo el pequeño comercio es útil, hace barrio y busca la manera de ayudar a la gente: muchos tenderos incluso subían la compra a las casas de sus vecinos. Sin embargo, con la vuelta a la normalidad se ha regresado también a la compra en plataformas ‘online’ ajenas a la ciudad.

¿Desde cuándo le causa desvelos el pequeño comercio?

Mi padre es artesano, se dedica al mundo del juguete tradicional y siempre he visto lo importante de crear un valor añadido, singularizarse y atender con cariño.

Supongo que sufrirá con el cierre de pequeñas tiendas.

Siempre son una pérdida: en lo personal, porque suelo tener contacto directo con ellos y a veces soy clienta; y en lo general, porque la ciudad pierde poco a poco su identidad y rasgos distintivos.

¿Qué zona recomendaría a turista para ir de compras?

Méndez Núñez está a apenas diez metros de la calle de Alfonso I y muchos visitantes pasan cerca sin saber que allí encontrarán tiendas singulares y no globalizadas de las que hay en todo el mundo. Hay establecimientos muy creativos por la zona de Universidad, Gran Vía, calle Fita... Y también, aunque no sea a pie de calle, existe mucho potencial en creadores textiles, joyeros y artistas plásticos que podemos ver en ferias o páginas webs.

Por sexto año montan escaparates con motivo del Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, proclamado por la ONU en 2015. ¿Por qué siguen siendo necesarios?

Haga la prueba: pregunte a alguien cuántas científicas conoce y, como mucho, le dirá dos o tres. Lo interesante de este proyecto es que no se reivindica sólo a las científicas históricas de grandes logros sino también a investigadoras aragonesas actuales que trabajan en el día a día. Algunas de ellas incluso participan en los paseos con los ciudadanos y los centros escolares que llevan Juana Moya y María Hernández.

Un proyecto así, ¿pude despertar vocaciones?

Yo me pongo en la piel de una niña que, por ejemplo, disfrute de las matemáticas y tenga dudas de si se puede dedicar a ese mundo y, si ve referentes y además son cercanos, dirá: «¿Y por qué no?».

En el cartel anunciador una joven lleva una camiseta en la que dice que no quiere ser princesa sino científica...

Es una ilustración de Rebeca Zarza que glosa muy bien el espíritu de la campaña. Me sigue sorprendiendo que haya mujeres con carreras tan potentes y que sean prácticamente anónimas.

Andresa Casamayor, Blanca Catalán, Jocelyn Bell, Josefa Yzuel... ¿Cómo se traslada su legado a los escaparates?

El mínimo que se pide es que ponga el nombre y la biografía de la científica. Pero hay de todo. El año pasado, en la Ciclería, honraron a la oceanógrafa keniana Nina Wambiji con un escaparate repleto de recortables con todos los animales marinos que puedas imaginar. Este 2023 me ha hecho ilusión ver que se le dedica un espacio a la enfermera del Infantil , Rebeca Bruned, que atendió a mi hijo cuando estuvo ingresado.

Entiendo que el del 11-F es sólo uno de los muchos proyectos de ‘Made in Zaragoza’.

A lo largo del año hacemos varias campañas como ‘La noche de los tenderos creativos’ o la semana ‘CreActiva’, con jornadas de ilustradores y mercadillos de artesanos. Las tiendas de la red no solo se dedican a la venta, quieren aportar algo más a la ciudad.