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La Costa Dorada confía en británicos y franceses para paliar la caída del turismo ruso

Antes de la pandemia, los visitantes rusos crecían exponencialmente y proliferaban los vuelos chárter entre Reus y Moscú. A pesar de su pérdida, el alcalde de Salou augura un buen verano de reservas.

Una imagen de Salou, durante la Semana Santa del año pasado.
Una imagen de Salou, durante la Semana Santa del año pasado.
Jerek Van Der Meulen

En La Pineda hasta las cartas de los restaurantes están en cirílico. Es la prueba irrefutable de que el turismo ruso es fundamental en una localidad, que visitaban antes de la pandemia cientos de miles de viajeros procedentes de Moscú o San Petersburgo. Este año los gerentes de hoteles y los turoperadores ya saben que no van a contar con el mercado del este. Desde que se desató el conflicto bélico en Ucrania, de hecho, están reorientando esfuerzos (y campañas publicitarias) para tratar de paliar la caída de este mercado y compensarla con una mayor proporción de visitantes franceses, británicos o, incluso, de procedencia nacional, ahora que se han reactivado los viajes del Imserso.

En la Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo de Tarragona (FETH) esperaban que las cifras turísticas del próximo verano se acercaran a las de 2019, pero desde la invasión rusa de Ucrania todo vuelve a estar en el aire. “En general, con una guerra, la gente es más prudente a la hora de viajar al extranjero”, explican, al tiempo que recuerdan que este nuevo revés se suma a dos años de pandemia que abocaron un contexto turístico muy complicado.

En 2019 la comunidad rusa protagonizó
más de 900.000 pernoctaciones en Salou,
la mayoría en hoteles de tres y cuatro estrellas

2019 fue el último año de crecimiento del mercado ruso porque el coronavirus hizo desparecer por completo a los visitantes en 2020 y también en 2021, dado que la vacuna Sputnik aún no está homologada en Europa y se daban muchos problemas a la hora de conseguir visados. No obstante, el turismo de Polonia o Ucrania sí figuraba entre los mercados emergentes que, ahora y por razones obvias, han dejado de serlo. “Hasta hace solo unos meses -comentan- se estaban negociando acuerdos para fijar vuelos chárter desde estos países”.

El patronato de turismo de Salou tiene aprobado un presupuesto de dos millones de euros para 2022, en el que prioriza “la promoción en mercados con un alto grado de fidelización”. Incluye en ese listado a Francia, Irlanda, Holanda y Reino Unido, pero también a numerosos países del Este. No en vano, los rusos firmaron 906.000 pernoctaciones en la localidad catalana en el año 2019.

Videoconferencia de Granados con Moscú, en 2021, con la intención de atraer turismo ruso.
Videoconferencia de Granados con Moscú, en 2021, con la intención de atraer turismo ruso.
Heraldo.es

"Llevamos dos años sin una temporada turística al uso y ya en 2020 y 2021 no hubo apenas aportaciones de visitantes de Rusia", explica Pere Granados, alcalde de Salou. "Era un tipo de turismo importante, por su número y su nivel adquisitivo, pero con la covid se nos cayó y centramos los esfuerzos en incidir sobre otros mercados tradicionales como Francia, Reino Unido o Irlanda", explica el primer edil, que preside también el patronato municipal de Turismo. "A pesar de todo para este verano tenemos un gran nivel de reservas. De hecho, si nada se tuerce, la previsión es que superemos los niveles de ocupación de 2019, que fue un año muy bueno", añade Granados.

El ruso era un perfil de turista muy deseado porque hacía largas estancias en el destino (una media de 12 días) y tenía un alto poder adquisitivo: gastaba una media de más de 120 euros diarios. “Les encanta el sol y la playa, pero muchos venían atraídos también por Barcelona. En apenas una hora, con el cercanías, estás en la Rambla o en el paseo de Gracia, con todas las tiendas de grandes marcas, donde siempre les ves comprando y repletos de bolsas”, comenta Nuria Guarda, propietaria de una tienda de alimentación en Comarruga. La presencia de rusos en la Costa Dorada -explica- “no es tan exagerada como la de los alemanes en Mallorca”, pero sí tiene un peso específico relevante.

De hecho, desde 2010 las instituciones fueron a buscar al turista ruso a ferias como el Mitt de Moscú (una especie de Fitur) y el Patronato de la Diputación de Tarragona, junto a Salou, Cambrils y Vila-seca, participaban en campañas promocionales por Moscú y otras ciudades a las que acudían con 600 agencias de viajes. Allí vendían las bondades sus amplias playas, pero también de Port Aventura, de Montserrat y de la oferta gastronómica y del territorio vinícola catalán. Se le considera un perfil de turista más familiar, más inquieto culturalmente (incluso en algunos hoteles les preparaban ‘shows’ de flamenco), y menos problemático que el británico, si bien la guerra de Putin ha obligado a cambiar el foco con rapidez.

Justo la semana pasada la Costa Dorada inició una campaña promocional en Reino Unido y, como estrategia turística, cerró un acuerdo de patrocinio con el equipo de fútbol femenino del Manchester City hasta junio de 2023. “La alianza tiene como objetivo reactivar el turismo procedente de Inglaterra, el mercado internacional más afectado como consecuencia de la pandemia”, explicaron.

El turismo ruso destaca por su alto nivel adquisitivo y por sus largas estancias en destino

Según el Observatorio del Parque Científico y Tecnológico de Turismo y Ocio, en 2019 el ruso fue el cuarto mercado de la Costa Dorada, únicamente por detrás del español, el francés y el británico. Hasta un millón de rusos podían recalar en esta zona del Mediterráneo antes de la pandemia. En Salou, en concreto, fue en 2011 cuando al turismo ruso superó por primera vez al británico y supuso el 36% del visitante extranjero mientras que el procedentes de Reino Unido se anotó un par de puntos porcentuales menos. Lo habitual era que los rusos llegaran por vía aérea (Barcelona o Reus), se alojaran en hoteles de tres y cuatro estrellas (en torno al 40%), aunque -apuntan desde el Observatorio- acusaban una alta estacionalidad centrada en el tercer trimestre.

El paseo marítimo de Salou, en una jornada de invierno.
El paseo marítimo de Salou, en una jornada de primavera.
Jerek Van Der Meulen

La alta capacidad adquisitiva también servía para que alguno ‘picara’ y acabara por comprarse vivienda en propiedad en la costa, donde la comunidad rusa ha impulsado, incluso, promociones inmobiliarias cercanas al mar, de las que hay ejemplos en Torredembarra, La Pineda, Oropesa o Peñíscola. “También hay presencia rusa más al sur, en Vinarós, Benicarló o Benicassim. En Altea existe incluso una iglesia ortodoxa, pero es cierto que allí la dependencia del turismo ruso es menor que en la Costa Dorada”, explican.

Al margen de Torrevieja y Lloret de Mar, que alcanzan cifras estratosféricas, Salou es un buen ejemplo de cómo se ha asentado en España la comunidad rusa en las últimas dos décadas: el primer ruso se empadronó en 1997, para el año 2000 ya había 64 ciudadanos de esta procedenca y hoy son 882 los que vive de forma estable en la localidad trabajando, en esencia, en el sector servicios.

Pero, ¿de dónde procede el interés de la comunidad rusa por la costa catalana? En el complejo hotelero Estival Park cuentan que ya en 2001 la mitad de los turistas del hotel eran rusos y creen que el pistoletazo de salida lo dieron los Juegos Olímpicos de Barcelona. Entonces el equipo ruso de atletismo se alojó allí y, en paralelo, muchos de los empleados del alojamiento comenzaron a aprender ruso. Desde entonces han sido muchos los turoperadores (con Vremia y Neva Travel a la cabeza) los que han propiciado que cada vez más folletos turísticos se imprimieran en ruso, en un esfuerzo baldío para los tiempos que corren. 

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