Tercer Milenio

En colaboración con ITA

historia 

Los antiguos aragoneses eran más altos, fuertes y tenían enormes mandíbulas 

Un estudio sobre 44 restos hallados en la Muela de Borja desvela aspectos desconocidos sobre los pobladores de Aragón de hace más de 4.000 años.

Uno de los cráneos de los 44 fallecidos de la prehistoria encontrados en la Muela de Borja.
Uno de los cráneos de los 44 fallecidos de la prehistoria encontrados en la Muela de Borja.
Heraldo

Isidro Aguilera, director del Museo Provincial de Zaragoza, encontró cuando era un estudiante unos huesos en la Muela de Borja en 1975 y durante más de 40 años (hasta 2018, que se hallaron los últimos en la cueva del Estrechuelo) se han encontrado hasta 44 restos humanos, con una antigüedad que oscila entre los 3.000 y 4.000 años. 

Estos hombres residieron en la zona entre el 2550 a. C. y hasta el 1200 a. C.. La investigación de Aguilera ha germinado en el libro titulado “La comunidad prehistórica de la Muela de Borja (Zaragoza). 2550-1200', que publicó el año pasado la Institución Fernando el Católico.

“Hemos hallado desde el diente de uno de ellos a los esqueletos completos de otros”, destaca Isidro Aguilera, natural de Borja. En el intento de ahondar sobre este grupo de pobladores en estos años se han descubierto 11 yacimientos en una zona que tiene 50 kilómetros cuadrados.

La conclusión es que los aragoneses eran más altos y tenían unas mandíbulas muy grandes. De hecho, la morfología de los hombres descubiertos en estos poblados les lleva a concluir que medían sobre 1.68 metros de altura mientras las mujeres alcanzaban los 1.63 m., lo que les daba una altura por encima de las que residían en la misma época en otros lugares.

La investigación publicada ha destacado su robustez, talla y su alimentación, ya que se ha detectado que consumían productos lácteos, verduras y animales como ovejas, cabras o vacas e incluso caballos. También comían trigo y cebada que cultivaban.

Esta obra supone la reconstrucción histórica de un grupo humano que residió en un conjunto de 42 asentamientos situados alrededor del santuario de Misericordia (una zona que quedó muy afectada con el incendio del pasado verano), en el centro de la depresión del Ebro, después de haber recuperado restos de esqueletos y dientes en las cuevas de la zona.

Localización de los huesos de 44 invididuos de la prehistoria en la Muela de Borja, la zona del santuario de Misericordia.
Localización de los huesos de 44 invididuos de la prehistoria en la Muela de Borja, la zona del santuario de Misericordia.
Heraldo

Estudio morfológico y antropológico

Los huesos están siendo examinados por la doctora Ana Cisneros, del grupo de investigación Medical and Genetic Research del Instituto de Investigación Sanitaria de Aragón (IISAragón), y el forense antropólogo Salvador Baena para definir a través del análisis del ADN su historia genética. De esta investigación se deduce que solían caminar mucho, y la meningitis es una de las enfermedades que han podido ser detectadas. En cuanto a su procedencia, parece que podrían descender de la zona de Álava o Navarra.

“Hemos examinado a 10 sujetos con restos de cuatro hombres adultos, dos mujeres y cuatro infantes”, detalla la doctora Ana Cisneros. “Muestran unos cráneos arcaicos, con unas mandíbulas un centímetro mas grandes respecto a los del siglo XX”.

En el análisis morfológico y antropológico del IISAragón demuestra que la cara de los prehistóricos es más ancha que el cráneo; tiene unos relieve arcaicos y una mandíbula muy fuerte que les permitía una gran masticación.

Además, se han tomado muestras para un estudio genético y se han trasladado al Instituto Max Planch, en Leipzig (Alemania) que colabora con la Facultad de Medicina de Zaragoza para una tesis doctoral que se está realizado sobre estos restos.

La autopsia arqueológica se integró en procesos que analizan un período de larga duración ya que se constatan a partir de datos extraídos de los residuos producidos por la actividad vital de todo el grupo.

Ademas, Isidro Aguilera incide en que los grupos analizados detectaron que los mayores y los que sufrieron heridas en sus vidas eran “protegidos” por sus compañeros y recibían “cuidados” como una muestra de la solidaridad entre ellos.

Ritos para los entierros en las cuevas 

Otro de los detalles más singulares de estos habitante de la Muela de Borja es que utilizaban rituales para los entierros. Solo unos pocos eran elegidos para ser enterrados en las cuevas y sus huesos eran descarnados para mostrar algunos de ellos como los cráneos u otros grandes como el fémur. De esta manera podían exhibirlos ante sus compañeros porque esos lugares “simbólicos” que usaban como cementerio “eran visitables”, según el director del Museo Provincial de Zaragoza.

Mientras otros restos se dejaban a la intemperie en zonas donde animales como los buitres podían alimentarse con los huesos de esos habitantes del valle del Ebro. Ese aspecto no lo interpreta Isidro Aguilera como que fueran “ultrajados” sino de convivencia con la naturaleza.

En el libro se muestran las consecuencias del pensamiento simbólico de aquellos hombres y mujeres y los litigios que dejaron a su paso por la Tierra. Aunque la mayor parte de su cultura material producido por esa sociedad se ha perdido, la base del estudio se ha realizado sobre restos, piedra, metal y cerámica.

En la presentación de la obra, el autor avanzó que en este trabajo han tratado de articular una visión integradora para alcanzar conclusiones históricas verosímiles, a sabiendas de que era imposible comprender a una sociedad si se consideran sus factores de forma aislada. 

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