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Tanatopraxia: mucho más que maquillaje

Aunque parezca una profesión moderna, lo cierto es que la aplicación de técnicas de conservación cadavérica se remontan a la época egipcia. 

Rosana Abós es tanatopractora.
Rosana Abós es tanatopractora.
C.I.

La de tanatopractor no es una de esas profesiones que uno elige cuando es pequeño y le preguntan qué quiere ser de mayor en el colegio. Sin embargo, se trata de un oficio cuyo origen se remonta a la época egipcia. 

Aunque en el imaginario colectivo prevalece la imagen del maletín de maquillaje y laca, así como del profesional que prepara a la persona fallecida para el velatorio; lo cierto es que la tanatopraxia -entendida como la “técnica de conservación temporal de los cadáveres”, es más que eso. Así lo explica la zaragozana Rosana Abós (43), gerente de Servicios Funerarios La Hispanidad. ¿De profesión? Tanatopractora.

“Formo parte de la tercera generación en una familia que siempre se ha dedicado al mundo funerario. Siempre me gustó la sensación de ayudar a las familias cuando se encuentran vulnerables en un proceso que desconocen”, explica. En su opinión, tener la capacidad de brindarles apoyo y confianza en uno de los momentos más difíciles de sus vidas es muy gratificante.

Aunque reconoce que no se trata de un oficio habitual -en Aragón podrían contarse con los dedos de una mano los profesionales-, Abós lo lleva “con toda la normalidad del mundo”. Lleva en el sector funerario toda la vida. “Empecé como administrativa, más tarde acompañando a mi padre a los servicios y, poco a poco, me empezó a gustar todo lo relacionado con la estética”, relata.

Así que decidió formarse en tanatoestética, una de las aplicaciones englobadas dentro de la tanatopraxia -la más popular, de hecho-, que abarca el conjunto de técnicas que se realizan sobre un difunto para su tratamiento estético, “mejorando su apariencia y dándole similitud al aspecto que la persona tenía en vida”, destaca. Hoy en día se trata de un título equivalente a una Formación Profesional. En su caso, se ha formado con profesionales de España y Budapest.

Los pasos antes de proceder a una de estas sesiones de maquillaje siempre son los mismos. Tras la identificación del individuo y la verificación del atuendo, se procede al lavado y el aseo del difunto así como a la ligadura de boca. El siguiente paso es vestirlo, colocar los cubre ojos -cuando es necesario-, maquillar y peinar. “El maquillaje puede ser restaurativo u ornamental, pero como norma general tiene que ser lo más natural posible. Siempre se utilizan una base y correctores, así como polvos mate tanto en hombres como mujeres, aunque luego cada uno tiene sus propios productos”, detalla. Para ellas, por ejemplo, el abanico de posibilidades es mucho más amplio.

“En los últimos años las familias se han dado cuenta de que los resultados de estas técnicas dan una presencia mucho más dulce a la persona que debe despedirse de sus seres queridos”, reconoce. Al tiempo que admite que su aplicación está en auge a pesar de tratarse de un tema -el de la muerte- que continúa siendo un tabú: “Mucha gente no se plantea estas cosas hasta que pierde a alguien. Nuestra misión como profesionales del sector funerario es hacer visible nuestro trabajo y seguir tras ese reconocimiento profesional”, admite.

Manuel Martín imparte formación en tanatopraxia.
Manuel Martín imparte formación en tanatopraxia.
C.I.

Si hay alguien que sabe bien de este auge es Manuel Martín, madrileño, considerado uno de los mejores profesionales de la tanatopraxia de España y fundador de la escuela Unión Funeral hace siete años, con la que imparte cursos por todo el país. “Desde 2011 esta práctica se convirtió en una certificación profesional oficial, y desde hace dos impartimos el certificado de profesionalidad”, afirma. Esta formación específica, que dura en torno a 500 horas, se imparte en Madrid, siempre en formato presencial al tratarse de una materia sanitaria.

La aplicación de este tipo de técnicas sobre un cuerpo se remonta a la época egipcia, en concreto a los pueblos ribereños del Nilo. Fue allí cuando se dieron cuenta de que las condiciones climáticas y los materiales de la zona propiciaban el embalsamamiento natural de algunos cuerpos, y decidieron profundizar en ello”, señala.

Más que una cuestión estética

Sin embargo, el experto explica que la tanatoestética es tan solo una de las cinco unidades de competencia que comprende la tanatopraxia, que se une a la conservación transitoria y el embalsamamiento -cuando se requiere un traslado aéreo, marítimo o ferroviario del cuerpo, por ejemplo-, la restauración y reconstrucción cadavérica, la extracción de tejidos y otro tipo de elementos, o los primeros auxilios psicológicos.

Martín, que confirma que es una especialidad que abarca aspectos clave y poco conocidos: “Jugamos un papel fundamental a la hora de extraer del cuerpo elementos como prótesis o marcapasos, recoger material genético para pruebas de ADN, reconstrucciones en caso de que haya habido un accidente o de la existencia de una patología transgresora de la imagen, así como un amplio etcétera”.

“A la hora de retirar dispositivos, solo se hace con aquellos que contienen batería, ya que podrían ocasionar problemas en el proceso crematorio; así como por un tema ecológico en materia de inhumaciones. Son marcapasos o neuro estimuladores, por ejemplo”, explica el experto. Son dispositivos endógenos y hay que extraerlos con técnicas muy específicas para los que se requiere una formación concreta. Y aunque admite que cada vez es una profesión más normalizada, reconoce que el tabú que existe en torno a la muerte es mucho mayor en España que en otras partes del mundo: “Todavía queda mucho por hacer en este sentido”.

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