El hostal donde las habitaciones son películas de Buñuel y miran a la vega del melocotón de Calanda

Nuria Julián ha recuperado una antigua finca, que en tiempos fue de la madre del cineasta, para convertirla en el hostal Cabezo Buñuel.

Nuria Julián se embarcó en este proyecto, con el apoyo de su marido y dos hijos, en 2019.
Nuria Julián se embarcó en este proyecto, con el apoyo de su marido y dos hijos, en 2019.
Heraldo

En el hostal Cabezo Buñuel las habitaciones llevan el nombre de las películas del cineasta aragonés y tienen vistas al valle del río Guadalope, donde se cultivan melocotones de los buenos. El lugar no podía ser otro que Calanda. Nuria Julián está detrás de este proyecto que verá la luz en las próximas semanas y en el que está inmersa desde 2019. Por cuestiones burocráticas y con la pandemia de por medio, los plazos se están retrasando más de lo que le hubiera gustado y reconoce que ha estado a punto de tirar la toalla varias veces. Pero no lo hizo y, por fin, a falta de un papel, todo está listo para que este alojamiento rural empiece a recibir huéspedes. De hecho, ya tiene reservas incluso antes de abrir. “Quienes han venido a trabajar ya me han dicho que cuando abra les avise, porque quieren venir”, asegura esta calandina.

La finca en la que se ha construido el hostal fue antiguamente propiedad de María Portolés, la madre de Buñuel, y años después la compró el padre de Nuria. Por problemas económicos, se la quedó el banco y veinte años más tarde, su hija ha recuperado tanto el terreno como la esencia de la idea que tenía él de hacer unas casas para alquilar o vender. Está a las afueras de Calanda, de camino al Mas de las Matas, y tiene 10.000 metros cuadrados, ocupando 200 las habitaciones y dejando el resto libre para zonas comunes. Hay terrazas, piscina, un jacuzzi exterior, parque infantil o un gimnasio-biblioteca dentro de un container. Parecen los espacios habituales de un complejo hotelero pero en el Cabezo Buñuel cada rincón es singular. Así, a la entrada están Don Olivo y Damajuana, un espacio con una silla y una mesa de hormigón pintadas por Nuria en estilo urbano. “Está inspirado en Lorca y lo planteo como un rincón para leer”, explica.

También hay un jardín reciclado, con ruedas de vehículos y, justo al lado, está lo que Nuria ha bautizado como el rincón para superpapás, una zona con palets para que los padres puedan descansar mientras los niños juegan. Pensando también en los huéspedes más jóvenes, hay una pared donde se proyectan películas y se hace cine de verano. “Está en el rincón de las vanidades, como yo lo he llamado, porque es un jardín donde están expuestas algunas obras de arte hechas por mí”, explica Nuria, quien asegura que no es una artista, sino una aprendiz a la que le gusta restaurar cosas. En su finca no podía faltar Dalí, dice, y su espacio surgió casi por casualidad. “Recuperé un tubo de tres metros de una acequia pero al transportarlo se rompió y quedó con grietas. Para reutilizarla me inspiré en el cuadro de la Metamorfosis de Narciso”.

El hostal Cabezo Buñuel espera recibir a sus primeros huéspedes en las próximas semanas, a falta de un permiso para abrir.
El hostal Cabezo Buñuel espera recibir a sus primeros huéspedes en las próximas semanas, a falta de un permiso para abrir.
Heraldo

El hostal tiene cuatro habitaciones dobles adaptadas con baño y ducha, así como una cocina-comedor. Todas tienen amplios ventanales que miran al Guadalope y los melocotoneros, la estampa que mejor caracteriza a esta zona del Bajo Aragón. Cada una lleva el nombre de una película de Buñuel y son 'Viridiana', 'Tristana', 'Susana' y 'Belle de Jour'. “Que fueran accesibles lo tenía claro desde el principio porque mi hijo estuvo cuatro años en silla de ruedas y sabemos lo que es”, asegura. Tanto este como su otro hijo y su marido apoyan y acompañan a Nuria en este largo y agridulce camino. “Montar algo o emprender en un sitio rural es un hándicap. Se anima mucho a invertir en el medio rural pero luego te encuentras cosas de la burocracia que son absurdas. En mi caso, el 1 de agosto podría tener clientes y no voy a poder abrir. Además, estoy pagando un préstamo de 2.000 euros al mes desde septiembre de 2021 pero aun no puedo generar ingresos porque me faltan autorizaciones. Incluso he perdido subvenciones por este motivo”, lamenta.

El sustento económico de esta familia es la ganadería en granjas pero con el hostal han querido diversificar y, por otro lado, dejar un patrimonio a sus hijos que quizás les haga quedarse en Calanda para siempre. “Los dos son muy de campo. Uno ha estudiado Magisterio y el otro está con el grado de Energías Renovables. Les gusta mucho vivir en el pueblo y creemos que si pueden, se quedarán. Para nosotros el hostal es una manera de tenerlos cerca”.

De momento, en el corto plazo de Nuria solo está poder de una vez abrir las puertas de su hostal y recibir a sus primeros huéspedes para cuidarles todo lo que quieran. “Yo quiero que la gente esté feliz a mi lado y esto es un sitio pequeño en el que me puedo involucrar todo lo que ellos quieran”. Aunque nunca se ha dedicado profesionalmente a este sector, Nuria está familiarizada con la hostelería ya que solía ayudar a un familiar. También le gusta cocinar y lo hace tanto para amigos como en la comunión de sus hijos o en fiestas populares para 700 personas.

Emprendedora, artista, madre de familia y todoterreno la lentitud y complejidad de la burocracia casi ha podido con las ilusiones de Nuria. “He pensado en abandonar mil veces”, confiesa. Ahora que la luz se ve al final del túnel, sigue queriendo lanzar un mensaje: “Cuando la gente se está yendo de los pueblos, complicarlo todo tanto no tiene sentido”.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión