"Una explosión ha cortado el paso a mi hija y mis nietas cuando intentaban salir de Odesa"

Jesús Alvero, que ha residido durante años en Zaragoza, y su mujer Natalia Demechnko, nacida en Ucrania, viven "con desesperación" la situación de su hija y sus nietas. Esta mañana ha hablado con una de ellas mientras la ciudad ucraniana era de nuevo bombardeada.

Natalia Demchenko, a la derecha, y sus nietas Natalia y Alejandra.
Natalia Demchenko, a la derecha, y sus nietas Natalia y Alejandra, estas navidades en Odesa (Ucrania).
J. V.

"Destrozados. El sentimiento de impotencia es tan angustioso que no se puede explicar". Así se sienten Jesús Alvero, nacido en Cintruénigo (Navarra) pero residente durante años en la capital aragonesa, y su mujer ucraniana Natalia Demchenko, a la espera, "cada hora, cada día o en cualquier momento", de una llamada de teléfono de su hija Vlada, de 44 años, desde Odesa (Ucrania) que les diga que ha logrado salir de su ciudad con sus hijas Natalia, de 17 años y Alejandra, de 13.

"Lo último que sabemos de ellas es de esta mañana -por este martes-. Su intención era salir en un convoy humanitario que estaba previsto que las sacara de allí, pero una explosión a tan solo 200 metros de donde estaban les ha cortado el paso", contaba el martes, desconsolado Jesús Alvero. "No hemos vuelto a saber nada de ellas. Solo que lo iban a seguir intentando hasta que lo consiguieran. No veo el momento de que se haga realidad", apuntaba el navarro desde Nerja (Málaga), donde vive desde hace 10 años.

No obstante, este miércoles a las 9.00 ha logrado hablar con su nieta mayor, quien le ha comunicado que estaban bien. "Estaban tranquilas, aunque mientras estábamos hablando caían bombas y se ha tenido que ir corriendo al refugio. No sabemos nada más; esperamos como agua de mayo que salgan de Odesa. Ellas lo van a intentar todos los días, aunque es muy complicado. Ahora dicen que pueden abandonar la ciudad en barco hasta Rumanía, pero no tenemos seguridad de nada", informa.

Mientras, Vlada y sus hijas se refugian en el hospital de Odesa, donde trabaja como médico pediatra de neonatos. "Allí están más seguras. Si la cosa se complica en el edificio hay un búnker. Apenas salen del hospital, si lo hacen van a casa de mi yerno -el matrimonio está divorciado- porque él tiene un sótano y el piso en el que residían ellas no. En esa situación es fundamental buscar lugares seguros", dice Alvero, quien recuerda, apenado, "la vida tan maravillosa que tenían". 

"Teníamos todo preparado para que mi nieta la mayor, Natalia, viniera a España a estudiar Arte Dramático. La pequeña, Alejandra, tenía que seguir con sus estudios en Ucrania y Vlada era feliz en su hospital, con sus niños. Tenían un futuro, una vida. De la noche a la mañana ha desaparecido. No podíamos imaginar que esto iba a llegar tan lejos", cuenta Jesús Alvero.

"Estas navidades mi mujer estuvo con ellas en Odesa y la vida era tranquila, nada hacía presagiar este horrible desenlace. Ahora nuestra mayor preocupación es que logren salir de su ciudad y llegar a la frontera del país. Cuando la crucen, el futuro no será el que habían imaginado, pero lo podrán construir con nuestra ayuda", dice el navarro.

Polonia, Rumanía o Moldavia

Mientras Vlada y sus hijas intentan huir de la guerra, desde Nerja Jesús ya ha organizado su viaje a España. "Mi mujer y yo hemos vivido 25 años en Kiev, donde tenemos un piso que ni siquiera sabemos si sigue en pie. Allí colaboramos con varias agencias de adopción y, por suerte, tengo buenos amigos en los países fronterizos con Ucrania que les echarán un mano en cuanto logren llegar... pero eso es lo difícil", comenta, desesperado Alvero.

"Todo es surrealista. Hablas con ellas un día y sin darte cuenta su ciudad es bombardeada por los rusos. Sin pensarlo se ven metiendo sus cosas en una mochila y huyendo del horror y de unas bombas y explosiones que no les permite dejar esa pesadilla. Desde aquí les damos fuerza y ánimos porque sabemos que lo van a conseguir. Al final, la esperanza es lo último que se pierde", concluye Jesús Alvero.

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